El cóctel Luton

Los suicidas de Londres y de Estocolmo salieron de la ciudad dormitorio situada auna hora de la capital británica

La Vanguardia, , 19-12-2010

RAFAEL RAMOS – Luton. Corresponsal

TALIBANESISLAMISTAS… Jóvenes pakistaníes insultaron a soldados que desfilaban tras regresar de Iraq

. . . Y DE ULTRADERECHA El alcalde, que es sij y lleva turbante, fue agredido porque le creyeron musulmán
Votada anualmente – con toda la razón- como una de las ciudades más inhóspitas de Inglaterra, Luton no es precisamente una de las joyas de la corona británica. Pero la fealdad crónica de un núcleo urbano de calles oscuras con lúgubres edificios o la pobretona y gris austeridad de sus centros comerciales son un problema menor comparado con las tensiones religiosas y raciales, la efervescencia de la ultraderecha y la presencia de islamistas radicales vinculados a los atentados terroristas del 7-J en Londres y de hace unos días en Estocolmo.

Luton es célebre por todas las razones equivocadas. Por ser el bastión de la Liga para la Defensa de Inglaterra (EDN), una organización de tintes neofascistas. Por la agresión de hooligans de ultraderecha a Lajbir Singh, el alcalde sij de la ciudad (en su ignorancia, creyeron que era musulmán porque llevaba un turbante). Por los incidentes en un desfile de soldados recién regresados de la guerra de Iraq, que fueron increpados por jóvenes pakistaníes llamándolos “asesinos de niños” y “carniceros de Basora”. Porque fue la última escala de los terroristas antes de poner las bombas en el metro de Londres en el 2005. Y porque fue el hogar de Taimour Abdulwahab al Abdaly, el refugiado iraquí que hace una semana se inmoló con una bomba en el centro de Estocolmo.

¿Qué tiene Luton para atraer a personajes tan poco recomendables como Abdaly, los neonazis y las varias decenas de militantes del prohibido grupo islamista radical Al Muhajirun, que predica la más absoluta intolerancia y propone reemplazar la democracia británica por la ley charia, seguidores del exiliado imán Omar Bakri Mohamed, que actualmente predica a través de internet desde su escondite en Líbano y sigue deshaciéndose en alabanzas de los suicidas del 11-S y el 7-J? Ciudad dormitorio a una hora al norte de Londres, atrajo numerosas olas de inmigración a lo largo del siglo XX, desde que Vauxhall Motors estableció en 1905 una de las mayores fábricas de automóviles del país. Irlandeses y escoceses primero, y luego caribeños, pakistaníes, bengalíes y polacos llegaron como mano de obra cualificada y no cualificada, y ocuparon los numerosos bloques de viviendas de protección oficial que puntúan el paisaje.

La planta llegó a dar trabajo a 30.000 personas, y su cierre en el 2001 aumentó dramáticamente el índice de paro, minó los cimientos de la cohesión social y sentó las bases de una animosidad creciente entre las distintas comunidades, que tienen la noción (acertada o falsa) de que compiten entre ellas por unos beneficios sociales cada vez más escasos en tiempos de austeridad.

“Los polacos (un término que se aplica a todos los europeos del este llegados en la última década) han tenido un efecto muy nocivo, porque están dispuestos a trabajar por la mitad del salario mínimo”, dice Elaine Roscroft, camarera de una pizzería en el centro comercial de Arndale.

Desde la tribuna del estadio de Kenilworth Road (el equipo local ha pasado en quince años de primera división a la regional del fútbol inglés) se divisan los minaretes de varias de las quince mezquitas de una ciudad de 200.000 habitantes, una décima parte de los cuales son musulmanes, y a veces incluso se distinguen los cánticos grabados del muecín llamando a la oración en medio de los gritos de los hinchas. Una cuadrícula de calles de modestísimas casitas adosadas de la época victoriana (en una de ellas vive la viuda de Abdaly, el terrorista de Estocolmo) descienden desde el campo de fútbol hasta Dunstable Road, el corazón del conflictivo barrio de Bury Park, una bulliciosa calle comercial llena de joyerías, carnicerías y tiendas de tejidos, conocida extraoficialmente como el Bulevar Osama bin Laden.Delante de una de ellas instalan los sábados por la mañana su chiringuito una veintena de radicales de Al Muhajirun, repartiendo panfletos con su peculiar y hostil interpretación del islam. Son conocidos como los talibanes de Luton,los mismos que increparon a los soldados en el desfile. Y aunque no representen a la mayoría, hacen mucho daño a nivel de imagen.

También hay otros talibanes,los de la ultraderecha, que periódicamente se enzarzan en peleas callejeras con los musulmanes radicales, utilizando como armas lonchas de bacon que les arrojan a la cara. “Somos nosotros quienes pagamos vuestros subsidios con nuestros impuestos”, les gritan con un considerable cinismo, porque la mayoría de ellos no trabaja ni ha trabajado nunca en la vida, como demuestra que por las mañanas de días entre semana pululen por la Dunstable Road sin nada mejor que hacer que buscar bronca. Hace poco la mezquita Call to Islam fue objeto de un ataque nocturno con bombas incendiarias que causó daños por valor de 60.000 euros.

“Al Qaeda se ha infiltrado en el ayuntamiento de Luton – asegura un militante de la Liga para la Defensa de Inglaterra-.No es normal que en los hospitales públicos los musulmanes hagan que las enfermeras tengan que girar las camas cinco veces al día para que los enfermos puedan rezar mirando a La Meca, ni que una empleada de Marks and Spencer se niegue a tocar un libro de cuentos infantiles sacados de la Biblia porque es impuro, ni que una adolescente lleve a los tribunales a la directora de su escuela porque le prohibía llevar el velo (ganó el caso), ni que los cirujanos musulmanes se niegue a cumplir las prácticas de higiene, ni que en la villa olímpica de Londres se vaya a construir una mezquita con capacidad para doce mil feligreses. Gran Bretaña es un país cristiano, pero se están apoderando de nosotros”.

El fanatismo no entiende de colores, de razas ni de religiones, y ha convertido Luton en la ciudad no sólo más fea, sino también más antipática de toda Inglaterra. Un experimento fracasado de multiculturalismo.

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