Cara a cara con las bandas

Los técnicos de Ágora son los principales referentes en Navarra en la pacificación de bandas latinas. Para legitimar su actuación debieron ser apadrinados por los Latin King en Barcelona hace tres años. Conocen las entrañas de un fenómeno con el que intiman a diario.

Diario de Noticias, J.M., 07-11-2010

Algunos pertenecen a pandillas – agrupaciones – o bandas latinas, otros han pertenecido en el pasado y también hay a quienes simplemente les gusta el mundo del hip hop como forma de expresión. Casi todos vienen de procesos de reagrupación y llevan en Pamplona más de cuatro años. Son los jóvenes con los cuales trabaja a diario la asociación Ágora, la mayoría de ellos con edades entre 15 y 22 años, y con predominancia de origen ecuatoriano y colombiano. Otro rasgo definitorio es un alto índice de fracaso escolar debido al desajuste entre los estudios iniciados en el país de origen y la formación reglada española. Por eso, muchos de ellos optan por un taller o quieren volver a estudiar para aprobar la ESO. También hay quien trabaja en la construcción o en la hostelería e, incluso, un universitario.

Los problemas de estos chavales, afirman desde Ágora, son “los mismos que los de cualquier adolescente. Su relación con los amigos, las tiranteces con los padres porque están en esa edad de buscarse su propia identidad y su sitio en la familia, etc. Ellos sí viven un doble duelo migratorio: por un lado la salida de alguno de sus padres, y luego, su propia migración. Si para muchos adolescentes el cambio de instituto es vivido como una tragedia (dejar amistades, sitio nuevo, dudas sobre la acogida…), ahora pongámonos en la situación de cruzar el charco”.

Los motivos por los cuales estos jóvenes inmigrantes se agrupan en bandas parecen radicar en las dificultades que comparten a la hora de integrarse en su nuevo entorno. “Si realmente tuviésemos una integración vería más grupos mixtos no de género, sino de nacionalidad. La integración es cosa de todos. Integración no es asimilación, sino que juntos tenemos que construir una nueva sociedad con los nuevos ciudadanos”, apunta Daniel García. “El indicador en que me centro para basar el fenómeno de agrupación es como si los amigos realizasen una terapia de grupo. Han pasado por procesos de reagrupación parecidos, la perdida de amistades, la añoranza a un imaginario del país de origen… Es difícil integrarnos cuando no hemos decidido venir y tenemos ganas locas de irnos. Conocemos un chico que con su primer sueldo se compro un billete para volver a su país”.

convivencia tensa

“De repente salta la chispa y hay un conflicto importante”

La convivencia de los grupos juveniles pasa por constantes altibajos. “Parece que todo marcha bien, que no hay problemáticas manifiestas y de repente salta la chispa y nos encontramos con un conflicto importante. Desde que trabajamos en esta área ha sido una constante periodos de calma tensa, explosión del conflicto, enfriamiento, y otra vez calma tensa”. Individualmente, cada joven muestra “progresión en cómo enfocar su vida, su capacidad para reformularse y seguir un camino basado en objetivos. En la calle siempre les decimos lo mismo: hay que tener la misma motivación en los ensayos y en la vida. No somos los salvadores de nadie. Simplemente les motivamos para que a través de la música puedan motivarse para enfrentarse al día a día pero con un plan establecido, es decir, no dejar a la improvisación o al destino su futuro”.

Muchas de las rivalidades que desencadenan peleas y roces entre las bandas proceden del país de origen. “El origen al final se centra en unos objetivos como grupo, es decir, buscar enemigos fuera del grupo para cohesionar y evitar fisuras internas. Además, a ello contribuye una mala dirección por parte de los líderes de estas agrupaciones que creen que la violencia es la única solución en los problemas. Igualmente hay conflictos de información, de poder, de intereses. Cualquier cosa puede desencadenar una rivalidad. Las alianzas y los enemigos se crean y se destruyen a una velocidad vertiginosa”.

sin alarmismos

“Esto no es el Bronx, pero hay que ser prudentes”

Aunque algunos de los jóvenes que participan en los programas de Ágora se han visto implicados en sucesos violentos como miembros de bandas, “esto no es el Bronx”, asegura Daniel García. “Todo hay que tomarlo con prudencia. Entiendo la postura de una persona que lee una noticia con varias detenciones incautadas armas blancas, pero Pamplona no es ni Madrid ni Barcelona. No obstante, lo que tiene de bueno puede jugar en nuestra contra en algún momento, como es la cercanía entre los diferentes barrios y la comarca, lo que puede ocasionar problemáticas. Además, si contabilizados los altercados en sábado a la noche veremos que gran parte de las peleas no son perpetradas por bandas, sino que son riñas individuales o colectivas, pero no por defender unos colores o un territorio”. Por ello, desde Ágora sostienen que “ni hay que estar alarmados por esto, ni tenemos que minimizarlo, sino que hay que tomarlo en su justa medida. Desde nuestra entidad consideramos que es muy importante realizar una labor preventiva, porque prevenir conflictos nos llevará a una convivencia intercultural pacífica”.

La raíz de la violencia, a ojos de los profesionales de Ágora, está en “la desocupación, en la falta de motivación y en la frustración. La idea es darles esa ocupación viniendo a los ensayos, porque trabajan para un objetivo, que es el darse a conocer entre iguales a través de la música. Reforzamos las cosas buenas que hacen, es duro que siempre te caigan las broncas y nunca lleguen los halagos. Si hacen bien las cosas, hay que decirlo y si las hacen mal, también. A partir de esas premisas empezamos a trabajar sobre la persona, y sobre lo que quiere explicar a través de su música. Por el momento estamos muy satisfechos de como se van comportando los chicos y esperamos que sigan todos por ese rumbo basado en el trabajo, la constancia y la colaboración con otros jóvenes”.

el trabajo de los mediadores

“Somos confidentes, asesores y compañeros de trabajo”

Las relaciones que establecen los técnicos de Ágora y los jóvenes son absolutamente flexibles. “Ellos nos ven en muchos casos como panas (amigos). No es fácil definir una situación concreta. Si fuese sólo un técnico perdería ese feeling; si fuese un amigo perderíamos posición como profesionales. Así que nos movemos en la dualidad: somos confidentes, asesores y compañeros de trabajo”, afirma Myriam Flores, secretaria de Ágora y mediadora.

No obstante, las resistencias que los profesionales deben vencer son múltiples. “Nos encontramos el mutismo selectivo a ciertos temas que tocamos. Las medias falsas verdades, posturas muy cerradas y herméticas. Por eso no solemos hacer un acercamiento en frío. Para que ahora mismo podamos trabajar con algunos de estos chicos tuvimos que ser, entre comillas, apadrinados en Barcelona. Y la verdad que tres años dan para mucho, y ahora veo chicos que en la primera reunión con ellos ya se abren a nosotros”.

Los efectos de la mediación social que realiza Ágora “depende de casos, pero el 90% de la gente con la que trabajamos esta muy contenta. Yo veo la pacificación y la resolución de conflictos entre bandas y los chavales ven que hacen música en espacios de ensayo, que graban un CD, que hacen un vídeo, que tienen un concierto con material técnico bueno. Nos dejamos la piel, horas de trabajo, incluso dinero para que hagan temas sociales, que sean un ejemplo para otros jóvenes y gran parte de esa maduración motivacional se centra en que no podemos seguir con disputas grupales, sino que hay que colaborar unos con otros a través de la música”.

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