Inmigrantes a la catalana
La lengua tiene que ser una exigencia, pero no puede ser la única punta de lanza que regule la inmigración
La Vanguardia, , 18-03-2011El Govern de la Generalitat desea marcar la línea en materia de inmigración. Una línea que tiene que dejar de ser tan inexistente como la que uno puede marcar con su pie en la arena de la playa para pasar a dibujarla con tinta indeleble. De todos modos, el intento de pasar página del buenismo imperante se debe medir con cautela y no centrarlo sólo en un aspecto. El Ejecutivo de Mas ha querido subrayar su actitud de control sobre la inmigración colocando la lengua en el escaparate de su medida. Para certificar el esfuerzo de integración, un requisito muy determinante será el conocimiento del catalán. Es evidente que conocer las lenguas oficiales es exigible para integrarse. Emigrar es una pena si no es una opción voluntaria, pero sufrir una inmigración que prescinde de lo que ocurre en su tierra de acogida es inadmisible.
En cualquier caso, tengo la sensación de que la Generalitat no puede perder la oportunidad de centrar su exigencia sólo en asuntos lingüísticos, tan golosos para los caladeros más soberanistas de la población catalana. A mí me molesta que un empleado que está de cara al público, inmigrante o de Cuenca, ponga cara de haber visto a un marciano cuando alguien le habla en catalán. Pero me ocurre lo mismo cuando eso pasa en castellano (hay una inmigración con papeles, europea, que cuando se pone detrás de la barra de un pub para borrachuzos anglosajones, o le pides la cerveza en inglés o te mueres de sed). La lengua tiene que estar entre las exigencias, pero no puede ser la única punta de lanza para regular la inmigración que no desea integrarse. El nivel del civismo, el cumplimiento de las leyes, la situación en la justicia tienen que influir en la decisión de ayudar o perjudicar a un inmigrante que desea renovar su permiso de residencia o traerse a toda su familia. Hay que dejar de mirar al otro lado para evitar que los profesionales de la buena conducta le afeen a uno su actitud respecto a la inmigración, precisamente para combatir la sensación que ya se tiene en Catalunya: según los datos conocidos el martes por la encuesta del Centre d´Estudis d´Opinió, el 85,5 por ciento de los catalanes considera que conviven con nosotros demasiados inmigrantes. Si no deseamos el triunfo de la xenofobia, hay que actuar sin tembleques en el pulso, pero al mismo tiempo con justicia. Por ello, el catalán es importante para conseguir la integración de un inmigrante, pero no más que su modo de vivir en nuestra comunidad.
¿De qué sirve que un inmigrante use el catalán si luego su comportamiento es insoportable? El dibujante Toni Batllori, como siempre con el lapicero más afilado que un florete, bromeaba con cambiar la exigencia lingüística con la de aficionarse al Barça. No lo duden, la camiseta azulgrana es hoy la única que reúne ante el televisor del mismo bar a un autóctono, a un chino, a un pakistaní y a un latinoamericano. Y sin problemas.
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