JOSÉ MARÍA MARCO OJER

Generalizaciones injustas

Diario de Navarra, JOSÉ MARÍA MARCO OJER ES PROFESOR DE FILOSOFÍA (JOSEMMARCO@GMAIL.COM), 11-11-2010

G ENERALIZAR consiste en pasar de casos individuales y particulares a afirmaciones generales que abarcan a todos los casos similares a los observados: observamos que varios ordenadores de una marca funcionan mal y generalizamos afirmando que los ordenadores de esa marca son malos.

Generalizar es un proceso habitual tanto en nuestra vida cotidiana como en el proceso científico pero “toda generalización es injusta” en la medida que se observan una parte de los casos posibles y a partir de ellos se formula una afirmación universal.

Los medios de comunicación: sus noticias, sus valoraciones, sus opiniones y comentarios; son con frecuencia el punto de partida de injustas generalizaciones. Es noticia lo extraordinario, lo infrecuente, lo que se sale de lo habitual casi siempre por su aspecto negativo; y por ello la imagen que percibimos de la realidad es una imagen distorsionada que siempre olvida a la inmensa mayoría de personas, de países, de emigrantes, de jóvenes… que tienen una vida enmarcada en lo que entendemos por normal. En contadas ocasiones son noticiables hechos relevantes pero positivos.

Cometemos injusticias cuando las generalizaciones las formulamos exclusivamente desde una experiencia limitada y condicionada por nuestros prejuicios y por las informaciones recibidas en los medios. Una experiencia que tiene como frontera nuestras percepciones muchas veces centradas también en lo truculento, en los siniestros, en lo exageradamente excepcional.

Por eso, al menos de vez en cuando, conviene recordar a los que de forma anónima llevan su vida sin tragedias, sin violencia y también sin premios ni reconocimiento a una labor bien hecha. A los que injustamente son olvidados por casi todos y que son “maltratados” al incluirlos en un colectivo – en unas generalizaciones – que parten de compatriotas, compañeros o conciudadanos responsables de robos, irresponsabilidades o incompetencias.

No existen premios para los buenos padres, ni para los emigrantes que trabajan en condiciones de seudo – explotación malviviendo en pisos patera. No existen reconocimientos para los médicos que alargan el tiempo dedicado a cada paciente a costa de su tiempo libre, ni para el vecino que ayuda desinteresadamente a los ancianos que viven en su rellano.

Pero si un padre abandona a su hijo, un emigrante comete un delito, un médico una negligencia o alguien acaba con la vida de su vecino, nadie le libra de sus quince minutos de “gloria” en los medios informativos.

Así, pensamos que todos los funcionarios son unos vagos, todos lo políticos unos corruptos, todos los musulmanes unos terroristas y unos bárbaros que mutilan a sus hijas al practicarles la ablación, todos los homosexuales “unas locas de la noche”, todos los curas unos pederastas, todos los soldados de Irak torturadores, todos los emigrantes unos delincuentes y unos aprovechados de los beneficios de nuestra sociedad…

Por eso, al menos de vez en cuando y en la parte que me resulta más cercana, conviene recordar que no todos los jóvenes pasan de sus estudios, que no todos se emborrachan de forma compulsiva y rompen botellas en los parques, que no todos agreden verbalmente a sus profesores y menos físicamente, que no todos pasan su tiempo libre vagueando sin nada que hacer, ni todos carecen de los más mínimos principios de civismo y ética. Es más, la mayoría no lo hace.

Por eso, al menos de vez en cuando, conviene recordar que para ser menos injustos debemos ir más allá de nuestra propia experiencia limitada y con frecuencia negativa, más allá de ese bombardeo negativo que nos trasmiten los medios de comunicación. Para ser menos injustos, debemos acordarnos de vez en cuando de los anónimos, de los no noticiables, de los que desde su vida normal pasan desapercibidos.

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