Madrid
Gran Vía, el «paseo de la Vergüenza»
Sesenta estrellas, cada una con un caso real de violencia de género, alfombraron ayer la centenaria arteria
ABC, , 26-11-2010Apuñaladas, asfixiadas, tiroteadas, quemadas vivas, violadas, infectadas de VIH… Sesenta historias reales sobre la acera
Mercedes. 80 años. España. Su marido la mató a garrotazos. Esto no es el titular de una crónica de sucesos de la posguerra. Es lo que, en lo que va de año, ha ocurrido cinco veces en Madrid. Por eso, ayer, Día Internacional contra la Violencia de Género, la centenaria Gran Vía no tuvo empacho en convertirse en el «Paseo de la Vergüenza». Sesenta grandes estrellas con 60 historias terroríficas en su interior. Todas con un nombre, con una pesadilla en sus vértices. Sesenta mujeres de aquí y de allá, pero víctimas del mismo yugo machista.
«Se trata de llamar la atención sobre el hecho de que la violencia de género no sigue un mismo patrón y no conoce límites geográficos, culturales ni sociales», explica a Efe Elena Montobbio, jefa de Cooperación Sectorial y de Género de la Aecid, la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo.
Mujeres de Ecuador, como Mayra, que, a sus 24 años, murió acuchillada en la cama de su agresor. O Kondé, de Malí, que de los 22 a los 35 años ha sufrido amenazas de muerte y palizas en el seno de su matrimonio polígamo. Más escabroso, si cabe, es el caso de M. D., senegalesa que, a sus 13 años, ha quedado embarazada tras ser violada por un vecino de 60. Y Victoria, y Fátima, y Alicia, y Farida, y Teopolina…
La iniciativa está liderada por Red Activas, que destaca que son 60 casos de 28 países, incluido España: feminicidio, maltrato físico y psicológico, violencia sexual, mutilación genital, matrimonios forzados, lapidaciones… «Se trata —dicen en la organización— de la principal causa de muerte entre las mujeres de entre 15 y 44 años en todo el mundo».
En otro punto del centro, junto a la Catedral de la Almudena, el artista argentino Luizo Vega organizó una «performance» en la que una mujer, simulando a María Magdalena, posó desnuda junto a la escalinata del templo católico: «Queríamos representar una lapidación destacando la feminidad natural, por eso hemos escogido a una mujer embarazada de dos meses», explicó el autor.
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