veo que el porcentaje de inmigrantes empadronados en Pamplona es del 12,8%. Muy similar a la media nacional y un punto superior a la media navarra. En el último año no ha crecido prácticamente nada. No creo que aquí seamos ni más ni menos racistas que en cualquier otro sitio, por supuesto que no. El racismo es miedo, más que otra cosa. Y como casi todas las clases de miedo, tiene mucho que ver con la ignorancia. Además, puede ser inducido y manipulado con una espantosa facilidad. Y se hace. En cualquier caso, es una pulsión que cada cual tiene que combatir dentro de sí para no acabar convertido en un miserable. Hace poco leí un artículo de divulgación científica en el que se contaban con amenidad algunos de los últimos descubrimientos sobre los inicios de la especie humana. Y entre otras cosas se decía eso: que todos procedemos de África. Y que no hay un solo ser humano sobre el planeta Tierra cuyos ancestros no salieran de allí. Seguro que lo sabían, pero está bien recordarlo. Los motivos por los que aquellos primeros hombres abandonaron su lugar de nacimiento eran fundamentalmente los de siempre: la necesidad de encontrar alimento, la esperanza de mejorar y la curiosidad. Un rasgo inequívocamente humano: querer conocer lo que hay al otro lado de las montañas y creer en la posibilidad de prosperar. El ser humano nunca ha parado. De modo que, en rigor, puede decirse que todos somos inmigrantes . Hijos de inmigrantes . Y padres de inmigrantes . Tengo una definición para inmigrante: alguien que busca una vida mejor. A menudo son los más valientes. Lo detestable es siempre el instante en el que a un partido político o a un líder más o menos iluminado se le ocurre que el discurso de la xenofobia puede granjearle un puñado de votos. Como le pasó hace poco a Artur Mas, que hasta se permitió manifestar en voz alta la posibilidad de organizar expulsiones de inmigrantes que no supieran hablar catalán. En fin, ojo con eso. En último término, inmigrantes somos todos, ya digo, no sólo los últimos en llegar.