David Iriarte roteta y Hui-Chi yu
"Nos complementamos bien, sumamos lo mejor de dos culturas diferentes"
Diario de Noticias, , 14-02-2011“Me apunté a japonés el primer año que lo ofertó la Escuela de Idiomas porque deseaba estudiar una lengua distinta y siempre me había atraído la cultura asiática. La profesora nos presentó a unas chicas japonesas y estas, a su vez, a un amigo también japonés que me invitó a un cumpleaños. Allí la conocí”, rememora David Iriarte sobre su primer encuentro con Hui-Chi Yu, o Mónica como la conocen en Navarra.
pamplona. Cinco años después, el 12 de abril de 2008 y tras cumplir con el importante rito de la pedida de mano en Taiwan, adonde se desplazó David con 11 navarros más, contraían matrimonio civil en la Ciudadela de Pamplona. Desde hace nueve meses son padres de un niño, Alejandro Iriarte Jie, que corretea alegre por la casa, en el barrio de Iturrama, mientras sus padres comentan detalles de su relación.
Mónica, taiwanesa de 30 años, llegó a Navarra en 2000 para estudiar Psicopedagogía y, posteriormente, Traducción e Interpretación en Cataluña, profesión que ahora ejerce para el Gobierno foral y empresas privadas. “Con 12 años y tras ver la Olimpiada de Barcelona ya sabía que quería ir a España”. La joven, sin embargo, no tenía previsto quedarse a vivir en la Comunidad Foral, pero este ingeniero pamplonés de 34 años, tranquilo y de risa contagiosa, se cruzó en su camino.
Ahora forman un exótico matrimonio de civilizaciones radicalmente diferentes. “Es enriquecedor, pero también tenemos problemas por ser de culturas distintas. Tu vida es diferente por el hecho de estar casado con una persona cuyo país está al otro lado del mundo y con un idioma y costumbres que no tienen nada que ver con las tuyas”. Estos problemas se traducen en pequeños inconvenientes prácticos y de convivencia que ellos sortean con sentido común y buen humor. “Todos los años mis vacaciones son para ir a Taiwan. No podemos plantearnos un viaje al Caribe, pero es normal. Mi mujer quiere ver a los suyos y yo voy a su país encantado”, explica David.
obstáculos “Chocamos en algunos aspectos porque tenemos una educación diferente”, añade Mónica. “Es casi una forma de afrontar la vida: ella es muy pragmática, algo pesimista”, precisa él, mientras atiende al pequeño de la casa, al que su madre se dirige en chino y su padre en castellano. “Soy práctica, ¡cómo los chinos trabajamos todo el rato bromea Mónica! Siempre estoy preocupada por el futuro, no quiero que nos pille el toro”. "Yo tengo el carácter de aquí y le digo: “Tranquila, no pasa nada, disfruta de la vida, qué son dos días”, pero le molesta que me tome con tranquilidad cosas que para ella son importantes".
El idioma, pero no la religión, supone un pequeño escollo en su relación, aceptada con naturalidad por las familias de ambos. “Hemos tenido discusiones porque no me ha gustado como Mónica me ha dicho algo cuando, en realidad, ella no pretendía ser tan brusca, y viceversa, yo he dicho cosas que ella ha entendido de otra manera, aunque esto nos pasaba más al principio. Ahora tenemos discusiones entendiéndonos perfectamente”, dice David entre risas.
A Mónica le gusta de su marido que es muy cariñoso. “En China no se manifiesta tanto el afecto o se hace a través de regalos”. Y David le atrae de ella su extroversión y alegría, además de sus rasgos orientales. “Nos complementamos bastante y sumamos lo mejor de cada una de las dos culturas”, dicen casi al unísono.
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