En un mundo globalizado, el presente, y todavía más el futuro, se pintan mestizos. Prueba de ello son las 144.551 personas extranjeras que están empadronadas en el País Vasco y que representan el 6,6% de su población, frente al 12,2% del conjunto de España. Ahora bien, si a esta cantidad se suman los 35.000 que han accedido a la nacionalidad en los últimos años, resulta que el 8,2% de los vascos es ya de origen extranjero.
Frente al discurso fácil, cuando no xenófobo, que carga sobre las espaldas de los inmigrantes todo tipo de perjuicios, el Gobierno Vasco quiere promover otra mirada hacia este colectivo. La herramienta para conseguirlo se llama Pacto Social por la Inmigración. Su objetivo es, en palabras de la consejera de Asuntos Sociales, Gemma Zabaleta, «implicar a la sociedad en la búsqueda de un compromiso de mínimos, de una visión compartida sobre la convivencia e integración de los inmigrantes para lograr una sociedad más cohesionada».
Y es que la inmigración aporta a la sociedad española y, de forma especial a la vasca, un rejuvenecimiento «parcial de una sociedad envejecida». Según un estudio del Ejecutivo de Vitoria, solo el 19% del colectivo supera los 45 años; el 47% tiene entre 25 y 44 años y un 34% no llega al cuarto de siglo. Su situación legal va mejorando hasta el punto de que ocho de cada diez tienen papeles y las autorizaciones permanentes (permiten vivir indefinidamente en España) crecen.
Por procedencia, el grupo principal, el 42,2%, es de Latinoamérica; los países de la UE aportan casi el 25% y el Magreb, el 15.2%. Del resto de África, China y resto de Europa proceden el 3%, respectivamente.