Madres en pañales
Diario Sur, , 06-11-2010«¿Qué he hecho bien hoy? Me he levantado sin que me llamen a las nueve. Me he aseado y vestido. También a mi bebé. He jugado y paseado con él». El texto encabeza un cartel colgado de una de las salas de estar del Centro Básico de Acogida. Se trata de toda una lección de maternidad condensada en diez pequeños puntos y dirigida a las mamás precoces que pasean por los pasillo de estas instalaciones, dependientes de la Diputación Provincial de Málaga. Esta peculiar escuela de la vida lleva ocho años enseñando la difícil tarea de ser madre a adolescentes menores e inexpertas. «El objetivo es prepararlas para que cuando salgan sepan asumir su rol de manera responsable a pesar de su corta edad», explica Ana Romero, subdirectora del centro y responsable del programa ‘Madres Gestantes Adolescentes’.
Desde su creación, en 2002, esta iniciativa ha servido de guía a doscientas progenitoras andaluzas de menos de 18. La mayoría rondan los 16 – 17 años. «Sin embargo, en una ocasión asistimos a una niña de apenas doce», aclara Romero, quien asegura haber recibido «con pena» el titular de la menor rumana que ha dado a luz esta semana en Jerez de la Frontera con solo diez años, «sobre todo porque la pequeña ni estaba escolarizada», dice.
Según los datos recogidos por el Instituto Nacional de Estadística (INE), el pasado 2008 nacieron en la provincia 195 niños de adolescentes que no tenían la mayoría de edad. Tres de ellas se afanan estos días por adaptarse a su nueva etapa vital con la ayuda del equipo de profesionales que dirige Ana Romero.
Irene (nombre ficticio para mantener su anonimato) es una de ellas. A sus 16 años, esta marroquí afincada en Málaga desde 2006 acaba de ser mamá del pequeño Alejandro, que apenas tiene un mes. Cuenta que nunca ha utilizado métodos anticonceptivos. ¿Por qué? «Pues porque nunca lo he pensado», responde tímidamente. Pese a jugar con fuego, esta joven insiste en que el niño no era buscado. La noticia, dice, le pilló totalmente por sorpresa. «Fue una bomba», subraya con una media sonrisa al tiempo que admite que la maternidad le ha cambiado la existencia por completo.
«Antes salía a todos los sitios y podía ir más rápido a hacer las cosas. Ahora, con el bebé, todo va lento y no tengo la misma libertad. Por ejemplo, a las ocho de la tarde si hace frío ya me tengo que venir al centro porque el niño no debe estar en la calle. Mis amigos me llaman y eso para que salga, pero me da cosa. Es otra vida. Ahora todo se centra en él y en que él esté bien. Ya no soy yo sola», resume mientras mece a Alejandro, que ha empezado a hacer ruiditos desde su carro. Entonces, continúa: «¿Ves? Esto es lo que me pone nerviosa. Que a veces no sé lo que le pasa y no le entiendo. Llora mucho y come mucho. Le doy el pecho y sigue protestando. Le meto un biberón de 90, y aún así tiene más hambre», expone con la preocupación propia de una madre que, para más inri, tiene 16 años, lo que riza aún más el rizo de esta complicada experiencia.
Noches sin dormir
Irene tiene cara de cansancio. Confiesa que el bebé se despierta tres veces por la noche y que apenas está durmiendo. Para colmo, tiene que seguir con su formación académica de 3º de ESO. Mientras se adapta a su nueva circunstancia, sus profesores le envían los deberes para que no pierda el ritmo del curso. Pero insiste en que ahora todo es más difícil. Tanto, que asegura que de haber podido elegir – ya sabiendo lo que implica – no habría sido madre tan pronto. De hecho, su primera intención fue abortar, «pero miré por Internet y vi que a la altura del embarazo que me encontraba el niño ya estaba formado y todo. Decidí seguir adelante porque sino eso luego se queda aquí», apostilla a la vez que se señala la sién.
Ante la polémica desatada por el alumbramiento de la menor rumana, Irene coincide con la opinión de pediatras y trabajadores sociales: «A los diez años no se está preparada para tener un hijo. Si ni siquiera lo estoy yo con 16. Es una locura. Cuando lo vi en la televisión…no veas… no me lo podía creer», sentencia.
Sonia, otra adolescente de 17 años, comparte su valoración: «Yo me enteré de la noticia en el instituto y tampoco me lo creía. Con diez años no sabes ni cambiar un pañal», plantea esta menor quien, pese a su corta edad, ya es madre de dos niñas. La primera de ellas vino al mundo cuando ella tenía quince años. «A esa edad debía estar jugando con muñecas y saliendo y entrando con mis amigas», asevera. En ese momento, cuenta que lo que más le costó fue «tirar para adelante». El papel de madre se le venía grande y asegura que su propia cuñada tenía que bañarle a la pequeña Encarna porque ella ni sabía. «Son muchas cosas que se te vienen encima de repente: que si los pañales, la leche, los biberones, las noches en vela…Y con 15 años no estaba preparada para afrontarlo. Estaba perdida, no sabía manejarme con la cría. Me faltaban fuerzas y experiencia», admite.
Dos niñas con solo 17 años
Aún así, Sonia acaba de repetir experiencia y hace cuatro meses nació su segunda hija. Ahora, las tres conviven en el Centro Básico de Acogida, al que esta joven madre fue derivada tras sufrir un episodio de violencia doméstica. Estas instalaciones se han convertido en toda una escuela para ella. No sólo está aprendiendo el oficio de jardinería, además, reconoce que le están enseñando «muchas cosas». «Desde cómo asear y vestir a las niñas a cómo cuidarlas y educarlas». A la pregunta del millón de si ha merecido la pena, esta adolescente recurre al comodín del silencio. Pero sobran las palabras. Su mirada de desesperación habla por sí sola. Segundos después se arranca en un sincero «puede».
Actualmente, el programa ‘Madres Gestantes Adolescentes’ tiene conveniadas ocho plazas con la Junta de Andalucía. El Servicio de Protección de Menores es el encargado de derivar a las jóvenes que requieran la inserción en el centro. «Normalmente se trata de miembros de familias desestructuradas, adolescentes con padres drogadictos o con historiales de estancia en otros centros de protección, inmigrantes sin recursos o casos de guardia judicial, determinados por un magistrado. Son situaciones complicadas que requieren la tutela de la administración», sostiene Ana Romero.
Como experta, insiste en que a edades tempranas no se tiene la preparación que requiere la maternidad, de ahí el importante papel que desempeñan los profesionales del centro de acogida. Durante el tiempo que pasan internas en el recinto, las jóvenes viven en un pequeño apartamento con dormitorio, terraza y baño. «Les enseñamos a mantenerlo limpio y ordenado . Es un entrenamiento para el futuro», dice Romero. Además, se trabaja con las menores para que adquieran conciencia de familia y habilidades sociales, para que sepan preparar la comida del niño o pedir una cita en el médico y se les anima a completar sus estudios obligatorios y aprender un oficio. Solo así se puede ganar la partida de un difícil juego, no apto para niñas.
(Puede haber caducado)