Lo normal y lo patólogico

El Correo, XABIER AIERDI PROFESOR TITULAR DE SOCIOLOGÍA UPV/EHU, 13-03-2011

La sociología tiende a ser una ciencia normalizante y estudia los comportamientos más frecuentes, las modas, por lo que muchas veces corre el riesgo de desplazar de su perspectiva otros comportamientos que o tienen una menor frecuencia o menor visibilidad social o tienden a ser desplazados a los márgenes de la sociedad, declarándolos inexistentes. Una de estas cuestiones descartadas afloró con la iniciativa que SOS Racismo de Bizkaia desarrolló junto con la red europea contra el racismo EGAM, en establecimientos hosteleros de Bilbao el pasado fin de semana. Esta acción ha hecho correr ríos de tinta en nuestra prensa y más de uno se ha quedado sorprendido ante el hecho de que Bilbao, que tiene mapamundi propio, haya dado los mayores niveles de rechazo, centrado sobre todo en personas magrebíes y subsaharianas.

El eco mediático ha sido enorme, el tipo de acción interesante y las excusas para el rechazo cuanto menos curiosas, en gran medida esperpénticas, aunque en parte esperadas y esperables. El sector de la hostelería ha quedado descolocado, sus representantes abrumados, las propuestas que han realizado en su reunión con SOS Racismo están fuera de lugar y, de alguna forma, esta acción tiene una gran función didáctica, aunque solo sea por el hecho de que más de un local se guardará mucho las formas antes de repetir las mismas conductas. Lo políticamente correcto suele tener muy mala prensa, pero es un mecanismo razonable para neutralizar comportamientos indeseables. Este tipo de acciones refuerza este mecanismo.

Pero junto a este conjunto de virtudes, con dudas sobre la comparabilidad de los resultados de las diferentes acciones, este tipo de acción también puede desembocar en promover consecuencias no queridas de la acción, de forma que si por un lado se pretendía llamar la atención sobre la extensión y la intensidad de la discriminación, que por lo que se ve es mucha, cuando no alarmante, por otro, puede reforzar el enroque de posiciones y la solidificación de los prejuicios.

En este sentido, no hay que olvidar que es un experimento inducido, una situación relativamente artificial, que encuentra en parte el resultado y la confirmación a posteriori de cuanto buscaba, porque se basa en denuncias previas de quienes sufren discriminaciones habituales en derechos tan básicos e indiscutibles como el de tomarse una copa. Además, presenta todo un sector como absolutamente refractario ante el fenómeno migratorio, lo que puede generar más detractores que compañeros de viaje. Desde luego, la crónica que reprodujo este diario el día 9 pasado sobre la reunión de hosteleros y SOS Racismo no es esperanzadora, refuerza lo peor. A veces los bombazos mediáticos pueden transformarse en victorias pírricas. No me suelo abrumar demasiado ante los discursos sociales, me preocupan más los comportamientos, nefastos los recogidos durante la acción, y tengo para mí que lo que hay que cercenar es que se pase sin solución de continuidad de los malos discursos a peores comportamientos.

En nuestra sociedad, en todas las sociedades receptoras de flujos importantes de inmigración, suele propagarse socialmente una visión implacable contra la inmigración que se basa en cuatro argumentos fuerza: 1) siempre hay demasiados inmigrantes; 2) que perjudican el trabajo; 3) promueven la delincuencia, y 4) pertenecen a culturas inintegrables. Frente a esta visión, suele emerger la impecable, con otras cuatro ideas nucleares: 1) No hay límites al volumen de inmigrantes; 2) que se les explote es el único problema laboral, 3) que se les trate xenófobamente es el verdadero delito, y 4) sus diferentes pautas culturales nos enriquecen.

Normalmente, la primera suele tener más peso social que la segunda. La segunda pretende combatir la primera entrando en el cuerpo a cuerpo, pero no suele ser la estrategia más adecuada. Es mejor el judo que el boxeo en esta lucha de visiones. Ocurre que todavía no conocemos las llaves para, valiéndonos de su fuerza, neutralizar la lógica del implacable y contrarrestar sus visiones erradas de la realidad. Si la visión implacable a – normaliza el fenómeno inmigratorio, haciéndolo culpable de todos los problemas sociales existentes, la alternativa no puede ser tener una visión sobre – angustiada del mismo, igualmente a – normalizante y alejado del discurrir cotidiano.

Próximamente se va a poner en marcha una campaña para que no se use demagógicamente la inmigración en la próxima campaña electoral y todos tenemos – partidos políticos, medios de comunicación, organizaciones, personas y sociedad toda – deberes que hacer. También los hosteleros. Es una cuestión de derechos y personas, no de color.

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