Más allá de la estadística, los datos del padrón siempre dibujan un retrato de nuestra sociedad, de quiénes somos y de cómo vamos cambiando en función de las circ+unstancias que nos rodean. La conversión de España en lugar de acogida de inmigrantes ha sido, seguramente, el fenómeno que más ha marcado la evolución demográfica en las últimas dos décadas, contrarrestando tanto la caída de la natalidad como el progresivo envejecimiento de la población. Un fenómeno que ha arraigado hasta formar parte de nuestro paisaje más cotidiano, pero cuya continuidad sigue dependiendo en buena medida, como demuestran las cifras de la crisis, del estado de la economía. Hasta el punto de que Euskadi, con un volumen de ciudadanos extranjeros tradicionalmente inferior a la media española, continúa recibiendo inmigrantes gracias a una mejor resistencia frente a las dificultades que sí han hecho mella en la población foránea de otras comunidades. Perseverar en una integración lo más normalizada posible se perfila como un objetivo ineludible.