El profesor de la UPV y premio Eusko Ikaskuntza reflexiona sobre la idea de una Europa metida de lleno en una crisis económica de la que saldrá totalmente cambiada. Bengoetxea habla con optimismo de la UE, de la que dice que «está por diseñar y se encuentra en un proceso de transición».
- Uno de los lemas de los jóvenes franceses en sus protestas contra la reforma de las pensiones es ‘No queremos vivir peor que nuestros padres’. ¿Esta frase refleja el fin del Estado del Bienestar?
- Lo que está ocurriendo es la transformación del Estado del Bienestar. El que hemos conocido posiblemente no lo conocerán nuestros hijos. Esa transformación se debe a muchos factores, uno de ellos es el demográfico y otro responde a nuestras expectativas respecto a lo que esperamos que la sociedad nos venga a aportar y que consideramos como un derecho. De alguna forma pensamos que la sociedad nos debe más, que tenemos una serie de derechos adquiridos, que nuestro nivel de bienestar va a ser garantizado por lo público. Pero ahí se producirá un cambio incluso de mentalidad. Lo que creo que va a ocurrir es que existirá una serie de derechos básicos que deberá asegurarnos el sistema público y por otra parte habrá otra serie de servicios que no se consideran tan básicos pero que mejoran nuestra calidad de vida. Pretender que con nuestro actual nivel de presión fiscal vamos a ser capaces de obtener estos servicios gratuitamente va a ser cada vez más difícil.
- ¿Por qué las protestas de Francia no se han extendido a otros países?
- Habría que hacer un análisis sociopolítico. Yo parto de la base de que la situación en otros Estados es distinta. En Francia quizá tenían adquirido un nivel de bienestar. Han consolidado ciertas cotas que quizás no se habían consolidado en otros Estados y el temor de perder estas cotas seguramente haya sido un factor importante. Quizá exista en Francia una cultura política diferente, una manera de expresar el rechazo a ciertas propuestas. Hay sectores que tienen gran capacidad de movilización y gran capacidad de ejercer presión a la hora de movilizarse.
- ¿Quién marca hoy la tendencia en Europa?
- Europa está por diseñar, lo que falta es el concepto de pueblo constituyente que se concibe como protagonista político. Estamos en una fase de transición.
Aprendizaje
- ¿La crisis económica va a ayudar a superar esta etapa?
- Se suele comentar que las crisis siempre aportan un elemento de aprendizaje. En Europa seguramente está ayudando. La experiencia que ha habido con Grecia, el pánico escénico que se ha sentido en España, Portugal e Irlanda a vivir la misma situación de alguna forma ha llevado a que la propia UE se tome muy en serio esto que ahora llaman la gobernanza económica. No puede haber únicamente una gobernanza monetaria sino también una económica, y esto era algo casi impensable hace meses.
- ¿Europa ha perdido la inocencia?
- ¿Europa ha sido inocente? Se me hace muy difícil pensar que Europa haya sido inocente en algún momento.
- La canciller de Alemania, Angela Merkel, ha hablado del fracaso del multiculturalismo. ¿Hacia dónde nos llevan estas palabras?
- Hay que ver si es fracaso. Tenemos que ver qué política multicultural se está aplicando porque igual en las reflexiones de Merkel existe una especie de autocrítica, de ingenuidad respecto a las posibilidades de las políticas de integración que habían aplicado. A los inmigrantes en Alemania se les llama trabajadores invitados. El problema es que igual que le invitas a alguien a que venga le puedes invitar a que se vaya. Aquí teníamos otro concepto que desarrolló parte del nacionalismo y es que es vasco el que vive y trabaja en Euskadi. Era una forma de considerarlo parte de ese nosotros común. La cuestión es si vamos a ser capaces de mantener esa mentalidad frente a los nuevos influjos que vamos a tener.
- ¿Podemos fracasar en el País Vasco?
- Yo vivo en Vitoria y en la Parte Vieja visualmente te choca la diversidad. El reto es que esta gente pueda mantener formas culturales que son propias porque lo consideran parte de su propia identidad y herencia. Al mismo tiempo, deberían ser conscientes de la sociedad en la que viven con toda su diversidad. Aquí el sistema educativo tiene un reto enorme.
- ¿Tenemos que aprender a ser distintos en lugar de ser iguales?
- El problema es cuando se quiere imponer la uniformidad. La igualdad debemos tenerla en el plano de los derechos y las responsabilidades.
- ¿Con toda esta diversidad Europa no corre el peligro de perder la pugna ante otras culturas?
- Al revés. Si gestiona bien toda esa diversidad, Europa se convierte en un potencial enorme, en una implosión de creatividad y diversidad. Puede ser algo interesantísimo.
- ¿Existe una cultura europea?
-Existen muchas culturas europeas, no sé si debemos aspirar a una sola. La cultura europea puede ser una cultura cívica con unos derechos fundamentales que compartimos, un modelo social mínimo, el control del poder, es decir, la noción de que el Estado tiene límites, y la idea de sostenibilidad. Estos cuatro puntos conforman la cultura que podemos ofrecer los europeos.
-¿A qué se debe la aparición de partidos de corte totalitario en países europeos?
- Hay que ver exactamente qué es lo que dicen. Sería un error pensar que todos están reviviendo el discurso de los totalitarismos de Alemania, Italia y España. Lo que hay es un discurso de otro corte, más complejo y sibilino. Igual coges el programa político de alguno de estos partidos y en algunos aspectos es más avanzado que algunos de los que aquí tenemos por progresistas e integradores.
- ¿En los europeos hay pasión por Europa?
- Igual Europa no tiene que ser eso. Puede que no tenga que pretender ese nivel de patriotismo a la europea. Quizá el proyecto europeo es precisamente vencer el patriotismo, superarlo, y en ese sentido el problema sea el patriotismo y no Europa como tal. ¿Somos capaces de desarrollar ese nivel de identificación con un grupo y que quede sólo en eso, en una identificación basada en valores más que en símbolos? Ahí hay un nuevo reto.