Obama también decepciona a los latinos
Clave en la elección del 2008, la minoría más influyente acumula frustración
La Vanguardia, , 08-08-2011De Barack Obama esperaban algo más, los hispanos.
Si en las presidenciales del 2008 no le hubieran votado en masa, quizá hoy no sería presidente. Les prometió reformar las leyes migratorias para acabar con la anomalía de más de diez millones de sin papeles, pero no pudo, o no supo, cumplir. Les dio esperanzas – y no sólo a ellos-de que Estados Unidos saldría de una crisis que se ha ensañado con las minorías, pero en estos años el paro se ha disparado y en agosto del 2011 la economía se asoma a la recesión.
Estos días, tras el peor ataque a EE. UU. en Afganistán desde el inicio de la guerra en el 2001, y con la fiabilidad económica de la superpotencia en duda por la deuda y el bloqueo político, los latinos no son la preocupación más inmediata del presidente.
Pero en pocos sectores de la población la decepción es tan palpable como entre los hispanos o latinos, los más de 50 millones de personas de origen lationamericano que forman la primera minoría del país y que están transformando su política y su sociedad.
En las presidenciales del 2008, un 67% de votantes latinos optaron por el demócrata Obama, en parte por la percepción, extendida entre los ciudadanos de origen inmigrante, de que el mensaje republicano rozaba a veces la xenofobia, pero también gracias a una campaña concienzuda para sacar a votar a un electorado con tendencia a quedarse en casa.
¿Y en las presidenciales del 2012? ¿Movilizará Obama de nuevo a este electorado cada vez más decisivo?
“Yo creo que una cosa que está clara para el 2012 es que los latinos otra vez van a ser determinantes”, dijo hace unos días Clarissa Martínez de Castro, dirigente del Consejo Nacional de la Raza, el principal grupo de presión hispano en EE. UU. “La cuestión es si van a ser determinantes porque deciden salir en grandes números o si de todos modos van a ser determinantes porque no tengan la energía para salir a votar y esto también vaya a ayudar a decidir quién gane”.
Martínez de Castro hablaba minutos después de un discurso de Obama ante la conferencia anual del Consejo Nacional de la Raza, que se celebró a finales de julio en Washington. La simpatía hacia Obama entre los hispanos no ha desaparecido, pero ahora se mezcla con la decepción por las promesas incumplidas.
Cuando el presidente abordó la frustrada reforma migratoria, dijo: “Ya se que a algunas personas les gustaría que ignorase al Congreso y cambiase las leyes yo solo”. Entre el público algunos le interrumpieron con el grito de “Yes, you can! Yes, you can!” Una variación del Yes, we can con el que en el 2008 Obama ganó las elecciones. Sólo que esta vez ya no era “Sí, podemos”, sino “Sí, puedes”. Se sobreentendía que Obama no había querido hacerlo, o no se había esforzado lo suficiente para superar el bloqueo republicano en el Congreso.
“Hay que ver cómo están los tiempos”, admitió Martínez de Castro, en alusión al control republicano de la Cámara de Representantes y el bloqueo casi sistemático de las iniciativas de la Administración Obama. “Lo que ha quedado claro en los últimos años es que un asunto como la reforma migratoria se hace o deshace de manera bipartita”.
Sin los republicanos no hay reforma posible. Pero los activistas latinos creen que Obama podría hacer más, por ejemplo reduciendo las deportaciones de sin papeles, que han aumentado.
Que a la Casa Banca le preocupa la posible desconexión con la base hispana quedó claro a principios de julio, cuando organizó una “conferencia de política hispana”. Durante dos días, 160 líderes hispanos de 25 estados se reunieron con decenas de altos funcionarios de la administración.
“Como comunidad ya no somos invisibles”, dijo a los asistentes Cecilia Muñoz, ex dirigente del Consejo Nacional de la Raza y ahora directora de asuntos intergubernamentales en la Casa Blanca. “Como comunidad somos fundamentales para el futuro del país”.
En diversos coloquios, los asistentes abordaron cuestiones como la crisis económica y los recortes sociales, los accidentes laborales, la discriminación de la mujer, la situación en las regiones agrícolas y la inmigración.
La idea de la Casa Blanca era reconectar con los hispanos, escuchar las inquietudes de los líderes comunitarios. Y transmitirles el mensaje de que, aunque iniciativas estrella como la reforma migratoria o la regularización de estudiantes indocumentados difícilmente se desbloquearán de aquí a las presidenciales del 2012, los hispanos saldrán beneficiados por las iniciativas del presidente en la educación, en la sanidad, en la economía. Como dijo Stephanie Valencia, otra asesora de la Casa Blanca, las políticas de la Administración Obama conectan de una forma u otra con los intereses de la comunidad latina.
“Hay decepción dentro de la comunidad, y quisiéramos tener mejores opciones. Desgraciadamente los republicanos no están presentando muchas opciones”, dijo unos días después Clarissa Martínez de Castro.
El Consejo Nacional de la Raza invitó a su conferencia anual a cuatro candidatos republicanos a la presidencia: Mitt Romney, Jon Huntsman, Newt Gingrich y Tim Pawlenty. Ninguno acudió.
Los latinos se debaten pues entre el rechazo a los republicanos y la decepción con Obama, según los dirigentes del citado lobby.
“La pregunta – dijo Martínez de Castro-es cuántos van a salir, cuántos latinos. Y creo que los votantes latinos se están cansando un poco con que la única opción que tienen sea la menos mala”.
Lo que ocurra en el 2012 será un indicio de si esta comunidad forma un bloque fiel al Partido Demócrata, lo que puede reconfigurar el mapa electoral y socavar de forma duradera a los republicanos, o si forma un grupo volátil, sin fidelidades partidistas.
Los estrategas se fijan en el comportamiento electoral de otras minorías en el pasado. La incógnita es si los hispanos serán como estadounidenses de origen irlandés, que pasaron de ser demócratas a posiciones más conservadores, o como los afroamericanos, que votan casi en bloque al Partido Demócrata.
¿Negros o irlandeses? Esta será la cuestión. La respuesta definirá la política de EE. UU.
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