LA "BANLIEUE" BRITÁNICA. Hackney es el reflejo del Londres que aúna las ínfulas olímpicas con la sociedad de la pobreza y el subsidio
Terreno pantanoso
La Vanguardia, , 09-08-2011Próxima parada, Hackney, noroeste de Londres, un lugar de mala muerte y un lugar de buena vida. Donde los neones luminosos y las fiestas en galerías de arte conviven kilómetro arriba kilómetro abajo con los coches en llamas. Territorio de mucho creatividad y – ya se ha visto-de unas ciertas dosis de nihilismo. Aleación mala de fraguar. Hackney no es el infierno. No es Mogadiscio, pero sí un feudo donde anidan las bolsas de pobreza, la violencia callejera y donde, a la vez, se otea y respira la grandeur rutilante y bien perfumada de la nueva ciudad olímpica.
El tren de los disturbios londinenses llegó ayer para quedarse a un distrito donde viven más de 200.000 personas y que volverá a tener esa “mala reputación” que cantaba Brassens y que se trabajó a pulso durante años por ser un rincón olvidado, deprimido y extremadamente mal comunicado. Una mala fama taimada en parte por el despertar artístico y creativo del este londinense – opuesto al aire bohemio-burgués del West-y filmado a cámara lenta, con efectos especiales y personajes simpáticos, en la muy canalla y célebre trilogía londinense (Lock & Stock,Snatch y Rockanrola) del director Guy Ritchie.
La etiqueta olímpica le había venido de perlas a uno de los cinco boroughs que forma el nuevo parque olímpico que ocupa algo menos de tres kilómetros cuadrados. Una zona que hasta hace un lustro, y en parte todavía, era una galaxia de eriales y scalextrics.
Es en territorios como Hackney donde el mind the gap que repite incesante la megafonía del metro londinense cobra todo su sentido. Aun lado, sobre las vías del progreso, se halla el vagón cool y fashion de los aros olímpicos y las lentejuelas – de la emergente ola de artistas, músicos, galeristas, restauradores y marcas de moda rompedoras en los barrios de Dalston, Spittalfields y Shoreditch-.Al otro, el andén inamovible que simboliza la Inglaterra del suburbio y del subsidio. En medio, en el gap,ese punto de desesperación o desidia que entronca con el No future! que entonaron los Sex Pistols hace treinta años o que antes cantaron Dickens o Twain en “Príncipe y mendigo”.
Hoy, la figura del niño Canty que vivía en el peor rincón de la metrópolis – Offal Court-la encarnan chicos jóvenes, chandaleros que tiran cócteles molotov subidos en su bicicleta, que queman contenedores y coches y birlan lo que pueden en una sociedad ultraconsumista de la que no pueden escapar.
Sus contradicciones, como las del distrito donde viven, alcanzan hasta su identidad. Se les llama hoodies (por la capucha de sus prendas deportivas) pero se plantan delante de la policía sin miedo, con rabia… y, en muchas ocasiones, a cara descubierta que puede cubrirse con una caja de zapatos, unos pantalones o un televisor de plasma.
Si la historia es cíclica, en Londres lo bordan. Se acerca una década y la violencia se desmadra y las tensiones se encabritan. Fue a finales de los años 50 cuando Notting Hill – hoy enclave de ricos, supermodelos y ministros de Economía-registró largos episodios de violencia y enfrentamientos entre obreros blancos – teddy boys-y la creciente llegada de la inmigración caribeña. A principios de 1981, Brixton, el tradicional barrio de los jamaicanos, sufrió los disturbios más graves hasta la fecha en las mismas semanas que ocurrieron los de Toxteth (en Liverpool). En Brixton rebrotaron los enfrentamientos en 1985 y 1989.
¿Y Hackney? Hackney siempre fue terreno pantanoso al respecto. También en el sentido literal. Zona húmeda y traicionera que se desecó hace siglos que ha dado nombre a una de la extensiones de campos de fútbol juntos más grande del mundo, los marshes.
Sucedió que en el 2001 – de nuevo comienzo de década-unas pocas calles del distrito se convirtieron en escenario de tiroteos con varias víctimas mortales, reforzando la leyenda no go area.Ahora es algo así como un pantano olímpico.
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