Amedida que se acercan las elecciones municipales del 22 de mayo, aumentan las iniciativas o las declaraciones relacionadas con la inmigración. Vuelve el debate sobre la prohibición del burka, que abanderó el alcalde socialista de Lleida, ahora resucitado por la vicepresidenta del Govern, de CiU. El portavoz del Consell Executiu, por su parte, anuncia que aplicará la ley de acogida otorgando a uno de sus requisitos, el conocimiento del catalán, un carácter «determinante», cuando la competencia pertenece a los ayuntamientos. Algunos consistorios regidos por el PSC promueven, mientras tanto, la polémica medida de que del certificado de arraigo se excluya a los inmigrantes incívicos.

El anuncio de Homs, después matizado por el conseller Cleries, coincide con una encuesta según la cual la mitad de los catalanes estima que hay demasiados inmigrantes en Catalunya. Y también con el dato cierto de que dos de cada tres detenidos en Barcelona son extranjeros. Un dato significativo, pero explicable y no necesariamente de interpretación xenófoba.

Mientras todo esto sucede, el concejal del PP García Albiol prosigue, este sí, con su discurso xenófobo por Badalona, y contamina no solo a su partido en Catalunya, sino a las grandes fuerzas políticas catalanas. La inmigración es un tema que no puede ser obviado en la campaña electoral y plantea cuestiones que merecen un debate serio y responsable, lo que no equivale a buenista, como dicen algunos. Pero lo que no se puede hacer es usar los mismos argumentos que García Albiol con el objetivo de combatirlo.