Cuando uno de los responsables de la Autoridad Portuaria recuerda aquel tormento de mañana, la del 23 de enero de 1999, suspira y asiente. «Alguno se nos escapó, alguno…». Habla del caso más grave de llegada de inmigrantes a la Comunitat en un buque, de los 50 marroquíes que saltaron del Azrou después de atracar en el Puerto de Valencia y que se desperdigaron por los barrios de alrededor. Fue una mañana de sustos y carreras.

Quién sabe si aquel fue el modelo que se utilizó para realizar ayer un simulacro en el Puerto de Sagunto que movilizó a más de 300 personas. A las 11.30 horas, diez figurantes se lanzaron al agua desde el Mar B, un buque amarrado en el dique del este, entre el Macarena B y el Lion of Olympia (abandonado desde hace años). El agente de la Policía Nacional que rutinariamente espera al desembarco alerta de la anomalía a la policía portuaria y, a partir de ahí, se pone en marcha el protocolo para estos casos.

Personal de la conselleria de Sanidad, Cruz Roja, Guardia Civil y Autoridad Portuaria acuden al muelle. Cada uno a su momento, cada uno con un cometido. Otros 50 ilegales escapan a la carrera, y 40 permanecen en el buque. «Lo más importante, nuestro mayor reto, es la coordinación, trabajar al unísono», advierte Juan Ruiz, del centro de control de Seguridad Portuaria que lleva Valencia, Gandía y Sagunto.

Poco a poco, sirena va, sirena viene, se va realizando el despliegue. Llegan las fuerzas del orden. Se levantan el centro de reconocimiento de Cruz Roja y el hospital de campaña de la Generalitat. Los recursos se van reclamando al Centro de Recepción de Medios para evitar la aglomeración de vehículos. Y cuando se captura a todos los inmigrantes se devuelven al buque (salvo los hospitalizados), pues la custodia corresponde al capitán, quien, si no ha cometido un delito, debe devolverlos al puerto de origen.