Tamborrada para ocultar la fuga
El Mundo, , 14-03-2011Los tambores empezaron a sonar un buen día en el CIE. El 27 de febrero. El Centro de Internamiento de Extranjeros de Aluche tuvo durante 48 horas un ritmo mucho más marchoso de lo normal, con varios de los internos magrebíes dándole a las percusiones. Parecía un intento más de pasar el rato en un lugar donde las horas se pueden hacer eternas, pero en realidad era parte de un perfecto plan de fuga.
Este centro, donde la Policía lleva a los inmigrantes sin papeles que esperan a ser deportados, no es legalmente una cárcel. Ellos tampoco son presos. El CIE es un centro de internamiento, y los inmigrantes son internos. Pero eso no quitó las ganas de fugarse a siete de ellos, que se marcharon en una escapada digna de Houdini.
De alguna manera que la Policía está investigando, los internos consiguieron meter dentro una sierra para cortar metales. La mantuvieron escondida en sus celdas y nadie la vio hasta que ya era demasiado tarde. Los hechos ocurrieron en una celda del módulo de hombres, concretamente en una estancia donde dormían varios magrebíes, entre los que había argelinos y marroquíes.
Con el ruido de los tambores, los internos consiguieron camuflar el de la sierra, y comenzaron a cortar los barrotes azules de su ventana. Los demás internos no sabían nada del plan que trazaban, y pensaban que estaban tocando música tradicional árabe para entretenerse.
Primero serraron la parte de abajo de todas las rejas, pero no completamente. Dejaron apenas unos milímetros sin cortar, para que no se notara demasiado que los barrotes estaban sueltos.
Después taparon la rotura que habían hecho con pasta de dientes y barro, para que no se viera la rendija en la que habían metido la sierra. Por la noche, son habituales las revisiones por parte de los funcionarios en las habitaciones.
Los policías miran si los internos tienen guardadas armas o cualquier objeto que pudiera estar prohibido, y también miran los barrotes de las ventanas y debajo de los colchones. Pero el escondite dio resultado y no vieron nada.
Ya el día 28, los tambores siguieron sonando todo el día, y parte de la noche también, cuando los internos se meten en las habitaciones comunes para dormir o pasar un rato antes de acostarse.
Hacia las 22.00 horas comenzó la fuga. Terminaron de serrar las rejas metálicas de la ventana y doblaron los barrotes hacia arriba.
Como la habitación estaba a cierta altura del suelo, ataron una sábana para descolgarse hasta una tubería que corre junto a la pared y llega a una farola.
En el exterior hay dos cámaras de seguridad que enfocan hacia la ventana de la fuga, pero como éste no es un centro penitenciario, la vigilancia no es tan exhaustiva como en prisión.
Los internos fueron saliendo de uno en uno, hasta siete. Tres de ellos tenían planeada la fuga perfectamente. Salieron a la avenida de los Poblados, que linda con el exterior del CIE, y echaron a correr hacia una calle del barrio de Aluche. Por allí se montaron en un coche que les estaba esperando y se marcharon.
Otros tres salieron pero no tenían tantos medios como los primeros. Se montaron en un autobús como cualquier otro ciudadano, pagaron su billete y se esfumaron.
El séptimo, al parecer, era un hombre que no quería fugarse, pero se vio obligado por los otros, que le dijeron que se marchara para que no les delatase.
Éste salió a la calle también y pidió dinero a los peatones que había cerca. Así reunió tres euros hasta poder pagarse un billete para ir al municipio donde vive.
Pero la buena suerte que tuvo el séptimo fugado se terminó al llegar a su casa: su hermano, un hombre muy religioso, le recriminó por haberse escapado del centro, le dijo que no estaba de acuerdo con lo que había hecho y le obligó a entregarse a la Policía Municipal de su localidad.
La Policía entregó al hombre a la Guardia Civil, que a su vez lo devolvió al CIE, y ahí terminó la fuga de este magrebí, que acabó aislado en una habitación.
Fuentes de la Policía Nacional explicaron que en este centro las medidas de seguridad son menores porque los internos no están considerados presos, sino que están allí por una infracción administrativa a la Ley de Extranjería, así que no se vigila con el mismo celo que una cárcel.
Agregaron estas fuentes que la rápida llegada de los agentes a la habitación impidió que se fugaran más internos. A los primeros no los vieron por las cámaras de seguridad, pero a los últimos sí. En cualquier caso, la fuga fue de película.
(Puede haber caducado)