Contra el sistema de castas

Deia, Koldo Leniz, 11-12-2010

Últimamente me llegan bastantes cartas electrónicas denunciando supuestos abusos que inmigrantes y gitanos realizan de las ayudas sociales. Incluso me las envían amigos poco sospechosos de simpatizar con el espíritu xenófobo y populista de la derecha intereconómica.

Aluden a supuestos caso probados, pero nunca dan datos concretos y verificables. Tengo yo que tras la apariencia de la denuncia de un abuso, lo que realmente se esconde es el rechazo al uso de los servicios sociales públicos por parte de los más necesitados.

Es probable que exista algo de picaresca, pero lo que realmente creo que hay es verdadera necesidad por parte de muchas personas. ¡Que son los inmigrantes y demás excluidos sociales quienes se benefician de esas ayudas! ¡Pues claro! ¿A quién se supone que deberían auxiliar a la infinidad de altos cargos que a sus sueldazos suman incontables dietas, primas e incentivos? ¿A esos que todos conocemos (a veces con solo mirarnos en el espejo), que sin ningún tipo de contrato empleamos a los mismos inmigrantes que censuramos en nuestros hogares y en el cuidado de nuestros niños y ancianos? ¿A los que cada año defraudan a Hacienda todo lo que pueden (varios miles de millones de euros sólo en Euskadi)?

En un Estado en el que se subvenciona a los causantes de la crisis económica y se conceden subsidios de todo tipo a los negocios y propiedades de la mismísima Duquesa de Alba; en un Estado que paga hasta el gasoil del yate de un monarca que pasa por ser uno de los hombres más ricos de Europa, suena miserable, electoralista, clasista y racista cebarse con los más desfavorecidos. Sobre todo porque los datos en los que se apoyan esas supuestas denuncias son tendenciosos e inverificables y solo responden a la propaganda xenófoba de la derechona más rancia. ¡Que se persiga al gran mangante antes que al raterillo!

No nos creamos todo lo que viene por internet. No sigamos el juego al que enfrenta a las clases populares con los que tienen menos aún; esa es la estrategia del despiste al que juegan los poderosos. Es el germen del fascismo.

Ahora bien, cuando veamos algo denunciable, denunciémoslo.

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