Islam

Un velo con (y no por) amor

la irundarra malika romero, convertida al islam, finaliza hoy el ramadán, como miles de musulmanes en euskadi

Diario de noticias de Gipuzkoa, Xabi Terrones - , 29-08-2011

“lAIT”. Es el saludo que se intercambian los árabes en la última jornada del Ramadán. Ese día que, a la espera de lo que decidan las autoridades religiosas de Arabia Saudí, será hoy, los millones de musulmanes de todo el globo celebrarán con té y dulces, muchos dulces, el fin de la festividad por la que han pasado un mes de ayuno en las horas de sol.

Malika Romero nos recibe en su casa vestida con una chilaba, una prenda típica de los musulmanes. Esta irundarra de 32 años, titulada en Administración y Gestión de Empresas, se convirtió al Islam hace siete. Aunque conoció esta religión merced a la relación sentimental que inició con el marroquí Chicham Ech-choayby, Malika se convirtió “no por amor, sino por lo que conocí del Islam, que se transformó en la única religión para mí”.

Esta joven señala que la religión musulmana le ha ayudado a conocerse mejor a sí misma, pero también a ser más amable y comprensiva con los demás.

Hace siete años, al aceptar los preceptos del Islam, cambió su nombre, Mónica, por el de Malika, “porque era el más parecido al mío”, señala. Esta religión obliga a los conversos a elegir el nombre islámico que deseen.

Durante el Ramadán, que este año empezó el 1 de agosto y acabará hoy, los musulmanes no pueden comer, beber o mantener relaciones sexuales durante el día o, más específicamente, desde el primer rezo, hacia las 5.00 horas, hasta el último, sobre las 23.00 horas. El momento exacto cambia cada día según el movimiento del sol. Tras el último rezo, Malika y su marido suelen tomar una típica sopa marroquí, llamada Hariri, y unos pintxos de cordero.

Son cinco los rezos diarios que todo musulmán debe respetar: al amanecer, al mediodía, a la tarde, en el crepúsculo y a la noche. “Reconozco que, por mi trabajo, no puedo rezar siempre a la hora debida, no voy a mentir”, dice entre risas Malika, que trabaja en una herboristería. De hecho, uno de los principios islámicos es la prohibición de mentir.

pobres

Donación

Otro precepto es la ayuda a los pobres. Antes del último rezo matutino del Ramadán, que realizan en la mezquita tanto hombres como mujeres, se pasa a la donación de dinero para los pobres. “Cada persona debe donar como mínimo cinco euros, aunque los que pueden donan más”, precisa Malika. Después, tiene lugar el Lait, que además de al saludo también da nombre a la celebración que realizan en casa de algún familiar o amigo, en el que hombres y mujeres toman té y dulces.

Las creencias de esta irundarra están muy bien afincadas. “El Islam me da una paz, una tranquilidad, que no tenía antes de convertirme”, explica Malika. “Lo más importante para convertirse es sentir a Alá en el corazón; no se puede ser creyente un día y al día siguiente no”, comenta. Por lo tanto, si se divorciara de su marido, añade, seguiría siendo musulmana.

Malika, a diferencia de algunas de sus amigas islámicas de Irun, no lleva velo, ya que, como dice, hasta el momento no se ha sentido preparada para ponérselo, porque “una vez que lo llevas, debe ser para toda la vida”. Según indica esta joven, “es obligatorio para todas las mujeres islámicas ponerse el velo, aunque haya mujeres que no lo lleven”.

Otra cosa muy distinta es el burkha que, según Malika, no es una obligación del Corán, sino “una tradición en países como Afganistán que no tiene nada que ver con nuestro velo, que solo nos tapa el pelo”.

Con Chicham se comunica en español, ya que él lo habla a la perfección. No en vano, este joven de 31 años lleva desde los 13 viviendo en el Estado. Malika habla algo de árabe, pero no tanto como le gustaría, ya que reconoce que es “muy difícil”, aunque tenga que aprenderlo para cuando tengan hijos, “si Alá quiere”, añade con una sonrisa.

En varias ocasiones, esta irundarra ha viajado a Tánger, la ciudad marroquí en la que nació su marido, para visitar a su familia política.

También ha estado en Argelia y Túnez, pero un deseo que aún esta pareja no ha cumplido es el de viajar a la ciudad santa de La Meca, cuya visita es obligada para los musulmanes al menos una vez en la vida, “siempre que se lo puedan permitir económicamente”, detalla Malika.

Sobre la decisión del alcalde de la localidad catalana de Salt de prohibir la construcción de una mezquita en el pueblo, esta irundarra señala que, si en Marruecos, por ejemplo, se permiten las iglesias, no ve razón por la que los musulmanes no puedan tener un templo en el que rezar.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)