«Al final, nos salvará a todos la pequeña»

La Verdad, D. VIDAL, 10-02-2011

Fagusto Maturano y su hija María Elena, ayer, esperando el autobús para ir a Orihuela. :: VICENTE VICENS / AGM

María Elena cumplía ayer tres años. Mira al periodista mientras bebe un zumo y apoya la cabeza en su padre, Fagusto, boliviano de 46 años, que cuenta que, aunque en su casa no entra mucho dinero ahora mismo, «no le va a faltar un regalo a la cosa más bonita del mundo». Pese a todo, parece que el regalo se lo hicieron ayer a él. Fagusto lee en ‘La Verdad’, ampliando progresivamente su sonrisa, que el borrador del reglamento de la Ley de Extranjería presentado por la Secretaría de Estado de Inmigración el martes – que se tendrá que someter a los pertinentes trámites – contempla la posibilidad de otorgar la residencia legal a los padres inmigrantes cuyos hijos posean la nacionalidad española. Es su caso.

Este agricultor boliviano, especializado en arroz, maíz y yuca, y su esposa llegaron a España en enero de 2007 y al mes siguiente nació su hija pequeña. La única española de la familia. Los otros dos hijos del matrimonio, de 14 y 12 años, están en Bolivia «con la abuela». Su mujer, que sí tiene los papeles en regla, no pisa por casa entre semana, ya que cuida de una mujer las 24 horas y sólo descansa sábados y domingos. «Cobra 600 euros que se van a Bolivia en su mayoría». Fagusto no trabaja. Al menos, de forma regular: «La situación del país no es buena, pero sin los permisos de trabajo y la residencia es imposible. A lo mejor un par de días a la semana me llevan al campo y hago unas horas, eso con suerte, y con eso y lo que sobra del sueldo de mi mujer vamos pagando las cosas de aquí. Después de tanto tiempo arreglando papeles para sacar a los hijos adelante, al final nos salvará a todos la pequeña», logra decir entre murmullos. Casi risueño, casi avergonzado. María Elena, que parece no entender la conversación, vuelve a apoyar la cabeza en su padre y a dar un trago al zumo. Su padre sonríe y vuelve a sacar fuerzas.

Unas fuerzas que, por cierto, le han amenazado con fallarle alguna que otra vez. «Hemos pensado en volver. Con la situación económica que hemos pasado y cómo están las cosas aquí, nos lo hemos planteado, pero estamos aguantando. Otra cosa es traernos a nuestros hijos. Eso es más difícil ahora, aunque si nos dan los papeles podríamos pensarlo. Todo podría ser más fácil si esto sale adelante», asegura este padre de familia refiriéndose al borrador de la Ley de Extranjería.

Fagusto tiene un «empadronamiento temporal» en Orihuela. De hecho, ayer cogía el autobús para desplazarse hasta la localidad vecina y renovar el permiso, porque caduca. Pese a todo, viven en Murcia. Todos los días se levanta a las cinco de la mañana para acercarse a una parada de autobús «donde nos pasan a recoger para ir al campo» y asegura que «en esa parada hay mucha gente como yo. Personas de Ecuador, Bolivia o Marruecos que tienen hijos nacidos aquí pero ellos aún no han conseguido los papeles. Me parece que esto le haría bien a mucha gente. La familia es mi vida, y sin trabajo no se puede mantener. Y trabajo, sin papeles…». Es la pescadilla que se muerde la cola. Ahora sólo toca esperar «a ver qué tarda más»: si los papeles por la vía ordinaria o los trámites de este borrador. ‘Alea jacta est’.

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