El flujo de inmigrantes y refugiados procedentes del norte deÁfricaque se dirigen a Europa se está intensificando y ha provocado un episodio muy trágico. Decenas de personas probablemente murieron ahogadas en la noche del domingo al lunes al volcar una barcaza frente a la costa tunecina. Primero se dijo que, de unos cuarenta pasajeros de la embarcación, que había zarpado de Zarzis, cinco fueron rescatados y 35 se daban por desaparecidos. Ayer, sin embargo, se estimó que en la barcaza podrían haber viajado entre 60 y 70 personas.

La peligrosidad de este éxodo no disuade a los candidatos a buscar una vida mejor en la orilla norte del Mediterráneo. La isla de Lampedusa registra continuas llegadas de barcazas. En el centro de acogida se hacinaban anoche unos 2.800 inmigrantes, más del triple de la capacidad teórica de las instalaciones. Eso obligó a abrir unos locales de la parroquia y a pensar en montar un campamento. El traslado por avión a centros en el resto de Italia se retrasó debido al mal tiempo.

Prosigue el misterio, mientras, sobre las intenciones de un ferry, el Mistral Express,que intentó acercarse a un puerto siciliano pero fue rechazado por las autoridades italianas. El barco, presuntamente alquilado por el Gobierno marroquí para repatriar a sus nacionales, zarpó de Libia y pretendía reabastecerse de combustible en Sicilia. A los italianos les pareció extraña esta escala. Se cree que la inmensa mayoría de los pasajeros son marroquíes, pero también hay libios, argelinos, mauritanos y de otros países africanos.

La situación libia plantea un dilema embarazoso al Gobierno italiano. Berlusconi mimó durante años a Gadafi, firmó un acuerdo de amistad e impulsó numerosos negocios bilaterales. Al inicio de la revuelta, il Cavaliere todavía loaba al líder libio y decía no querer “molestarle” con una llamada inoportuna. Más tarde, al pensar que Gadafi iba a caer, y para no desentonar frente al resto del mundo civilizado,Berlusconi rompió públicamente con él. Ayer, en una entrevista con el diario Il Giornale (periódico propiedad de la familia Berlusconi), llegó la respuesta del coronel en una entrevista de tono surrealista. Gadafi dijo sentirse “traicionado” por el primer ministro italiano. “No sé qué decirle a Berlusconi”, afirmó Gadafi. A su juicio, la actitud de los líderes europeos pone en peligro los grandes acuerdos comerciales y de seguridad firmados. De Sarkozy señaló que sufre un “desorden mental”. La amenaza más estrambótica de Gadafi fue advertir de que, si Occidente lo ataca, como hizo contra Iraq, él se aliará con Al Qaeda y declarará la guerra santa. Poco antes el mismo coronel había reiterado que los revoltosos están manejados por Al Qaeda.