Indocumentados sufren por amor
El Universo, 25-01-2011Laura Enríquez quería que su novio conociese Alaska, de modo que cuando visitó los glaciares tomó fotos de una foto del novio, con un fondo de nieve blanca. Ocurre que el novio vino a EE.UU. con sus padres cuando era niño y no tiene papeles, por lo que no puede correr el riesgo de hacer un viaje como ese.
En los dos últimos años la pareja afrontó varias situaciones en las que hubo que tomar medidas especiales por la condición de indocumentado del novio. Por ejemplo, ella conduce y con frecuencia paga porque, por más que tenga un título universitario, al novio le cuesta conseguir trabajo.
La condición de indocumentado afecta no solo las posibilidades laborales y de labrarse un futuro, sino también las relaciones románticas.
En las universidades, los indocumentados enfrentan numerosas barreras sociales toda vez que se pide una identificación con foto, como una licencia de conducir: no pueden participar en salidas que impliquen viajes por carreteras (por temor a ser detenidos por la policía), ni ir a bares ni volar en avión.
Ello dificulta las relaciones. Nancy Guarneros, estudiante de 23 años, recuerda lo emocionada que estaba cuando su novio le anunció una salida especial, hasta que el joven le dijo que irían a un club nocturno. Ella entró en estado de pánico. “¿Cómo se te ocurre llevarme a un sitio donde pedirán una identificación?”, pensó la muchacha, según relató.
No está claro cuántas parejas jóvenes encaran situaciones similares. Los investigadores dicen que la cifra seguramente aumentó ahora que los hijos de los indocumentados llegados en la década de 1990 andan por los 20 años. La década del noventa fue la que recibió más indocumentados, unos 4,5 millones, según un estudio. Los que vinieron siendo niños son hoy adolescentes o veinteañeros y les resulta más difícil regularizar su situación casándose, al endurecerse las leyes de inmigración.
Los investigadores creen que en las universidades es donde más casos hay en los que un indocumentado tiene una relación romántica con una persona con papeles, ya sea ciudadana o residente legal, pues allí se fomenta un ambiente de diversidad y abundan los indocumentados asimilados a la cultura estadounidense. Hay muchos jóvenes veinteañeros que vinieron al país de niños, hablan perfecto inglés y están totalmente insertados.
Muchos crecen sin siquiera saber que son indocumentados. Se enteran al cumplir los 16 años, cuando quieren sacar una licencia de conducir y descubren que no pueden hacerlo por no tener papeles.
Viven como estadounidenses. Ven Barney y los Power Rangers. Van a las fiestas de graduación de la secundaria. Hacen todo lo que hacen los chicos estadounidenses. Cuando llegan a los 16, 17, 18 años chocan con la realidad y descubren que no pueden manejarse como gente común, expresa Roberto Gonzales, sociólogo de la Universidad de Washington.
El año pasado, muchos de esos estudiantes participaron en manifestaciones a favor del Dream Act, una legislación que le hubiese permitido regularizar su situación inmigratoria a cientos de miles de personas menores de 30 años que fueron traídas al país antes de cumplir los 16 años.
La legislación, que fue descartada en el Senado, era vista como un primer paso hacia la legalización de entre 10 y 12 millones de indocumentados.
Asuntos como las amistades y los romances pueden parecer triviales, pero no para los jóvenes que luchan por insertarse en la sociedad.
Los jóvenes que descubren que son indocumentados a menudo se enfurecen o sufren depresiones. Conseguir una educación y un buen trabajo son su prioridad, pero también aspiran a tener una vida social normal. Para un hombre, iniciar noviazgos no resulta fácil si no puede manejar o no tiene dinero para una salida en vista de que no consigue trabajo.
A menudo, los indocumentados no son bien vistos por las familias de sus novios o novias, que piensan que lo único que buscan es regularizar su situación. La carga aumenta cuando terminan la universidad.
Enríquez dice que su novio le hizo una promesa: no se casarán hasta que no consiga la residencia, así ella puede estar segura de que lo hace por amor.
Roberto Gonzales
Profesor universitario
“Hacen todo lo que hacen los chicos estadounidenses. Cuando llegan a los 16 años chocan con la realidad”.
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