tradiciones islámicas

15.000 musulmanes están llamados en Navarra a celebrar el Ramadán del 1 al 30 de agosto

Practican un ayuno total desde las 5 de la mañana hasta las 21.30 horas de la noche Los fieles destacan que es una época de reflexión y que sirve para conocer el sufrimiento de quienes no tienen nada

Diario de Noticias, miguel turullols, 03-08-2011

pamplona. “Dios le dijo a Mahoma, nuestro profeta, que nos transmitiera el mensaje de que, cada año, al menos durante un mes tenemos que rezar de una manera más profunda”. Así explica el fundamento del Ramadán Malick Gueye, un senegalés de 27 años que, desde el 1 al 30 de agosto, ayunará junto a otros 15.000 musulmanes afincados en Navarra para celebrar la Noche del Decreto, momento en que Mahoma recibió la primera revelación del Sagrado Corán y comenzó su misión como Profeta y mensajero de Allah.

Pero el Ramadán también significa tiempo de reflexión, compasión y humildad. “Lo hacemos como un gesto de solidaridad para conocer y vivir el sufrimiento de aquellos que no tienen nada”, relata Mohamed Talbi, un argelino de 47 años residente en la Comunidad foral desde hace ya 20 años. “Es una lección social y religiosa. Sirve para reflexionar y entender mejor la situación de cada persona”, prosigue Talbi.

Con estos objetivos, alrededor de 15.000 fieles iniciaron el 1 de agosto los ayunos obligatorios para todos los adultos en buen estado de salud. Los niños, los ancianos y las personas con problemas de salud que podrían empeorar en caso de cumplir el Ramadán, quedan exentos. También pueden librarse quienes hagan un viaje superior a una noche y un día. No obstante, todos los musulmanes consultados ayer coinciden en que se acaban acostumbrado al ayuno y que, aunque se pasa hambre, se hace de buen grado.

“Si no piensas en comer, no tienes hambre”, se ríe Mamadu Sow, senegalés de 34 años, que reconoce que “es sufrido” pero está “acostumbrado”. En estas fechas de especial regocijo dentro de la comunidad musulmana, Sow incide en la solidaridad y destaca que es tiempo de “repartir con los hermanos”. Él reza en su casa las cinco oraciones diarias estipuladas y, a veces, acude a la mezquita de San Jorge, en Pamplona, donde la pasada noche más de doscientas personas acudieron a la oración del Tarawih, una de las principales del Ramadán y que ofrece el perdón de Allah sobre todos los pecados de los fieles.

recuperar las fuerzas

La cena comienza con uno o dos dátiles

Desde que sale el sol hasta que se pone, los musulmanes tienen prohibido comer, beber (agua incluida), fumar y mantener relaciones sexuales. En algunos países árabes, durante estas fechas, se modifican los horarios de manera que las actividades diarias se desarrollan más por la noche. Pero aquí, en una tierra predominantemente cristiana, los musulmanes encuentran la dificultad añadida de que todo el mundo come a todas horas. “Aquí es más difícil que en Senegal”, reconoce Malick Gueye, pero insiste en que ya tienen costumbre y que, de hecho, en Senegal, aunque el 95% de la población es musulmana, “ves gente de otras religiones que come y bebe durante el día y no pasa nada”.

Lo peor, explica, es soportar la sed, que, en el momento de la entrevista, en torno a las 13.30 horas de ayer, manifestó que ya sufría, cuando todavía le quedaban ocho horas para poder dar un trago.

Para reponerse del esfuerzo, los musulmanes no preparan cenas especiales. Únicamente destacan los dátiles, una fruta proveniente de palmeras del Magreb y cuya composición es de un 70% de azúcar. “Es el único fruto cuya glucosa va directa a la sangre, por lo que te recupera cuando te falta energía”, comenta Mohamed Talbi. En su casa, se juntan toda la familia para cenar platos típicos de su tierra, Argelia, tales como sopas, carne o los dulces árabes. De hecho, en su tienda (trabaja en una carnicería) vende diferentes variedades de delicias argelinas como la samsa, el sigar, la mhancha, el ktayef y la zelabiya.

Distinta dieta sigue El Hadji Nango Ndiaye, senegalés de 30 años que para reponerse de los ayunos se decanta por el arroz, ya sea con pescado o con pollo.

También varía la alimentación en casa de Youssef Rouan, marroquí de 29 años cuyo esfuerzo en el ayuno es triple, no doble, dado que trabaja en una tienda de alimentación. Rouan explica que para cenar se juntan toda la familia y degustan platos tradicionales de Marruecos, como el cuscús, aunque también abunda la sopa, el pan árabe y la chebakia, unos dulces de miel marroquíes.

una fecha de felicidad y familia

Muchos musulmanes regresan a su país a celebrar el Ramadán

Salvando las distancias, el Ramadán podría considerarse el equivalente a la Navidad cristiana, una época donde los creyentes reafirman su fe en Dios, al igual que se trata de unas fechas de especial felicidad y reencuentro con la familia.

Por este motivo, a veces puede resultar un poco duro para los miles de inmigrantes que celebran el mes sagrado del Islam lejos de sus países, como, por ejemplo, Malick Gueye y El Hadji Nango Ndiaye. El primero reside en Bilbao, pero, precisamente, ha venido unos días para celebrar el Ramadán con su amigo Ndiaye, afincado en Pamplona desde hace ya dos años. Este último, cuenta que varios de sus amigos senegaleses han regresado a sus países en estas fechas, unos pocos, claro, sólo quienes pueden permitírselo, para vivir este mes tan especial junto a su familia.

Los que se quedan aquí, al menos, celebran la tolerancia de los navarros, que, asegura Mamadu Sow, que lleva cinco años en el Estado, “respetan nuestra tradición”.

“Nunca he visto un rechazo claro al Ramadán”, añade Mohamed Talbi, que relata que, aunque a muchos cristianos les “parece difícil nuestro ayuno”, siempre se ha respetado su “libertad de credo y expresión”.

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