ELECCIONES 22 M

La deconstrucción de Europa

La Vanguardia, Montserrat Domínguez , 13-05-2011

Italia, Francia y ahora… Dinamarca. Europa empieza a levantar los muros que tanto había costado derribar mientras los europeos contemplamos cómo dos de los grandes hitos de la de arquitectura europea, Schengen y el euro, se tambalean. Para ser más precisos, habría que decir que hay una Europa que mira con estupor su deconstrucción, mientras otra se encoge de hombros ante la pujanza de una tercera, hasta ahora minoritaria, una amalgama de ultranacionalistas, xenófobos y populistas, que empujan a los gobiernos a adoptar medidas impensables hace apenas unos años.

El Ejecutivo de coalición danés, formado por conservadores y liberales, ha pactado con los ultras de Pia Kjaersgaard romper unilateralmente el tratado de Schengen y anticiparse así a Francia e Italia, que ayer se discutían en la UE. Los vecinos daneses son el espejo en el que llevan tiempo mirándose los finlandeses, hasta que finalmente han aupado como tercera fuerza política del país a los Verdaderos Finlandeses. Su líder, Timo Soini, explicaba estos días en The Wall Street Journal por qué es mejor amputar a los miembros de la UE que no pueden ser rescatados , para evitar que la gangrena se extienda. Finalmente sí apoyará el rescate financiero de Portugal, pero la desafección de los nórdicos hacia los problemas de Irlanda y el sur es cada vez más estruendosa.

Le he preguntado al escritor sueco Henning Mankell, un socialdemócrata comprometido y enamorado de África- vive a caballo entre la arena y la nieve, entre Maputo y Estocolmo-,qué estamos haciendo mal para que Europa esté abdicando de los principios que siempre ha defendido. Su mirada de desconcierto era descriptible; pero el padre de Kurt Wallander, que tantas veces ha descrito en sus novelas la hipocresía del Viejo Continente frente a los inmigrantes, cree que la única solución es no tapar los problemas y hablar sobre ellos. “El centro de Europa, ahora mismo, es Lampedusa”, dice.

De momento, España ha esquivado el populismo inherente a cualquier campaña electoral cuando se habla de inmigración. Los partidos hacen equilibrios para atraer al casi medio millón de extranjeros que pueden votar el 22-M sin perder de vista a los españoles, que, empobrecidos, compiten con los recién llegados por las ayudas municipales, las viviendas protegidas o el acceso a las guarderías y colegios. Resistirse a quienes ven en los inmigrantes el chivo expiatorio de nuestros males demuestra que nuestra clase política aún tiene valores compartidos que defender. Y esto, en la Europa que vivimos, no es una hazaña menor.

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