doble atentado en noruega
Noruegos en Euskadi: "Creíamos que era otro 11-M"
Dos noruegos, afincados en Euskadi, reviven la tragedia y creen que la policía "hizo lo que pudo"
Deia, , 28-07-2011Los más de dos mil kilómetros que separan Bilbao de Oslo se acercarán hoy de la mano del acto solidario convocado frente al Ayuntamiento a las doce del mediodía, en homenaje a los 76 fallecidos en el doble atentado. Finn Birger Lie y Beate Soia, dos noruegos afincados en Euskadi, son de esos pocos compatriotas que eligieron el norte para echar raíces, y que seis días más tarde de la matanza, se resisten a asimilar la tragedia. Beate Soia, de 37 años – que vino a Bilbao hace once años con una beca Erasmus – , todavía está apabullada. “Realmente, creíamos que era otro 11 – M. Me tocó vivir la masacre en Madrid, donde estuve tres años trabajando, y fue como repetir sensaciones. Quizá el Nobel de la Paz un tanto polémico, o las decisiones adoptadas últimamente, me hicieron pensar en un atentado islámico”, afirma Soia, que compartió con su padre, de vacaciones en la capital vizcaina, las tristes noticias.
Finn Birger Lie, un profesional del mundo de la óptica radicado en Euskadi desde hace quince años, también creyó que la matanza había sido perpetrada por alguien perteneciente a la comunidad musulmana. “Lógicamente pensamos en un atentado islámico, era lo único que se podía pensar por la participación que tenemos en Afganistán, en Libia…”, dice evocando sus primeras impresiones el viernes al mediodía. A Lie, nacido en Oslo en 1962 pero apasionado por vocación y por amor de Euskadi, poco a poco se le desmontaron los esquemas. “Hablé con mi hermana – que allí se enteraba más rápidamente – y la primera noticia de Utoya que me proporcionó es que había una persona de aspecto nórdico y disfrazado de policía, disparando”. “Era difícil de creer”, dice Finn, expresando aún su asombro. “Era muy difícil pensar que un grupo islámico había pagado a alguien de allí para hacer la matanza, o que alguien de Noruega convertido estuviese tan involucrado en la defensa del islam que organizara estos atentados”, afirma, jugando con las conjeturas. “Enseguida se pensó que podía ser algo de la ultraderecha porque ha habido bastantes manifestaciones contra la inmigración, pero tampoco para llegar a estos extremos”, continúa.
A su juicio, lo sucedido es algo increíble. “Nunca ha pasado algo similar en Noruega y no estamos organizados para este tipo de emergencias. El autor confeso, Anders Behring Breivik, era plenamente consciente de que julio es el mes de vacaciones por excelencia y que un viernes por la tarde hay muy poca gente trabajando”, sentencia Lie, que mantiene una relación muy estrecha con sus amigos y familiares allí y consulta los periódicos noruegos por internet todos los días.
También en la distancia, Soia asegura que se enteró cuando llamó un hermano suyo desde el país nórdico. “Primero nos enteramos de la bomba en Oslo, y luego del tiroteo de Utoya, pero la verdad es que yo he seguido la tragedia por los medios de aquí porque en internet no he podido leer mucho”. Beate, residente en Euskadi desde hace once años, ha tenido este año una niña – ya tiene otro vástago – y anda mal de tiempo. “Nunca se me había ocurrido pensar que algo así podía suceder en Noruega, eso siempre se ve como algo lejano, algo que ocurre en otros lugares”, dice esta joven que suele viajar una vez al año al país donde viven sus padres y sus dos hermanos.
Inmigrantes integrados Ambos son conscientes de que la ultraderecha planea como problema de fondo. “En las últimas elecciones, el Partido del Progreso fue el segundo más votado, pero después ha caído mucho en intención de voto”, justifica Lie. La creciente inmigración es uno de los argumentos esgrimidos por el asesino. “Cuando yo me fui de Oslo, en 1995, no había ni un tercio de los inmigrantes que hay hoy. En la capital, hay barrios enteros de inmigrantes, colegios donde los noruegos son una clara minoría y eso no había pasado antes”, dice Lie. “También es cierto que la segunda generación de inmigrantes son personas adultas y están perfectamente integrados en la sociedad noruega”, declara.
Sin embargo, Soia indica que ella no ha notado una gran proliferación de extranjeros. “Lo que pasa es que yo soy de un pueblo, Kongseerg, una localidad unida con la ciudad por un autobús cada hora y allí se nota menos”. A 30 kilómetros al norte de Oslo, queda justo en dirección opuesta a Utoya. “Pero el lago es un sitio que todos conocemos bien. Allí va mi hermano de vacaciones”, expresa aún abatida Soia, que asegura que de su pueblo hay una niña implicada en la tragedia.
Inmersos en las críticas suscitadas, Beate Soia cree que el debate social tendría que pasar más “por la posesión de armas o el acceso a los fertilizantes con los que ha fabricado la bomba, que por si la policía ha tardado más o menos en llegar”. Lie considera que los noruegos prefieren pensar que “se hizo todo lo que se podía con los medios disponibles”. “Lo que pasa es que hay que mejorar algunas políticas de seguridad pública. Sobre todo vamos a notar la diferencia ahí. Vamos a ver que existirá más implicación por parte de los jóvenes en la política en general, y va a haber un acercamiento con los inmigrantes. Como esta masacre ha sido cometida por alguien de dentro, los inmigrantes también se sienten atacados. En la isla había muchos jóvenes de origen paquistaní, hindú, asiático…, que han fallecido. Los periódicos noruegos hablan de una docena de víctimas”, afirma Lie. “En cierto modo, lo sucedido tiene que obligar a replantearnos algunas cosas porque no nos puede dejar indiferente”, concluye Beate Soia.
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