La violencia juvenil se agrupa
El Correo, , 13-02-2011La cultura ayuda a un pueblo a luchar con las palabras antes que con las armas». La frase, que lleva el sello del historiador italiano Guglielmo Ferrero, poco tiene que ver con los incidentes ocurridos hace una semana en el ‘skate park’ de San Martín pero describe el sentir que se extiende desde entonces entre muchos inmigrantes asentados en la capital alavesa. De hecho, es un portavoz de la asociación marroquí Al Indimay quien rescata este proverbio. «La gente con un nivel cultural muy limitado se lanza a los palos», prosigue este hombre que reside en la ciudad desde hace cinco años. Acaba de dar en el clavo. Detrás de las cuadrillas implicadas en la brutal agresión en la pista de patinaje se esconden, según los expertos, chavales en riesgo de exclusión que se unen para reforzar su identidad y encontrar un hueco en una sociedad que perciben extraña. Eso sí, «en Vitoria no hay bandas juveniles tan estructuradas como en las grandes capitales, aunque lo del fin de semana pasado sea una señal de que hay que estar alerta», advierte el antropólogo Jesús Prieto Mendaza. Y así, sobre aviso, trabajan hace tiempo Policía Local y Ertzaintza en la ciudad donde, según sus cálculos, podrían moverse seis grupos «potencialmente peligrosos». Sólo es una semilla, pero está ahí.
La alarma despertada por esta posible presencia y la estigmatización de los dos colectivos – sudamericanos y magrebíes – que, al parecer, protagonizaron el desagradable capítulo centran debates políticos y corrillos vecinales desde hace días. Resulta inevitable pero la realidad, aclaran varios profesionales, camina por otro lado. «Aquí hay un grupo ínfimo de jóvenes que son así, no podemos compararnos con lo que ocurre en Madrid o Barcelona. Estamos no a años luz, sino a siglos luz de las bandas de estas ciudades», aclara Prieto, que hace un lustro recorrió unos cuantos barrios de la capital española para conocer el día a día de unas pandillas organizadas con nombres y apellidos (Latin Kings, Ñetas, Trinitarios, Dominican Don’t Play…). El mensaje tranquilizador se repite en Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia, que tampoco cree en la existencia de formaciones violentas por las calles vitorianas aunque, matiza, se puede estar generando «un caldo de cultivo».
«Casi niños»
Los integrantes de la media docena de cuadrillas de similar inspiración que se supone han nacido en la capital alavesa – y que cuentan también con sus propias denominaciones aunque nadie se atreve a desvelarlas – intentan «emular» a estas conflictivas bandas pero sin haber alcanzado aún su punto «dañino», reconoce José Lisardo Rueda, miembro de la asociación Colombia – Euskadi. Se trata de chavales jóvenes, en general menores de edad, «casi niños», que se conocen del colegio o el instituto y comparten aficiones, por ejemplo, gustos musicales, detallan expertos. Muchos coinciden en su origen extranjero pero en sus filas se cuentan, además, «algunos autóctonos» del mismo entorno escolar, especifica el antropólogo. En el enfrentamiento de San Martín, precisamente, aparecen varios vitorianos.
En aquel escenario, donde cuatro menores fueron agredidos, según su versión, por «unos treinta o cuarenta» magrebíes se produjo el «salto» que para los profesionales consultados significa el punto de inflexión en la actitud de estas pandillas. «El peligro viene ahora, cuando empiezan a aparecer armas – dijeron que portaban botellas, llaves inglesas, palos… – o un tono xenófobo, y el riesgo es que estos chicos continúen más adelante por el camino de la infracción», indica Rueda tras admitir que la Vitoria de hace una década, cuando él llegó, nada tiene que ver con la actual. En 2009, por ejemplo, se firmaron 151 sentencias condenatorias contra menores en Álava mientras que en 2008 habían sido 99. «Esta pelea da un indicio de una situación, de que algo falla. Hoy se puede reorientar, pero dentro de diez o veinte años será imposible», continúa. Ibarra constata esta teoría y avisa de que sucesos como éste se presentan como la excusa perfecta para generar «respuestas de intolerancia y discursos racistas que no reflejan la buena relación general entre inmigrantes y españoles». «Es un balón de oxígeno para los grupos opuestos», constata Prieto.
Las propias comunidades de extranjeros, que admiten cierta «hostilidad» entre chavales latinoamericanos y magrebíes, defienden que «no se puede meter a todos en el mismo saco». «Al final, esto nos perjudica y nosotros sólo queremos que se haga justicia, que quede claro que aquí no funciona la ley del más fuerte», zanjan con contundencia portavoces del colectivo marroquí. En esa labor, la de evitar que Goliat se imponga por norma a David, se hallan la Ertzaintza, responsable de la Seguridad Ciudadana. Sus agentes ya han identificado a estas cuadrillas y sus movimientos, ya que les siguen la pista «desde septiembre», según fuentes del Departamento vasco de Interior, y en alguna ocasión les ha tocado intervenir para frenar enfrentamientos así como su progresivo asentamiento en la capital alavesa.
Políticas
De hecho, DNO 712, a la que pertenecían los detenidos el pasado viernes, se presentaba como una de las pandillas más estructuradas dentro de este perfil en Vitoria pues cumplían unos «estatutos» y una división de puestos entre sus miembros.
Sin embargo, la intervención policial «no resulta suficiente» para atajar este problema latente. «No se pueden hacer las políticas de juventud que se hacían en los 90 cuando se dirigían sólo a españoles. Hoy hay muchos extranjeros e hijos de extranjeros», plantea el presidente del Movimiento contra la Intolerancia antes de recordar que «agruparse no es malo» siempre que no desemboque en «prácticas belicosas». Acompañados o no, la delincuencia juvenil se concentra sobre todo en robos con fuerza (41 en 2009), con violencia (36) o lesiones (29). Y lo cierto es que «una educación integradora» resulta, en opinión de expertos e inmigrantes, la mejor solución contra su escalada. «Y no sólo en el colegio, sino también en casa. Es muy importante que la familia del chico esté también integrada y eso empieza por aprender el idioma», reclaman en Al Indimay. De esta manera, se reducirían las ‘luchas’ entre estos chavales que «comienzan por diversos temas y acaban como asuntos interétnicos», dice Ibarra sin olvidar que los encontronazos protagonizados por españoles no adquieren «la misma dimensión».
Estas acciones, reiteran las diferentes comunidades, acabarían con el verdadero origen de las pandillas a las que «no se puede poner una denominación de origen» sino que están unidas por el lazo de la «marginalidad», especialmente estrecho en momentos de crisis. Por ello, desde Colombia – Euskadi hablan de la necesidad de aumentar la inversión en materia social pues «la mayoría de estos jóvenes proviene de hogares desestructurados, donde sus padres están casi todo el día trabajando fuera de casa» y al final, concluye Prieto, se juntan para «reforzar su identidad, su virilidad y hasta su heroicidad».
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