Conspirador y vendedor de coches
Mansur Arbabsiar, el supuesto organizador de la operación iraní, actuó como un penoso aficionado
ABC, , 13-10-2011Tener un primo en las fuerzas especiales iraníes es lo que parece haber metido en líos a Mansur Arbabsiar, un inmigrante iraní de 56 años quien consiguió la nacionalidad norteamericana tras su largo tiempo de residencia en Texas. Llegó hace casi cuarenta años para estudiar en la Universidad. Vive en Corpus Christi, cerca de la frontera con México, donde se dedicaba a la compra-venta de coches de segunda mano, se había casado dos veces con hispanas y había sido arrestado un par de ocasiones por delitos menores.
Su primo contactó con él para ejecutar el plan ideado en Teherán para acabar con la vida del embajador saudí en Washington. Lo eligieron por sus supuestos «contactos» en la frontera con México y con las bandas del narco. Pero lo que sorprende no es que lo «eligieran», sino que él se prestara a la tarea con entusiasmo. Sus vecinos en Corpus Christi le recuerdan como un tipo simpático que «reía todo el día». Le llamaban «Jack» para evitar su complicado nombre iraní.
El que fuera su socio en el negocio de reventa de coches, David Tomscha, le describe como «fiable, aunque un poco perezoso». «No puede ser el cerebro del plan, no puedo imaginar que pudiera idear un proyecto tal. No era alguien político, sino una persona de negocios», declaró Tomscha a AP. «Puede que ya no viva con él», dijo por su parte Martha Guerrero, la esposa de la que se había separado hace algún tiempo, «pero no puedo pensar que fuera capaz de eso. Estuvo en el lugar equivocado en el momento equivocado, estoy segura».
Sin embargo, las comunicaciones entre Arbabsiar y el supuesto sicario de la banda mexicana de narcos de Los Zetas que tenía que llevar a cabo el atentado demuestran que el revendedor de coches actuaba con convicción. Ni siquiera mostró mala conciencia cuando el asesino a sueldo le advertía de que con una bomba en un restaurante podrían morir un centenar de personas. «Si cien se van con él, que se fastidien», respondió.
Frente a la sofisticación atribuida a las fuerzas especiales de la Guardia Revolucionaria iraní, Arbabsiar demostró ser un penoso aficionado. Entre los cientos de narcos de los carteles mexicanos, el texano-iraní fue a dar precisamente con uno que actuaba de confidente de la Policía mexicana y de la DEA, la agencia estadounidense de lucha contra las drogas. Le aseguró pertenecer al famoso cartel de Los Zetas y le siguió la corriente hasta que llevarle a su detención.
Tras un primer encuentro en México en mayo, el confidente y Arbabsiar volvieron a reunirse en junio y julio. Acordaron que el embajador saudí muriera con una bomba en un restaurante, a cambio de 1,5 millones de dólares. En agosto dos pagos para un anticipo de 100.000 dólares fueron enviados a una cuenta corriente de Nueva York que en realidad pertenecía al FBI.
El 20 de septiembre, el confidente comunicó a Arbabsiar que todo estaba dispuesto para el atentado (habían convenido la contraseña «el Chevrolet está listo, está listo para ser hecho»). El 28 de septiembre, Arbabsiar tomó el avión para México, con el fin de quedar rehén del grupo de narcotraficantes como «prenda» hasta que, después del atentado, llegara el resto del pago. Pero aquí terminó lo que las autoridades estadounidenses y mexicanas denominaron Operación Coalición Roja. A Arbabsiar le fue denegada la entrada en México y en el viaje de regreso fue detenido en Nueva York. La Fiscalía ha presentado cargos contra él y, en ausencia, contra Gholam Shakuri, el mando de las fuerzas iraníes que presuntamente le encargó la operación.
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