Tribuna Abierta
Diáspora de ida y vuelta
Deia, , 08-07-2011LA palabra “diáspora”, (del griego diasporá, dispersión), se puede definir como el distanciamiento o movilidad de grupos étnicos o religiosos que han abandonado su lugar de procedencia originaria y que se encuentran repartidos por el mundo. Dicho de otro modo, también podríamos hablar de migración poblacional (ya sea emi o inmi, salida o llegada de/a alguna región). La historia de los vascos que emigraron y echaron raíces en lejanas tierras es – aunque sea por diferentes motivos y en distintas épocas – rica, variada, diversa, universal y es tan extensa que no cabe en un único libro, mucho menos en un artículo de opinión como éste que sólo pretende hacer un pequeño relato que mueva a la reflexión.
Desde 1492 – en Europa – el hecho (no “fenómeno”) migratorio tiene un auge espectacular. El descubrimiento de lo que hoy conocemos como América (no sólo Estados Unidos), revolucionó la percepción que las gentes de la época tenían del mundo y de la sociedad que les rodeaba, abriendo una era de globalización que llega a nuestros días, aunque la actual no tenga mucho que ver con aquella. Desde los primeros hombres y mujeres que pisaron tierras al otro lado del Atlántico – marineros, colonos, poetas, escritores, clérigos, soldados, nobles, comerciantes… – , hasta hoy, muchas generaciones de vascos han ido estructurando y fortaleciendo esa diáspora. Ejemplo de ello hay muchos en tierras americanas. Me centrare brevemente en una de esas tierras, Chile.
Ya en el momento mismo de la fundación (1541) de la que ahora es su capital, Santiago de Chile, encontramos a un vasco, el alarife Pedro de Gamboa, originario de Elgorrieta, Bizkaia, el cual se encargó del trazado de la nueva ciudad. Posteriormente, arriba a tierra chilena Alonso de Ercilla y Zuñiga, escritor, poeta y guerrero bermeano, creador del poema épico La Araucana, en la cual destaca la figura del pueblo Mapuche. Ya en el siglo XVII, insignes guipuzcoanos, como Ignacio de la Carrera e Iturgoyen, quien fue gobernador de Valparaíso y de Chiloé, y casado con la alavesa Catalina Ortiz de Elguea. Su bisnieto, Ignacio de la Carrera y Cuevas, forma parte de la primera Junta de Gobierno que se reunió el 18 de septiembre de 1810 y que es considerada la precursora del proceso de independencia de España; sus hijos – los hermanos José Miguel (el primer General del Ejército de Chile), Javier, Juan José y Luis – destacados en las batallas militares de la independencia y en su logística. Y un dato mas de esta familia: la madre de los hermanos Carrera es descendiente directa del vizcaino Juan de Garay. Otros vascos destacados en estos años fueron, José y Vicente Larraín, Antonio José de Irisarri, Mateo de Toro y Zambrano Uretra (presidente de la Junta), el obispo Martínez de Aldunate…
Llegamos al siglo XX, y muchos son los descendientes de esa diáspora que se destacan en diferentes ámbitos. Por citar algunos: En lo cultural, dos premios Nobel de Literatura: Gabriela Mistral (Lucila Godoy Alcayaga) y Pablo Neruda (Neftalí Reyes Basoalto). Cabe destacar que es a Neruda a quien se le debe el rescate, a bordo del vapor Winnipeg, de mas de 2.500 exiliados de la guerra civil, entre ellos muchos vascos. En lo religioso, los santos, Alberto Hurtado y sor Teresa de los Andes. En lo político, al menos siete presidentes de Chile de este siglo tienen ancestros vascos. Y en nuestro siglo XXI, la tónica sigue siendo la misma: el actual jefe de Estado, Sebastian Piñera, tiene por apellido materno Etxeñique.
