Tribuna Abierta
Somos igual de diferentes
Deia, , 24-12-2010YA en noviembre de 2005 desde el Foro Iruña nos mostramos sensibles al fenómeno de la inmigración con un artículo titulado Migraciones: repensar lo nuevo de una vieja realidad. Pasados cinco años desde entonces, hemos podido constatar cómo dos de los problemas que entonces se apuntaron siguen hoy sin resolverse. Uno de ellos es la globalización que supone para Europa el fenómeno migratorio y otro es el desafío del mestizaje.
En aquel momento, los disturbios que se estaban produciendo en Francia por parte de inmigrantes y sobre todo franceses hijos de inmigrantes fueron el eje del debate y, curiosamente, hace poco se ha producido también en Francia otro fenómeno que nos preocupa a muchos cual es la expulsión consentida, previo pago, de gitanos rumanos. A día de hoy, se carece de una política migratoria común europea. Lo único que tenemos es una política común de expulsión, lo cual deja muy en entredicho la voluntad de Europa de abordar el asunto.
Pero no hace falta irse muy lejos para constatar cómo en nuestra sociedad más cercana tenemos ejemplos que denotan que todavía tenemos un largo camino por delante.
Hay ciertos mitos que rodean el fenómeno de la inmigración que, siendo falsos, lo único que hacen es crear un verdadero ambiente contrario a la misma dentro de nuestro entorno. Estos mitos aderezados por la crisis económica son el caldo de cultivo perfecto para buscar culpables en vez de soluciones y un culpable fácil al que echarle en cara el resultado de nuestra incompetencia es el inmigrante.
En este entorno, todos, en mayor o menor medida asistimos con indiferencia a comentarios que acusan a los inmigrantes de incrementar el gasto sanitario, del incremento del paro, de apropiarse de las VPO y de adueñarse de todo tipo de subvenciones y plazas pagadas con dinero público, todo ello mezclado con el bulo de que somos los que más inmigrantes acogemos de Europa. Nada más lejos de la realidad, estadística tras estadística, dato tras dato, se constata cómo estos mitos creados interesadamente no son más que el inicio de un fundamentalismo que creemos necesario erradicar y que sirve de base a campañas organizadas, creando problemas donde no los hay y siendo buen ejemplo de esto la polémica creada por el uso de velo en las escuelas o el intento de no empadronamiento de inmigrantes en algunos pueblos de Cataluña.
Debemos ser conscientes de que los problemas derivados de la crisis económica hacen más daño en aquellos que son más vulnerables y que viven situaciones verdaderamente dramáticas. La crisis se ha manifestado en su mayor crudeza en los inmigrantes y así lo reflejan los datos del paro y esto, además, ha supuesto que el flujo migratorio se haya ralentizado e incluso descendido, pero también ha dejado en evidencia que la mayoría de los inmigrantes en todos los países receptores han optado por quedarse en ellos.
El panorama presentado con anterioridad nos hace valorar que tenemos que avanzar hacia una convivencia que se debe articular sobre el respeto y el conocimiento de otras formas de vida, otras formas de sentir y de creer, de manifestarse, de vestir… Solo la mezcla del respeto y del conocimiento nos llevará a la comprensión y aceptación del que tenemos delante. Hay que conocer y avanzar en el respeto para llegar a entender, puesto que sino es muy difícil superar las diferencias y se da paso al etnocentrismo, pensando que lo nuestro es superior a lo de los demás, creando perjuicio, rechazo y temor y dando lugar a comentarios fáciles.
Esta situación de conocimiento y de respeto debe ser recíproca puesto que el que viene también debe de aceptar ciertas cosas, la convivencia implica reglas de juego y cuestiones que igualen a todos.
Dos modelos chocan a la hora de alcanzar la convivencia, la multiculturalidad entendida como el modelo que en el extremismo de no renunciar a nada tiende a crear guetos, y la interculturalidad entendida como el modelo que trata de encontrar puntos comunes para lograr una convivencia en la que se integren todos. Nosotros apostamos por la interculturalidad como gestión de la diversidad sin renuncia a lo propio. La diversidad es riqueza, no un problema, pero crea conflictos y dificultades. Estas dificultades pueden llevar a que se produzca una violación de derechos pero también a que no se respeten los deberes. Los límites de la tolerancia deben de estar en la intolerancia.
Entendemos que la situación en estos momentos, sin ser la ideal, no es ni mucho menos catastrófica, pero debemos estar atentos para que los discursos catastrofistas no terminen de cuajar y el diálogo intercultural, imprescindible para la convivencia, siente las bases igualitarias de un nosotros común sin exclusiones, que supone más mirar hacia adelante que hacia atrás.
Ya había aquí varias culturas antes de que se iniciara el fenómeno de la inmigración y nosotros más que nadie hemos podido comprobar cómo la marginación trae problemas de convivencia; no debemos caer en los mismos errores anulando las diferencias (pero cuidando siempre que el derecho a la diferencia no se convierta en diferencia de derechos).
Por lo tanto ante un modelo multicultural que puede crear guetos creemos que la interculturalidad es la verdadera receta de integración y convivencia. Vivimos en un mundo plural y el reto es la convivencia, imprescindible para la ciudadanía. Debemos de tener en cuenta que el pasado es mestizo pero el futuro lo es más y el diálogo intercultural junto con mentalidades abiertas debe construir algo común.
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