La encrucijada multicultural
La Verdad, , 05-09-2011Al final, quién lo iba a decir, tenían razón los conservadores. Tanto esos socialistas para quienes el multiculturalismo formaba parte esencial del progresismo como los más acérrimos liberales para quienes toda prohibición resulta sospechosa parecen reconocer que, a estas alturas, los conservadores tenían razón: el multiculturalismo, como explícitamente dijo Angela Merkel, ha fracasado.
Se trata, simplemente, de reconocer que determinados usos culturales, parece que irrenunciables para quienes los practican, chocan con normas de convivencia básicas en nuestra sociedad. Quien percibe motivos más inconfesables que esta simple confrontación muestra poseer una mirada entrenada en alucinaciones conspiranóicas. ¿Dónde encontrar tufo islamofóbico o fanatismo xenófobo en no avenirse a crear piscinas unisex, retocar las leyes del ruido para permitir el llamamiento al rezo a horas intempestivas? ¿Alguien percibe intransigencia de corte racista o antiafricanismo en no permitir la ablación del clítoris?
Un informe indicó recientemente que entre la comunidad paquistaní de Gran Bretaña continúa siendo costumbre el matrimonio concertado entre adolescentes y hombres mayores, y que dicha costumbre, además, es seguida por inmigrantes de tercera o cuarta generación. Parece que, a menudo, la adolescente acaba suicidándose o, tras huir, ser víctima de un ‘crimen de honor’. El informe llega a criticar a la policía y las escuelas por su pasividad, motivada por el deseo descaminado de no ofender sensibilidades culturales.
Que países considerados tradicionalmente el colmo de la libertad, especialmente Holanda, pero también Francia o Bélgica, hayan liderado la oposición al uso del burka incluso en la vía pública, ha causado no poco estupor. El Ayuntamiento de Amsterdam, por ejemplo, aprobó una ordenanza hace dos años según la cual se permite practicar sexo en los parques públicos a partir de la caída del sol. ¿Sexo en público sí y burka no? Indica esto que, actualmente, burka y velo no tienen cabida en el ‘modus vivendi’ de Occidente. El rostro de la persona debe ser visible para los profesores en las aulas, para letrados y jueces cuando se presta declaración, para los funcionarios en las dependencias públicas. Por una mera cuestión de seguridad parece, también, preferible que el rostro no quede sistemáticamente cubierto en la vía pública.
Lo que las mencionadas palabras de Angela Merkel han vuelto a hacer patente, en realidad, es que el multiculturalismo supone hoy una piedra en el zapato para la izquierda. La derecha es, en mayor o menor medida, integracionista, pero la izquierda, desde que (en 1914, al apoyar a los respectivos gobiernos en la I Guerra Mundial) abandonara su universalismo marxista, no sabe qué hacer con el multiculturalismo. En este terreno se ha buscado, como en economía, una ‘tercera vía’, entre lo que se percibía como un integracionismo rayano en la xenofobia de la derecha y el multiculturalismo neto. Así, se rechaza apelar a la etnicidad compartida para hacerlo a la de valores compartidos. Y parece que también los liberales más alejados del conservadurismo comienzan a plantearse esta opción; el líder liberal británico, Nick Clegg, pasó de una oposición frontal a la prohibición del burka a afirmar que está escuchando la opinión de los británicos al respecto.
Desde los asesinatos de Pim Fortuyn y Theo van Gogh en Holanda, los altercados a propósito de las viñetas en la revista danesa, o las revueltas en los barrios franceses, la izquierda no se siente con fuerzas para comprometerse con el multiculturalismo. El partido alemán semicomunista, Die Linke, ha realizado declaraciones acerca del excesivo número de inmigrantes en el país, incluso el SAF (partido socialista) sueco ha sido acusado de adoptar posturas nacionalistas y anti – inmigración, y en sus últimos manifiestos repite la necesidad de una «cohesión social basada en valores democráticos compartidos».
Así, pues, la izquierda ha adoptado tradicionalmente posturas pro – multiculturalistas, pero actualmente no se siente con respaldo social para ello. Recuérdese que el PSOE fichó para redactar su programa electoral a Wangari Maathai, quien defendía, en sus días mozos, la ablación del clítoris. Entre el multiculturalismo y el laicismo, se deciden por éste último y, así como se defiende una mayor igualdad de renta como factor potenciador del necesario ‘pegamento’ social, se hace lo propio respecto a ciertos valores (como un trato igualitario a la mujer). La postura no es incoherente. Ahora bien, ¿está la izquierda preparada para asumir y defender abiertamente esta retirada de las trincheras multiculturales y el paso al integracionismo vía defensa del laicismo y canto a los derechos humanos? Decía el líder laborista holandés, Wouter Bos, que sería cómodo para la izquierda dejar el debate del multiculturalismo a los conservadores pero que esto, no obstante, no ayudaría ni a los recién venidos ni a los ciudadanos que o bien se engañan a sí mismos repitiéndose que la diversidad no causa problemas o los que sufrirán la lenta erosión de la unión colectiva.
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