Ahora bien, para ello se han debido (de manera intuitiva hasta el siglo XIX y de forma metodología, a partir del XX), ir cimentando y afianzando los necesarios espacios de interculturalidad, cuyos frutos son la integración plena del emigrado en todos los ámbitos de la sociedad donde se decide vivir hasta el punto de pasar a ser uno mas entre sus conciudadanos. Ejemplos actuales de esta integración y participación son: EmpreBask, la asociación de empresarios de origen vasco que incluye a emprendedores chilenos que se han desarrollado en tierras vascas en los últimos 20 o 30 años. Y no menos trascendental, la presencia de las Eusko Etxeak, la de Santiago de Chile (fundada en 1956) y la Eusko Etxea de Valparaíso, fundada en 1943 con motivo de una visita del lehendakari Aguirre. En estas asociaciones se apoyan negocios e intercambios comerciales, también se promueven la lengua, la cultura, la historia, las tradiciones vascas; todo ello en clave ciudadana, aportando a la sociedad chilena trabajo asociativo, riqueza cultural y económica, asumiendo una condición activa como ciudadano, superando así la propia percepción de ser de origen extranjero.
Como se lee, la diáspora vasca en Chile, como en muchos otros rincones del mundo, es parte de la sociedad donde viven y trabajan sus miembros. Aquí, en Euskadi, en nuestras ciudades, hay muchas y variadas diásporas. Nuestras calles son recorridas por diversas lenguas, colores y sensibilidades culturales venidas de otras tierras. Estos ciudadanos, con el correr de los años, también se han ido organizando en asociaciones culturales que representan sus costumbres, lenguas, historias, son las Eusko Etxeak de sus países de origen, en Euskadi.
Concretamente en Bilbao, desde hace cinco años, estas asociaciones vienen organizando – con el apoyo de las administraciones local, foral y autonómica – una semana de actividades culturales, artísticas, pedagógicas y festivas que se ha denominado Festival Gentes del Mundo, celebrado hace solo unos días. Otro paradigma del deseo de participación ciudadana se constata en la creación del Consejo Local de Inmigración del Ayuntamiento de Bilbao, donde se integran las asociaciones culturales y sociales que desarrollan su labor en el botxo. Cada vez surgen mas ejemplos de esas otras diásporas que quieren convivir – no coexistir – como ciudadanos integrados, tal y como los vascos hacen en otras tierras.
Se produce este año y en estas fechas una simbólica coincidencia. Desde el pasado día 27 y hasta septiembre, se inaugura una exposición en la Biblioteca Foral de Bizkaia que trata de la diáspora vasca en diversos piases, uno de ellos Chile. Ambas actividades nos puede servir para mirar mas que para ver y para escuchar mas que para oír.
Por último y relacionado con las diásporas, la migración, la convivencia y la integración, deseo compartir con el lector una historia personal. El 27 de diciembre de 2010, se llevó a cabo el II Encuentro de Ciudadanía Vasca en el Exterior en la sede de Lehendakaritza. Acudí al encuentro en calidad de invitado y en representación de Eusko Etxea Valparaíso (ciudad, Valparaíso, que me vio nacer). De viaje a Gasteiz, pensaba en mi bisabuelo, Rafael Urtueta Untoria. Él fue uno de los directores fundadores de la primera institución vasca en Chile (anterior a las Eusko Etxeak y precursor de las mismas), el Centro Vasco Chileno de Socorros Mutuos, inscrito con personalidad jurídica y publicado en el Boletín de la Leyes y Decretos del Gobierno de Chile el 4 de octubre de 1915.
Casi cien años después, yo me encontraba representando en Euskadi a quienes él representó en Chile. Siempre he pensado que estoy cerrando un circulo que inició mi antepasado, haciendo el viaje de vuelta: él llegó a Chile, recién iniciado el siglo XX, fundó una familia y aportó sus mejores años a Chile, país que lo adoptó y al cual quiso hasta su muerte, con Euskadi en el corazón. Y es en ésta Euskadi suya – y mía – donde yo sigo sus pasos, concretamente en Bilbao, intentando ser digno de su legado y honrando a sus (mis) ancestros, con una parte de Chile en mi pecho.
De vuelta a Bilbao, una idea rondaba mi cabeza. Las diásporas – al salir – dejan la patria (que viene de pater, padre), al llegar a otra región, el instinto les lleva a intentar echar raíces. Su deseo (y necesidad) es encontrar la madre, una tierra que les acoja, donde poder sembrar y ser reconocidos como iguales. En ese aspecto, las emigraciones vascas y las inmigraciones que recibimos, no son tan distintas entre si. La sociedad vasca históricamente, ha sido un matriarcado. Y ojalá nunca cambie.
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