Consideraciones sobre el racismo

Deia, María R. Aranguren, 28-02-2011

Escribo brevemente con la intención de abrir una reflexión en torno a la carta enviada por J. Gabriel de Mariscal, en la que se vierten unas declaraciones con las que no estoy en absoluto de acuerdo.

El señor J. Gabriel de Mariscal califica la inmigración como “fenómeno agresivo”, es decir, un fenómeno que implica provocación y ataque. En su análisis ignora las causas del hecho que describe, esto es, las causas de los movimientos migratorios, y contribuye a asociar la inmigración con la idea de amenaza. ¿Qué intereses son exactamente los que se ven amenazados por los inmigrantes? No ofrece una respuesta concreta.

Ninguna cultura es agresiva por definición. Ninguna cultura es un compartimento estanco y ajeno a otras influencias.

Su discurso olvida que cualquier país que se autodenomine democrático debería garantizar algunos derechos básicos, entre ellos, el derecho a la libertad religiosa y a la libertad de culto. Convertir ese derecho en moneda de cambio o condicionarlo a la actuación de otros regímenes de corte dictatorial como él sugiere sería, a todas luces, inadmisible.

Calificar a los musulmanes como una “gran masa” con una actitud “agresiva e intolerante” resulta una generalización insultante. No son necesarios demasiados argumentos. Una simple mirada a la revolución egipcia, en la que también han participado ciudadanos musulmanes y que ha sido secundada por inmigrantes musulmanes residentes en Europa, podría constituir una lección para todos.

En la carta se asegura que los inmigrantes tienden a juntarse entre sí y a conformar guetos. Pues bien, una cosa son los grupos de personas libremente conformados en base a múltiples variables, entre ellas la nacionalidad o los gustos musicales, y otra los guetos a los que se refiere el autor de la carta, que se conforman en torno a situaciones de marginalidad o aislamiento por motivos raciales, religiosos, culturales, políticos y, principalmente, económicos.

Me alegra que saque a relucir el capítulo de las prestaciones sociales porque últimamente se ha puesto muy de moda. También me alegra que siga existiendo ese dinero público para todo el que lo necesite, aunque su gestión constituya un debate aparte. Siempre habrá quien abuse de las prestaciones, sea de aquí o de allá, pero con respecto a la inmigración, le invito a un ejercicio sencillo. Saque calculadora y lápiz y piense en términos demográficos, porque quizá en pocos años echemos de menos algunos trabajadores más. Pero no creo que el debate de la inmigración se deba centrar en análisis económicos o utilitaristas…

Esta es una invitación a la reflexión para que dejemos de hablar de masas y empecemos, de una vez y sin retorno, a hablar de personas.

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