Terror en Escandinavia | La conmoción
Un país desbordado
La policía rebaja el número de muertos en la isla de Utoya y Oslo de 93 a 76. En medio de la gran confusión, algunos cuerpos fueron contados dos veces.
El Periodico, 27-07-2011Penetrar en el juzgado del distrito de Oslo, el edificio donde iba a prestar declaración el supuesto asesino de decenas de jóvenes – un hombre al que probablemente mucha gente hoy en el país escandinavo desearía ver muerto – era posible ayer sin tener que presentar un documento de identidad, o pasar siquiera bajo un detector de metales.
Pocas horas antes de que Anders Behring Breivik compareciera ante el juez, la policía noruega rebajó el número de víctimas mortales en la isla de Utoya de 86 a 68 personas, pese a que ya habían transcurrido tres días de lo sucedido. El número de víctimas mortales de los dos ataques pasó de 93 a 76. A medida que pasan los días, crece la sensación de que la doble masacre excede de largo las capacidades del país escandinavo, que rico y de extensión media, se halla, con cinco millones de habitantes, en los puestos de cabeza en la lista de naciones menos pobladas del mundo.
Geir Engebretsen, secretario del juzgado de distrito de Oslo, probablemente nunca tuvo que lidiar durante toda su carrera profesional con cientos de periodistas haciéndole una y otra vez la misma pregunta en noruego y en inglés. Haciendo gala de paciencia infinita y escasas dotes para la comunicación, leía, a quien se lo pidiera, en la misma escalera del moderno juzgado, la decisión del juez Kim Heger de que la audiencia judicial se realizase a puerta cerrada.
BODA EN EL JUZGADO / Es precisamente esta proximidad, propia de un país donde todo el mundo parece considerarse vecino, lo que hizo posible que, mientras cientos de reporteros montaban guardia y los periodistas estrella de las grandes cadenas realizaban conexiones en directo, los participantes de una boda – con la novia embarazadísima – salieran de los edificios del juzgado y desfilaran con toda la naturalidad ante lo más granado de la prensa internacional.
Pero los desajustes a la hora de afrontar la masacre y sus consecuencias van mucho más allá de las escenas chocantes. Durante el fin de semana se supo que la unidad Delta, los grupos especiales noruegos tuvieron que recorrer por tierra los 38 kilómetros desde Oslo, en lugar de hacerlo por aire, y que el barco que trasladaba a la policía hasta la isla era lento, lo que contribuyó a que la policía llegara a Utoya una hora después de iniciarse el tiroteo.
Una vez el presunto asesino fue arrestado, la confusión hizo que algunos cadáveres fueran contados varias veces, lo que elevó la cifra de muertos, según explicó ayer el director de la policía noruega, Oystein Maeland.
Que los problemas para la accesible sociedad noruega no han hecho más que empezar lo demostró ayer Alexander Raina. Este joven de 24 años atacó el vehículo en el que iba Breivik en el momento en que llegaba al juzgado llamándole «traidor». A su lado, un compañero de origen inmigrante, admitía que si pudiera, iría a la cárcel solo para matar al asesino múltiple. Poco después, 150.000 personas salían a la calle en el centro de la capital en recuerdo de las víctimas.
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