Editorial
Preguntas inevitables para tragedias evitables
Siguen apareciendo cadáveres junto a la isla italiana de Lampedusa de inmigrantes que buscaban un futuro mejor ante la dramática situación que atraviesa África y para la cual las grandes potencias no tienen solución
Diario de noticias de Gipuzkoa, , 08-08-2011lA lista negra y dramática de vidas perdidas sigue creciendo. El problema de la inmigración, huérfano de padre y madre, ha provocado la muerte de decenas de personas, según relato de los supervivientes, al igual que se ha cobrado la vida, en las inmediaciones de la isla italiana de Lampedusa, de otras 25 personas que intentaban buscar una vida mejor en Europa, aunque en este caso 36 mujeres y 21 niños pudieron ser rescatados por las autoridades italianas. La situación en el continente africano empeora por momentos, si es que a estas alturas se puede estar peor: la ONU ha extendido la hambruna a tres regiones más de Somalia, mientras Cruz Roja, entre otras, solicita 60 millones de euros adicionales para intentar contener una situación inhumana. El hambre y la inestabilidad política y social de esos países obligan a muchos a una apuesta a vida o muerte. Ciudadanos libios en su mayoría, impotentes, carentes de todo, se lanzan al mar en condiciones muy precarias. Los 120 kilómetros que separan África de Europa en esa zona son una tentación. Italia registra la llegada de africanos por miles, aunque nadie cuenta los que se quedan por el camino, ahogados lejos de los focos y el conocimiento público. Todo el mundo tiene derecho a intentar vivir una vida mejor, aunque ese derecho choque con leyes, cupos, crisis económica y, sobre todo, con habas contadas. El problema no es nuevo. Muchos ciudadanos tuvieron que dejar atrás su casa, su familia, sus ilusiones y su patria empujados por la necesidad. Emigraron, trabajaron y lograron iluminar su vida. Estas personas buscan lo mismo, están en su derecho. Cualquiera puede imaginarse, dedicando unos minutos al asunto, lo desesperado que hay que estar para abandonar el hogar. Hablar de vicio, antojos o términos similares es absurdo. La inmigración descontrolada es un problema de difícil solución si es que la tiene, pero ante estas tragedias resulta inevitable preguntarse dónde está el mundo, dónde están las potencias, la ONU, la UE, dónde las organizaciones que mueven miles y miles de millones de euros para, en teoría, organizar este planeta, dónde está el sentido común y dónde la solidaridad. Todos estos pueblos no necesitan caridad sino ayudas estructurales que les permitan, poco a poco, fabricar esperanza en sus propios países.
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