Un barrio que crea escuela

El Correo, BEATRIZ CORRAL, 13-03-2011

Urko, Bintou y Jihad explican cómo preparan una mariposa de chocolate y lacasitos, una macedonia o un pastel de nueces, sus platos favoritos. Mientras, Aitor, Eli, Aimar, Otman y Juan Manuel, de 9 y 10 años, aprenden el cuerpo humano a través de un esqueleto fabricado por ellos mismos. Las pequeñas Salma, Rosario e Inas, de cinco años, cuidan de plantas tan variadas como el perejil, la lavanda, el romero, el orégano o la fresa. Y todo en horario escolar.

Son algunas de las actividades que durante tres tardes a la semana se desarrollan en el colegio Ramón Bajo. Una manera de descansar de las matemáticas, la lengua o el conocimiento del medio, que llenan las horas matutinas, y de aprender el idioma, practicarlo y, a la par que entretenerse, estrechar lazos en un centro donde los casi 170 alumnos matriculados abarcan toda la geografía terrestre.

Una cifra que puede parecer modesta, pero que supone todo un éxito para este centro enmarcado en pleno corazón del Casco Medieval y que hace apenas ocho años corría el peligro de convertirse en un gueto inmigrante con apenas medio centenar de estudiantes abonados únicamente al modelo A. Fue entonces cuando la dirección y el profesorado del colegio decidieron, junto a un grupo de padres del barrio, iniciar una revolución educativa para implantar el modelo D y conseguir a atraer a los vecinos más pequeños. De esa forma, se han convertido en una «gran familia cercana donde todos nos conocemos, la responsabilidad de los menores es compartida y, además, se evitan largos desplazamientos».

«Vimos que muchas familias no traían a sus hijos al colegio y al analizar los motivos constatamos que era porque no se ofertaba euskera», reconoce Pilar Melguizo, dinamizadora sociocultural de Ramón Bajo. Con la implicación de todos y los permisos pertinentes de Educación, iniciaron la enseñanza única en euskera con los niños de 2 años, que ahora ya están en cuarto de Primaria, y se extiende con cada curso que pasa.

«Pero no se puede desarrollar si no hay un trabajo adecuado y por eso nos planteamos cómo hacerlo», apuntan Melguizo y el director del colegio, Xabier González. Fruto de esa reflexión surgieron los talleres vespertinos donde los alumnos de Infantil y primero y segundo de Primaria rotan cada semana para hacer gala de sus dotes teatrales – sin ir más lejos hace unos días presentaron ante sus compañeros y padres la obra ‘Los siete cabritillos’ – , preparar dulces platos, probar interesantes experimentos o cuidar del pequeño huerto que tienen en el patio interior. Y todo lo que se habla y escribe es en euskera.

Convivencia y dinamismo

«Se fomenta mucho el tema de la convivencia y al mezclarse alumnos de varias edades en un mismo grupo, se ayudan unos a otros. Supone un esfuerzo importante para el profesorado, pero el resultado merece la pena», añade Melguizo que, junto a la profesora Carmen Muñoz, observa cómo Jonás se afana en limpiar el huerto – decorado por los mismos alumnos con ayuda de la artista Verónica Werckmeister – y en oler cada una de las plantas como un auténtico experto en busca de la olorosa ‘hierbaluisa’.

«Se les da la oportunidad de ser ellos los protagonistas de todo y se favorece su interés por otras materias», añade otra de las maestras, Charo Pérez, responsable de implantar las clases de Plástica en inglés para los chavales de 3º y 4º de Primaria y de desarrollar el proyecto Nahiko que promulga Emakunde para trabajar la coeducación.

Una ardua tarea que cuenta con el beneplácito y respaldo de los progenitores. «Es una escuela muy dinámica y hay ganas en el barrio de sacarla adelante por encima de todos los obstáculos», señala Amelia Barquin, integrante del AMPA, donde una veintena de padres trabajan para organizar numerosas actividades extraescolares – por ejemplo salidas por la naturaleza o ‘kalejiras’ con motivo de alguna festividad – y para procurar que este proyecto pierda fuelle.

«Nos gustaría que el centro crezca más, sentimos que la escuela, en toda la revitalización del barrio, no juega ningún papel», añade en referencia a sus últimos reclamos para solicitar mejoras, si no ya un cambio de ubicación, en un edificio que no quieren que se vea afectado por las obras de proyectos anexos al inmueble. Un lamento del que la plantilla educativa – formada por una veintena de profesores – se hace eco al reconocer que echan en falta «un poco más de respaldo».

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