Osoro dice que los planes de retorno tratan como desecho a los inmigrantes

Las Provincias, A. RALLO | VALENCIA., 01-02-2011

El arzobispo de Valencia, Carlos Osoro, ofreció ayer su particular visión de la crisis económica, un mal del que hoy en día se libran pocos. Sin embargo, todavía hay excepciones. Una de ellas, por ejemplo, era el propietario del Ferrari que estaba aparcado justo en la puerta del Valencia Palace, el hotel donde el Club de Encuentro Manuel Broseta organizó la conferencia. Con unos minutos de retraso – algo casi ya obligado en actos de este tipo – comenzó el arzobispo con su discurso sobre la crisis económica y moral basado en la encíclica Caritas in Veritate, un documento que sitúa al hombre por encima de la economía.

Osoro entró rápido en materia, ante lo que considera «un problema mundial». Pero no se trata únicamente de apostar por soluciones técnicas – las de economistas y Gobiernos – sino que precisa de un cuestionamiento moral sobre por qué estamos en el punto que estamos.

La crisis demuestra que la economía no es capaz de regirse por sí sola «sin los cimientos de un sistema de valores de referencia que no sean económicos». El prelado no comulga con aquella mano invisible que, según algunos, rige los destinos del sistema.

El arzobispo citó a las víctimas de la crisis. Evidentemente, los desempleados. «Los nuevos pobres tienen que ver con el paro», aseguró. Y esta situación, si se prolonga en el tiempo, afecta a la creatividad y daña las relaciones sociales.

No se olvidó de los inmigrantes, especialmente afectados por la complicada situación. «La migración necesita ser entendida como el derecho de todo ser humano a buscar un futuro mejor». Pero ahora, Europa – pese a lo que fue en otros tiempos – condiciona el mercado de trabajo a la coyuntura económica e invita a programas de retorno de inmigrantes, a salir como si fueran una especie de «desecho».

El porqué de esta crisis para Osoro está más que claro. «Se ha producido por la falta de vigilancia de las autoridades, por la ausencia de regulación». A esto hay que sumar los bonus a corto plazo basados siempre en el beneficio. Aparte, España cuenta con su particular caballo de batalla: «La explosión de su propia burbuja», motivada por la promoción de viviendas y el incremento en el precio del suelo.

No son pocos los males. No obstante, el arzobispo encuentra en la crisis síntomas positivos en la comunidad cristiana. Por ejemplo, el aumento de solidaridad en las familias y el consumo responsable.

La crisis supone una oportunidad para replantear el camino «hacia el progreso humano», insistió Osoro. La preocupación básicamente debe ser el hombre. «El primer capital a salvar es la persona». Y esta no puede quedar encerrada solo en el bienestar «y prescindir de los valores a los que está llamado». El destino pasa por una «civilización de la economía, con el amor, la paz, la solidaridad, la justicia y la libertad.

La renovación ética en España, según Osoro, debe pasar inevitablemente por la defensa del derecho a la vida de todo ser humano. El arzobispo dejó dos mensajes para la reflexión: «No es sostenible hacer dinero con el dinero. La crisis volverá a descubrir el valor del trabajo».

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