Tribuna Abierta
De cómo está cambiando la fotografía de la inmigración
Deia, , 12-12-2010HAY quién aún se sorprende cuando, a la pregunta “¿de dónde eres?”, respondo diciendo – absolutamente convencido – “de Bilbao”. Hay otros que, cuando ejerzo mi derecho a crítica (ya sea política, social, religiosa…), se molestan si soy demasiado contundente o simplemente demasiado crítico. Observo que se sienten invadidos, sojuzgados y utilizan como bálsamo para ese picor una crema llamada “tolerancia”. Lo digo así porque – creo – la mayoría entiende dicha palabra en su acepción original (la del latín: tolerare), que significa soportar, sostener, cuando deberíamos manejar un concepto mas amplio y preciso: “Capacidad de escuchar y respetar a los demás comprendiendo el valor de las distintas formas de entender la vida”. Y he aquí que surgen algunas preguntas. ¿No será que nos decimos tolerantes cuando realmente actuamos de manera ambigua? ¿Cuando hablamos de integración, no estaremos pensando en asimilación? ¿Cuando decimos convivir, no estaremos queriendo decir coexistir? A mi juicio, la tolerancia debe ser entendida como el respeto mutuo y aplicarse en su grado máximo, que es el entendimiento mutuo.
El día 11 de noviembre me encontré con el siguiente titular : “Crecen los prejuicios contra los inmigrantes ”. La noticia nos daba cuenta de los resultados de un estudio presentado por el Observatorio Vasco de Inmigración, Ikuspegi. Es cierto que el resultado (el título lo dice casi todo) no nos debiera pillar por sorpresa – al menos a mí no me sorprende – pero no es menos cierto que nos debe llevar a analizar la visión que se pretende dar a la sociedad sobre temas sociales y cómo ésta afronta aspectos que le influyen en la vida diaria. Me referiré a la poca o casi nula capacidad que tenemos como grupo humano ¿organizado? para saber cuándo nos están dirigiendo a control remoto (y no me refiero precisamente a la clase política, aunque también). Y, mas importante, hacia dónde quieren llevar al rebaño.
La sociedad, en general, deja que la hagan ver para otro lado. Sobre todo si al otro extremo está Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez, o los sueños de sexo de una noche – ya perdida – en la historia de un escritor pseudooriental y amigo de los gatos o el verbo campechano del ex corresponsal de guerra con butaca en la academia o… ¡da lo mismo!. La cuestión es no pensar demasiado en las cosas importantes, claro. Ya lo decía el tango Cambalache : “¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor”. Siempre hay una polémica (artificial, intencionada) para hacer ver hacia otro lado.
Pero el tema que me ocupa y preocupa, no es artificial, no se soluciona cambiando de canal o de radioemisora. La inmigración es un proceso, no un fenómeno. Inmigrantes , emigrados, desplazados, perseguidos, han existido siempre y van a seguir existiendo y esto es así porque el poder económico lo detentan los mismos titiriteros que en el mundo han sido. Usan el mando a distancia con nosotros cuando les interesa y de paso nos hacen ver (que no mirar) para el lado que ellos quieren. ¿O acaso el desempleo, la especulación urbanística, el precio de la vivienda, la crisis, las guerras, el hambre, la inseguridad social, – por citar sólo unos pocos – , tienen otro origen que no sean la codicia y la falta de escrúpulos de quienes mueven los hilos?
El informe presentado hace que – como sociedad – se nos vea el plumero ni mas ni menos porque hay crisis. En una situación holgada no nos preocupa la inmigración (puede ser molesta, pero no nos preocupa), pero cuando nos aprietan el bolsillo… ¡ay amigo!, cuidado con el “negrito”, con el “sudaca”, cuidado con… ¡es igual! Cuidado con cualquiera que venga de fuera, que venga de fuera de cualquier país con poderío, claro está. Ahora bien, ¿nos paramos a pensar que es, precisamente, en esos países con poderío donde están los culpables de nuestras penurias? ¿Alguien cree que cerrando puertas, señalando como culpables a los mas desfavorecidos y creando recelo hacia quienes hacen los trabajos que nadie quiere, vamos a blindarnos frente a los problemas en que nos han metido los señores de las grandes inversiones, los asientos de cuero y majestuosas oficinas? Claro que es mas fácil, cargar contra un inmigrante que contra un banquero o un empresario especulador.
Y, a todo esto, ¿qué dicen los inmigrantes ? En el País Vasco (imagino que al igual que en el resto de España), ¡poco! Nos miramos el ombligo, lamentamos nuestra situación y nos ponemos túnicas coloridas, bailamos bailes exóticos y tocamos el tambor allí donde nos invitan. De vez en cuando una manifestación por aquí, una muestra gastronómica por allá. Pero sobre todo eso, mucha muestra folclórica. Y ¿a esto le llamamos participación, interculturalidad y movimiento asociativo?
Que no se me mal entienda. He bailado orgulloso el floclore chileno durante 10 años; lo he llevado, junto a mis compañeras de asociación (casi siempre son ellas las mas participativas), no sólo a festivales, también allí donde no hay cámaras ni medios de comunicación ni autoridades. Me refiero a hogares de ancianos, de acogida de niños, a psiquiátricos. Es decir llevando alegría a quienes mas la necesitan. Por tanto no estoy en contra de ese tipo de actividades, pero creo que ha llegado el momento – como dice mi amigo Omer Oke – de dar “un paso mas”. Y debemos entonar el mea culpa.
