La salida de emergencia de África

El Correo, ÍÑIGO DOMINGUEZ, 27-02-2011

Los regímenes de Túnez, Egipto y Libia se derrumban y las miradas de toda Europa se dirigen a un islote de apenas doce kilómetros de largo y tres de ancho, Lampedusa. Un trozo de tierra perdido en el Mediterráneo que está más cerca de África que de Italia, pues la costa de Túnez queda a 113 kilómetros y Sicilia, a 200. Es el punto más al sur de Europa, más abajo de Argel o la propia capital de Túnez. Esta isla italiana, áspera y pobre, que vive de la pesca y algo del turismo es, en realidad, algo mucho más importante, que desborda su tamaño: es la puerta de Europa. Una puerta minúscula, pero hacia ella se pueden lanzar miles de personas desesperadas. Es la salida de emergencia más próxima del caos de África.

El Gobierno italiano dice que pueden llegar 200.000 ó 300.000 inmigrantes y no cesa de pedir a la UE que no le deje solo. La agencia europea de fronteras, Frontex, tiene previsiones más tremendas, de hasta un millón y medio de personas en fuga hacia Italia, Grecia y Chipre. Se habla, sobre todo, de extranjeros subsaharianos que hasta ahora viven en el Magreb. Los estados del norte de la UE son escépticos y creen que Italia exagera. En Lampedusa, en cualquier caso, no cesan de mirar cada día al horizonte temiendo una estampida. Lo cierto es que hasta ahora han llegado 6.200 tunecinos y poco más. Hubo un fin de semana crítico, con una oleada de 4.000 personas, pero luego la situación quedó bajo control. No es algo nuevo para la isla, pues en 2009, el año que colocó Lampedusa en el mapa para los medios de comunicación, recibió 36.000 inmigrantes. Ahora, salvo algunas peticiones de asilo, casi todos han sido conducidos a centros de identificación y expulsión, donde pueden pasar hasta 18 meses antes de ser repatriados. Esta semana quedaban 991 personas en el centro de acogida, con capacidad para 800. Duermen y comen en las instalaciones, y pasan el día por el pueblo. La relación con los vecinos suele ser buena, saben que huyen del hambre, pero aquello puede convertirse rápidamente en un polvorín. En enero de 2009 hubo una revuelta de inmigrantes, hartos del hacinamiento, que tomó literalmente el pueblo.

Los misiles de Gadafi

El efecto de la crisis de Libia es un misterio, pero asusta mucho. Esta semana el mar ha estado muy agitado, pero ¿qué pasará cuándo se calme? Los problemas de su vecino suelen tocar a Italia: en 1986 cayeron en Lampedusa dos misiles Scud que disparó Gadafi al día siguiente de ser bombardeado por EE UU. Desde que empezó la rebelión en Túnez, la peor pesadilla de Italia es que se repitan las famosas imágenes del ‘Vlora’, el barco albanés que apareció de la nada en Bari en 1991. Llevaba a bordo 20.000 personas, colgando como racimos humanos. Llegaron de golpe tras la caída del régimen comunista de Enver Hoxha. Estos días se repiten las comparaciones con la caída del Muro, pues la sensación de vuelco histórico es parecida. Como entonces, de la situación real en Libia se sabe poco y entra dentro de lo posible que en cuanto mejore el tiempo zarpen, por ejemplo, medio centenar de barcos. Con una media de 100 pasajeros son 5.000 personas. Italia teme una media diaria de este tipo porque, dicho de forma simple, no caben físicamente en Lampedusa. Las únicas soluciones son puentes aéreos a tierra firme y recogerlos en alta mar. Sin embargo, al margen de los medios italianos, la operación Hermes de Frontex sólo consta de dos barcos, cuatro aviones y dos helicópteros.

Con todo, reina una gran confusión y no se sabe dónde terminan las precauciones razonables y las exageraciones de los políticos. Hablar de una inminente avalancha de inmigrantes siempre es delicado. Pero una cosa es cierta: han saltado los cerrojos que taponaban las vías de fuga de África. Eran parches, pero efectivos. Los acuerdos de Italia con Túnez y Libia cortaron en 2009 el flujo de naves. Con Túnez se pactó la repatriación inmediata que disuadía a los que pensaban embarcarse. Con Libia fue más difícil, porque Gadafi usó la inmigración como arma negociadora. Tuvieron que prometerle de todo para que frenara las salidas. Al final, el estrafalario coronel sacó a Berlusconi un increíble Tratado de Amistad por el que Roma donaba a Libia 5.000 millones de euros en veinte años y además le hacía una autopista de 1.700 kilómetros de Túnez a Egipto. Además, le proporcionó barcos y personal para vigilar las costas libias. Pero nada de esto tiene valor ahora. En Túnez y Libia tienen otras cosas en que pensar.

Texto en la fuente original
(Puede haber caducado)