Inmigración y discriminación

El Correo, JOSÉ GUIMÓN, 06-04-2011

En su informe anual ante el Parlamento, el Ararteko Íñigo Lamarca alertó recientemente contra los clichés xenófobos que parecen estar aumentando en la sociedad vasca hacia los inmigrantes. En un momento en el que el número de desplazados y emigrantes es el mayor de la historia de la Humanidad es indispensable que la población en general y los políticos en particular refuercen las actividades encaminadas en disminuir los prejuicios y combatir la discriminación contra esos grupos.

La ‘discriminación’ se define como «un tratamiento no favorable basado en el ‘prejuicio’ respecto a la raza, la edad o el sexo. Esta actitud se infiltra en todos los aspectos de las vidas de las personas estigmatizadas, excluyéndolas al negarles el pleno disfrute de sus derechos civiles, políticos, económicos, sociales y culturales (vivienda, empleo y educación adecuados) y disminuyendo su libertad de opinión y de expresión.

Los prejuicios no son privativos de personas depravadas o mentalmente alteradas, sino que, de forma más o menos consciente, acechan en el fondo de todos nosotros. Las primeras explicaciones sobre su génesis los atribuían a características individuales como personalidad autoritaria o falta de familiaridad hacia las personas discriminadas.

La llamada ‘teoría de la identidad social’ los explica por una tendencia ‘normal’ a conseguir una identidad social positiva a costa de denigrar a otros para colocarse uno mismo y a su propio grupo en una posición psicológicamente superior. Como esa tendencia es universal se supone que los prejuicios son mecanismos adoptados por selección natural para maximizar los beneficios, y minimizar los costos en la interacción social. Tendemos a sentir desconfianza cuando percibimos que los miembros de los nuevos colectivos son una amenaza para nuestros intereses y, en cambio, desprecio y sentimiento de superioridad si son grupos de los que podemos aprovecharnos para obtener un beneficio.

Un avance decisivo en la investigación psicosocial sobre relaciones intergrupales ha sido la aplicación de la llamada ‘neurociencia social’, que usa los modernos métodos desarrollados para medir el funcionamiento cerebral y psíquico para el estudio de la cognición social y que han ha sido utilizados en la medición de los estereotipos, el racismo, la percepción de emociones y la deshumanización. Las relaciones intergrupales a lo largo de los siglos han ido modelando nuestras estructuras cerebrales y haciendo que algunos grupos procesen a otros grupos con una percepción ‘deshumanizada’, como si fueran objetos o animales, como lo muestran recientes estudios con resonancia magnética (Harris y Fiske, 2009). Eso implica considerar que no poseen del todo un conjunto de capacidades propuestas para los seres humanos por la llamada ‘teoría de la mente’ (Gray y cols., 2007): la capacidad para experimentar algunas sensaciones (como hambre, miedo, dolor, placer, rabia, orgullo, vergüenza o alegría) y la habilidad para decidir si actuar bien o mal. Así, el grupo dominante considera que los miembros del ‘exogrupo’ están más cerca de los animales o de los objetos que los grupos a los que se ve como iguales o como los miembros del propio grupo. Con ello se facilita la adopción de un trato dañino, a veces ‘inhumano’, dando lugar a comportamientos que han sido calificados de ‘maldad’ (evilness). Los investigadores esperan que el conocimiento de la respuesta cerebral ante los estímulos y situaciones sociales le s permitirá llegar hasta la raíz de los problemas sociales originados en los contextos de relaciones intergrupales.

En ese sentido, en la Universidad de Canarias un grupo de investigadores (Quiles, Morera, Correa y Leyens, 2010) han detectado en muchos miembros de la población la presencia de prejuicios hacia los inmigrantes que originan un tipo de conducta intencional y planificada, guiada fundamentalmente por el deseo de humillar, hacer sufrir y destruir al otro. Esta conducta, dicen, «implica una falta total de compasión ya que quien la realiza es capaz de anticipar el sufrimiento de la víctima, y sentir satisfacción por el daño causado». Actualmente están intentando con los métodos de la neurociencia social conocer el sustento cerebral de la percepción intergrupal y de la estigmatización. Esperan con ello delimitar la arquitectura mental que sostiene dichos procesos, y determinar los procedimientos más eficaces para reducir sus efectos negativos en la interacción social.

Esto representaría un paso decisivo para desarrollar estrategias eficaces para combatirlos. En este sentido, señalan que la teoría ‘reflejorreflexiva’ plantea que, aunque existe una primera respuesta de tipo reflejo automático estereotipada y llena de prejuicios ante la percepción de los miembros de un exogrupo, hay otras respuestas que son ‘reflexivas’ y que pueden ser educadas.

Si se tiene en cuenta que, como hemos resumido, los comportamientos discriminatorios están relacionados con localizaciones cerebrales bastante precisas, no es de extrañar que distintos procedimientos como campañas antiestigma y el acercamiento de la población a los inmigrantes, que han sido han sido utilizados para disminuir la discriminación, hayan tenido resultados modestos y a veces incluso negativos. Esto permitiría proponer que en el futuro se realicen intervenciones psicosociales que favorezcan en los individuos la adopción de creencias de tolerancia y respeto hacia el otro ‘diferente’.

Entre tanto, es necesario, en cualquier caso, que los gobiernos de todos los países aseguren el cumplimiento de las leyes y recomendaciones que buscan luchar contra la discriminación de los pacientes y la inadecuación de los servicios que les atienden.

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