¿Dónde están los líderes que toda comunidad debe tener? ¿Por qué las asociaciones de inmigrantes – en su gran mayoría – sólo piden y reciben subvenciones para proyectos folklóricos? ¿Es que acaso no hay profesionales que hayan emigrado hacia éstas tierras? ¿Es que todos los que han llegado lo han hecho en patera y por la puerta de atrás? ¿Todos trabajábamos de cuidador de ancianos, asistente de hogar, peones sin cualificar, camareros o cuidadores de niños? Que conste que todo trabajo que no atente contra la dignidad propia y ajena es estimable, pero convengamos… unos mas que otros.
El inmigrante, el nuevo vecino de Bilbao (o de donde sea) y sus asociaciones (me refiero a las de inmigrantes , no tanto las que trabajan “para el” o “de ayuda a”), deben implicarse, no sólo en mostrar su folklore y su gastronomía, también deben iniciar un trabajo que contemple la participación social, en su barrio, en su consejo de distrito, en su sindicato, en su asociación de vecinos. El inmigrante debe asimilar el concepto de ciudadano, debe interesarse por lo que pasa en su ciudad, emitir opinión, informarse, saber de que se habla cuando se habla de nuestra ciudad. Debe – el que pueda – inscribirse en el registro electoral, debe votar, elegir sus candidatos, pero no desde una perspectiva de quien nos regale mas al oído o de quien nos cae mas simpático, porque el voto debe conllevar responsabilidad ciudadana.
El inmigrante es – en efecto – un ciudadano, le afectan las mismas problemáticas que a cualquiera. Ya sé que el que haya unos cuantos que se aprovechan de las ayudas y de la sanidad pública o que se dedican a tener actitudes delictivas penales no ayuda mucho en la visión que se tiene de la inmigración, pero, ¡a mí también me han asaltado! y no han sido unos “de fuera”. Podría contar anécdotas sobre mi experiencia en la distribución de alimentos cuando ejercía de voluntario en Cruz Roja, de cómo algunos traían furgonetas y en la esquina contaban fajos de billetes y ninguno de aquellos tenían un NIE o un pasaporte extranjero.
El que suscribe, a pesar de sentirse y ser bilbaino (son ya 20 años en tierras vascas), sigue siendo para muchos “un extranjero”. Da igual que no esté cobrando una ayuda y no importa si desarrollo una labor cultural y social. Para muchos sigo siendo “uno de fuera” y… ¡cuidado conmigo! No vaya a ser que me dé por alzar la voz y ser discordante con el status quo.
Es como en los años 60 en EE.UU. Los negros estaban ahí, pero era mejor no verlos. Tenían líderes, pero el propio sistema los dividía. Tenían asociaciones, pero se argumentaba que “su cultura era la del enfrentamiento con el blanco”. A los afro americanos de la época, sus conciudadanos les temían, odiaban y desconocían – a partes iguales – merced a los titiriteros mas recalcitrantes de la derecha política, económica, empresarial y social de la época. Lo mismo pasó con los latinos.
Después de casi 50 años, la fotografía ha cambiado. “Yes we can” puso el marco a la foto. Pero antes – esas minorías – tuvieron que organizarse como ciudadanos de pleno derecho y dar ese mensaje a su sociedad. Tuvieron que darse cuenta de que ya no eran ajenos, que ya no eran inmigrantes , es decir, hubo que trabajar y hacer el esfuerzo al interior de la propia percepción. Integración no es asimilación, es participación y junto con ella, formación, autocrítica, análisis, trabajo, esfuerzo.
Pero no todo es un panorama negro cuando se habla de inmigración y asociativismo. Hay dos excelentes noticias. Por una parte, la labor que se viene desarrollando en una gran red de asociaciones como es el Festival Gentes del Mundo, el cual es para algunos una plataforma con un peso que ya quisieran para sí otras organizaciones, aunque no se si dentro de las propias asociaciones de inmigrantes que forman el Festival se tiene conciencia de esto. Y por otra parte la creación – el 18 de noviembre último – del Consejo Local de Inmigración, órgano consultivo que el Ayuntamiento de Bilbao ha creado para que ejerza de nexo y se implique al movimiento asociativo inmigrante al quehacer político, social, económico y ciudadano de nuestra villa. Dicho consejo está bajo el amparo del Área de Igualdad, Cooperación y Ciudadanía. Y su vocación es la de : “potenciar a las personas extranjeras su capacidad de organización, interlocución, como promotoras de propuestas e iniciativas para la formulación de políticas públicas y para el desarrollo de acciones de participación ciudadana. También, para fomentar la solidaridad y el respeto con la diversidad cultural; potenciar la participación social y política de las personas inmigrantes y de las entidades que conforman; para establecer un espacio de intercambio y difusión intercultural; para fomentar la sensibilización de la ciudadanía bilbaína y para incrementar la corresponsabilidad de la Administración, la ciudadanía y las propias personas inmigrantes en su proceso de incorporación”.
El Consejo no sólo nace con una vocación, nace con la esperanza de muchos ciudadanos, al menos la de los mas de 25.000 que viven en Bilbao. Y nos observan con atención los mas de 45.000 que hay en Bizkaia y los 69.000 que hay en el País Vasco. Tenemos que estar a la altura de las circunstancias. No es una bilbainada, ¡y aunque lo fuera, que para eso somos de Bilbao! Debemos trabajar todos y todas para que ambas entidades, cada una en su ámbito sirvan para conseguir cambiar la mentalidad. Nuestra fotografía está cambiando, sepamos ponerle un marco digno.
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