El lugar donde nacen las pateras

Diario Sur, JUAN BONILLA, 08-05-2011

La noticia de la muerte de unos inmigrantes que trataban de alcanzar la costa española me pilla precisamente en una aldea senegalesa dedicada a la pesca y a la construccion de cayucos. Son unas criaturas impresionantes, inmensas barcazas con algo de mitológico que inmediatamente nos hace pensar en el Leteo. Las barcas de pesca, a las que en woloof se les llama galu mbal, suelen llevar entre 15 y 30 hombres. Miden unos veinticinco metros y cuando salen a faenar lo hacen de dos en dos para extender las redes en las que en buena temporada – choron, justo en esta época del año – caen cajas y cajas de pescado que sin embargo apenas puede servir para aliviar la pobreza de estas mínimas aldeas pesqueras, hechas de un patio de arena de playa donde siempre hay niños jugando al fútbol, y seis o siete puertas abiertas. Son hombres duros y mujeres calladas los que viven aquí. En esta en la que estoy, Guet Ndar, en la lengua de Berberia, cerca de San Luis pero más cerca de Mauritania, los hombres no se fían de mí. No saben qué voy buscando ni por qué les hago tantas preguntas.

Hoy salieron a faenar a las cuatro de la mañana y vuelven con la puesta de sol para el gran circo del mercado. Han traído 800 cajones de pescado, lo que significan 4.000 kilos. Esa cantidad se la lleva un camionero que depositará el pescado en mercados de Mali y Burkina. El dinero que los pescadores recibirán por sus faenas es miserable, no en vano están vendiendo sus cosechas a dos de los países más pobres del mundo y en ambos países hay ricos suficientes como para que no falte el pescado en sus dietas. Entre sus enemigos principales sin embargo no se encuentra en lugar preferente la miseria a la que se paga su trabajo. Digamos que consideran esa miseria como el resultado lógico de una traición. Más les duele ver cómo el Gobierno senegalés ha vendido su mar a los coreanos. Los barcos coreanos tienen patente de corso en estas aguas y su sistema de aspiración no sólo esquilma la abundancia de pescado sino que destroza las redes que los pescadores locales echan a unas aguas que fueron suyas. El negocio les salió rentable a los políticos que ingresaron una fortuna a cambio de traicionar a sus pescadores. Se supone que esa fortuna debería al menos haber servido para acercar la escuela a estos lugares, pero no. No hay escuela cerca. Y, totla, para los pocos años que los niños de aquí van a poder ir al colegio. A los ocho ya estarán con las redes. Luego a los 14 saldrán al mar. Así que ir o no ir al colegio no es primordial… para los padres. Porque aquí los hijos son mano de obra antes que nada.

Supongo que me subió un gesto de espanto a la cara y que los pescadores juzgaron que los estaba juzgando. Es algo con lo que un europeo debe tener cuidado siempre en cualquier país africano. El miedo a que piensen que somos alguien para dar lecciones. Pero que los pescadores hayan sido humillados por su gobierno no significa que haya que darles la razón en todo. La no escolarización de sus hijos es uno de sus grandes males. Los condenan a una vida de agua si es que el agua aguanta.

Estamos en uno de los países más ricos de la zona. Sólo tiene un 48 por ciento de paro. Eso significa mucha gente bajo los árboles sin hacer nada más que tomar la sombra. La única manera de sobrevivir para muchos de ellos es la venta ambulante de cualquier cosa que se pueda vender. Y el que consigue ahorrar lo suficiente se pagará un sitio en la próxima barca hacia Europa.

Pregunto a los pescadores por la organización de esos viajes malditos y por supuesto no saben ni contestan. Aunque hace falta ser ciego para no darse cuenta de quién es el que supo hacer negocio de todo este drama . Bastará con fijarse en una casa señorial que hay cerca de la aldea. El dueño es el que se hincha a ganar dinero con las pateras. Sus hijos, por supuesto, van a las mejores escuelas.

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