FÁTIMA RUIZ / Madrid
«No existen los paraísos, tampoco el escandinavo»
El Mundo, , 27-07-2011El sur de Europa suele mirar al norte como al primo lejano que logró hacer fortuna. Una boyante región con la billetera cargada y sentido común a la hora de abrirla. Una población que paga mucho por vivir bien. Mujeres que trabajan y cobran como hombres. Madres cuyos permisos de maternidad abarcan poco menos que hasta la primera comunión de su prole. Y un paisaje resquebrajado por el hielo que recorta un mapa bendecido por la hermosura.
Tanta claridad boreal ha sido eclipsada en los últimos años por el negro de unas novelas que han matizado los contornos de ese espejismo que la masacre noruega ha quebrado del todo. «Esto no es un paraíso», declara a este diario por teléfono Daniel Poohl, director de Expo, la revista sueca antirracista que fundara el difunto novelista Stieg Larsson en el año 1995. «La raza humana no ha creado ninguno y cuando lo intenta, suele terminar en infierno».
El sucesor del best-seller y autor de la trilogía Millenium en la tarea de arrojar luz sobre las zonas oscuras de la sociedad sueca se declara «orgulloso» de su modelo político y social, pero advierte de que en él hace tiempo que ha anidado la intolerancia: «Como en el resto de Europa».
Poohl ha asistido a la doble tragedia en Oslo y en el campamento de Utoya en estado de shock. «Vivo cerca de la frontera y para mí Noruega es casi Suecia, casi mi propio país, así que personalmente ha sido un tremendo impacto», explica. «Hemos presenciado este tipo de ataques en el pasado, pero procedían de movimientos neonazis; lo chocante es que este atentado lo haya provocado alguien relacionado con movimientos antimusulmanes, que no se distinguen por recurrir al terrorismo».
Los neonazis, continúa el periodista, «luchan contra la conspiración americana y atacan a gente o instituciones relacionadas con ella, pero en este caso lo que se ha golpeado es el multiculturalismo que está destruyendo Europa y la socialdemocracia responsable de esa destrucción».
Sin embargo, Poohl, que ejerce de vigía de la ultraderecha en la zona desde la atalaya de su revista, no cree que la masacre de Anders Breivik se encuadre en una tendencia más amplia ni alerta contra futuros ataques de este tipo en Suecia.
«Se trata de algo sin precedentes. Los ataques terroristas contra objetivos musulmanes no son nuevos en el mundo y los hemos visto en repetidas ocasiones, como también hemos visto ataques contra otros grupos religiosos», relata, recordando el genocidio judío que tuvo lugar en Europa. «Pero si la idea de librarse de ellos no es nueva sí lo es la de perpetrar una solución violenta contra la islamización que amenaza al mundo occidental». Tampoco observa el heredero de Larsson un aumento grave de la extrema derecha en Noruega, aunque sí afirma que «lo ocurrido es la consecuencia más extrema de la retórica antimusulmana y anti inmigración, que se ha convertido en parte del paisaje no sólo escandinavo, sino también europeo».
No considera culpables a los partidos extremistas como el del Progreso, al que el propio Breivik perteneció durante varios años y cuya presidenta insiste en que no cambiará su política de inmigración tras los ataques, aunque sí los acusa de un discurso que proporciona el caldo de cultivo para la violencia: «No se puede achacar la responsabilidad de este suceso a esos partidos populistas empeñados en defender las tradiciones y la cultura de su país, pero sí es cierto que el asesino tenía el mismo análisis y la misma forma de ver el mundo que ellos pregonan».
Es decir, aclara, que el caballero templario que ha dejado un rastro de decenas de muertes en su cruzada por salvar la cristiandad europea «tenía la misma perspectiva sobre el problema que esas formaciones extremistas, aunque difiriera sobre la solución, planeando una acción violenta en vez de encarrilar la cuestión por los cauces democráticos».
Lo indiscutible, afirma, es que los movimientos extremistas han crecido en apoyos. «La gente ha ido comprando esa visión de la maldad de las sociedades multiculturales, de la amenaza del islam o el peligro de la inmigración para el Estado del Bienestar y para su forma de vida».
Es una idea que está calando «de la misma manera que caló la maldad de los judíos antes de la Segunda Guerra Mundial» y aunque «el antisemitismo persiste en la sociedad actual, la islamofobia se ha convertido en el problema más visible para Europa. Breivik es la consecuencia visible de ese tipo de ambiente».
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