'Buenismo' y demagogia
El Correo, , 16-03-2011Mencionar la palabra inmigración rescata sentimientos que se cuecen en las tripas. El ‘buenismo’ político silba para otro lado cuando los protagonistas de algunos actos nocivos tienen pasaporte extranjero, como rebajando la gravedad del hecho en virtud del origen geográfico. Un error porque quien regatea la ley es delincuente al margen de haber nacido en Vitoria o a miles de kilómetros. Una pifia tan grande como la de quienes acusan a botepronto de cualquier mal a la gente venida de fuera. Como todo en esta vida, resulta difícil encontrar ángeles o demonios absolutos. Los hay que asumen trabajos no deseados por nosotros y los que aprovechan la cobertura social de Álava. La corrección política del papel de fumar perdón por el recurso al tabaco y la demagogia se entrecruzan las manos en los extremos.
Pero existen datos elocuentes que echan raíces en la cantera, o sea, la educación de los chavales. La capital alavesa cuenta en su censo con un 10% de población llegada desde otros países. Y, sin embargo, hasta seis colegios públicos ninguno concertado pueblan sus aulas con más alumnos inmigrantes que autóctonos. Algo falla para que un platillo de la balanza empuje tan descaradamente al otro hacia arriba. Integración es una palabra mucho más difícil de aplicar que de pronunciar por ambas partes. El recelo propio al mestizaje se une a veces con la aversión del foráneo a aceptar un modo de vida y ambas actitudes pueden entrar en combustión.
Ya hace tiempo que expertos educativos advierten sobre el peligro de crear guetos en los colegios, compartimentos-estancos que también se trasladan a los barrios de una ciudad. El extranjero no es bueno ni malo en sí mismo. Cada uno pertenece a su madre y a su padre, igual que quienes nos hemos criado en Vitoria. Pero mientras existen centros donde el inmigrante ingresa en la categoría de excepción estadística, otros presentan como norma a jóvenes magrebíes y sudamericanos en sus clases. Deberíamos rehuir ‘buenismos’ y demagogias. El personal merece o no la pena individualmente, al margen de acentos, colores o idiomas.
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