Wilders "denigró" el islam pero no incitó al odio
La justicia absuelve de racismo al líder populista holandés
La Vanguardia, , 24-06-2011BEATRIZ NAVARRO – Bruselas. Corresponsal
LIBERTADES Prevalece el derecho a la libertad de expresión sobre el ataque a la religión
SOSTIENE EL ACUSADO El islam “es una ideología peligrosa para los valores occidentales”
Se juzgaba a un político, el islamófobo Geert Wilders, pero tanto quienes le apoyan como quienes lo detestan coincidían en que estaba en juego algo más: el estatus de la libertad de expresión en la tierra de Erasmo.
No es de extrañar que varias televisiones holandesas emitieran ayer a primera hora de la mañana la lectura del veredicto de los jueces: la expectación era enorme y la sentencia final, rotunda. Wilders fue absuelto de todos los cargos que pesaban contra él, es decir, discriminación e incitación al odio racial por sus comentarios sobre la religión musulmana. Se refieren, según la sentencia, al islam “en general” ynoalos musulmanes como individuos.
La retórica del político holandés “está al límite de lo que es legalmente permisible”, pero no constituye delito, concluyó el Tribunal de Amsterdam que lo juzgaba. Sus comentarios han podido ser en ocasiones “ofensivos y denigrantes” pero se han producido “en el contexto de un intenso debate social sobre la inmigración y la multiculturalidad”, discusiones en las que Wilders participó “como político”, destaca el veredicto.
En Holanda, la condición de diputado no confiere total inmunidad, ya que sólo cubre los comentarios realizados dentro de la cámara parlamentaria. Y ha sido fuera del Parlamento donde Wilders se ha referido al islam como “una ideología peligrosa para los valores occidentales” y donde ha pedido que se prohíba la venta del Corán, un libro que juzga tan peligroso como el Mein Kampf de Adolf Hitler.
Los abogados de las asociaciones de inmigrantes y de un grupo de estudiantes de Derecho que denunciaron estas declaraciones ante los tribunales dijeron estar decepcionados porque la Justicia holandesa “deja de proteger a una minoría religiosa” y aceptan en defensa de Wilders que siempre ha dicho “no tener nada en contra de los musulmanes”. No descartan presentar el caso ante la comisión de derechos humanos de las Naciones Unidas.
Wilders, en cambio comunicó sentirse aliviado y feliz por la absolución. “No se refiere sólo a mí, es una victoria para la libertad de expresión en Holanda”, celebró a las puertas del tribunal, satisfecho porque el islam “pueda ser criticado”. Aunque incluso la Fiscalía había pedido su absolución, Wilders parecía no tenerlas todas consigo en los minutos previos a la lectura de la sentencia, pero su rostro petrificado pronto mudó en una amplia sonrisa.
La popularidad de Wilders no se ha resentido por verse sometido a juicio. Al contrario. Sigue siendo uno de los políticos más admirados del país. Le ayuda que, formalmente, forme parte de la oposición al Gobierno liberal conservador de Mark Rutte y pueda criticar con libertad sus decisiones, aunque al mismo tiempo le dé los apoyos parlamentarios que necesita para sobrevivir, en aras de un pacto político alcanzado tras las elecciones del 2010. Wilders es de hecho el socio clave de la coalición, el que le dio los apoyos necesarios (sus 24 escaños) para garantizar su estabilidad, a cambio de endurecer la política migratoria y de integración.
Los efectos de ese pacto empiezan a notarse. “El Gobierno comparte la insatisfacción social con el modelo de sociedad multicultural y planea invertir las prioridades a favor de los valores del pueblo holandés”, que anunció la semana pasada su ministro de Interior, Piet Hein Donner.
Ese giro se traducirá en la retirada de los subsidios para las minorías étnicas, a las que se considera responsables de su propia integración en la sociedad, explicó. En adelante, será “obligatoria” y tan exigible como lo es para los holandeses nativos, argumentó el ministro, porque sino “nuestra sociedad se va dividiendo poco a poco y al final nadie se va a sentir a gusto en Holanda”.
El Gobierno presentará en los próximos meses leyes para permitir la retirada de los permisos de residencia a los inmigrantes que no aprueben el examen sobre integración y prohibir el uso del burka en los espacios públicos. Este importante giro político ha recibido el apoyo de gran parte de la sociedad holandesa según varias encuestas. Casi un 75% de los ciudadanos la respalda, para un sondeo publicado el pasado domingo por el diario centrista Trouw.
Son medidas que vienen impuestas por el Partido por la Libertad (PVV), de Wilders pero que en mayor o menor grado impregnan los programas de los conservadores, los liberales y hasta los socialdemócratas.
El debate sobre la integración de las minorías étnicas y religiosas en Holanda (1,2 de sus 16 millones de habitantes son de origen musulmán) ha marcado el debate público de la última década, aunque la llegada de la mayor parte de los inmigrantes se produjo en los años sesenta y setenta. Fue entonces cuando Holanda firmó convenios con Marruecos, Argelia, Túnez y Turquía para recibir gastarbeiders,trabajadores invitados para paliar la falta de mano de obra autóctona. La siguiente ola, de menor calado, se produjo en los ochenta y noventa, alimentada por las guerras en Iraq, Afganistán, Somalia y los Balcanes.
Durante esos años, no hubo políticas activas de integración, más bien se animaba, se toleraba, que cada grupo viviera según sus costumbres. El asesinato en el 2002 del político Pim Fortuyn, el primero en hablar del fracaso de la multiculturalidad, lanzó y radicalizó el debate.
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