El reverso trágico de la revuelta árabe
El País, , 10-05-2011La tragedia de los desplazados de la guerra de Libia crece cada día. Desde que empezó el conflicto, 710.000 personas han huido del país, y más de 10.000 lo han hecho por mar, arriesgando su vida para llegar a Europa. El viernes, una barcaza con 600 prófugos naufragó cerca de Trípoli y hubo al menos 470 muertos. El domingo, en Lampedusa, cayeron al agua desde su barca 528 inmigrantes, entre ellos numerosos niños y mujeres. Fueron rescatados por las fuerzas de seguridad, voluntarios de organizaciones humanitarias, pescadores e incluso periodistas, aunque ayer las autoridades italianas hallaron tres cadáveres bajo la barcaza, que había encallado en las rocas.
Según los datos de la ONG Habeshia, que confirman tanto ACNUR (el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados) como la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), más de mil personas han muerto ahogadas en el Mediterráneo en los últimos tres meses cuando intentaban huir de Libia.
La OIM ha dado además la alerta sobre las 23.000 personas que han huido desde Libia hasta Chad por el desierto. “Una media de tres vehículos de gran capacidad llega a diario con 150 pasajeros cada uno. La temperatura en el Sáhara supera los 50 grados. Los que consiguen llegar están gravemente deshidratados y exhaustos. Pasan dos semanas cruzando el desierto sin alimentos ni agua, hacinados en un vehículo a pleno sol”, explicó Qasim Sufi, jefe de la misión de la OIM en Chad.
Las críticas a la actuación del Primer Mundo ante el éxodo de somalíes, etíopes, eritreos, nigerianos atrapados empiezan a ganar espacio. El portugués Antonio Guterres, responsable de ACNUR, ha pedido a los países industrializados que muestren hacia Túnez y Egipto “la misma solidaridad que ellos han mostrado hacia los refugiados de Libia”. Y el presidente de la República Italiana, Giorgio Napolitano, denunció ayer la “insatisfactoria actuación de la UE como sujeto político global” ante las revueltas. “Es el momento de decirse con mucha franqueza que construir una política exterior y de seguridad común se ha demostrado una empresa tan ardua como construir y consolidar la moneda única”, afirmó.
La OTAN se vio ayer directamente interpelada por una investigación del diario The Guardian, que reveló que 72 inmigrantes que viajaban en una patera con rumbo a Lampedusa fueron dejados a la deriva durante 16 días en marzo pasado. Murieron de sed y hambre 61 africanos, entre ellos 20 mujeres y dos niños, antes de que la corriente devolviera la barca a Libia. Según los supervivientes, un helicóptero de la Alianza les lanzó galletas y agua, pero no les envió ayuda, y unos días después, un portaaviones aliado se situó a unos 400 metros de la barca, pero tampoco les auxilió.
The Guardian aseguró que se trataba del portaaviones francés Charles de Gaulle. Tanto Francia como la Alianza desmintieron de forma categórica esa información. “No había barcos de la OTAN en la zona”, señaló Carmen Romero, portavoz de la Alianza. “Solo un portaaviones, el italiano Garibaldi, estaba en alta mar por esas fechas, pero operaba a unas cien millas y no vio nada”, añadió.
Organizaciones de derechos humanos reclamaron una investigación, mientras ACNUR pedía “una estricta cooperación entre navíos militares y comerciales para salvar vidas”. El sacerdote eritreo Moses Zerai, director de la ONG Habeshia, explicó a este diario desde Malta que los miles de eritreos, etíopes y somalíes que se encontraban en Libia cuando estalló la revuelta son los grandes olvidados del conflicto. “Pedimos a la UE que ayudara a evacuarlos, pero solo Italia transportó a 110 personas”, recuerda. “El resto no hizo nada. Si se hubiera escuchado la petición, los más de 1.000 fallecidos en el mar estarían ahora refugiados en diversos países. Pero la UE no está a la altura”.
La última “vergüenza” es Malta, afirma Zerai. Más de 400 prófugos viven desde hace semanas en un hangar del aeropuerto, y 200 más están en centros de retención. “Los niños se están poniendo enfermos porque viven entre grasa y veneno para ratones”, dice Zerai. “Los servicios de ayuda son insuficientes, algunas mujeres han sufrido episodios de violencia sexual y gente que tiene derecho al asilo político está internada en cárceles financiadas con fondos europeos, donde no se les concede ni la hora de paseo”.
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