Wilders ya tiene clon en Alemania

Stadtkewitz, ex de la CDU, es el líder de La Libertad, un partido anti inmigrantes

El Mundo, ROSALÍA SÁNCHEZ, 17-10-2010

Mientras la extrema derecha de
tintes neonazis permanece cercada
por una valla de voto marginal que
le impide la presencia en las instituciones,
otra fuerza política, populista
y xenófoba se revuelve en Alemania.
Die Freiheit (La Libertad) es
el nombre de un nuevo partido anti
inmigrantes y con aspiraciones
de acceder a gobiernos locales que
se constituyó formalmente a principios
de septiembre y cuyomotor es
un político renegado de 45 años,
René Stadtkewitz.
Vivió como obrero de la metalurgia
en la RDA hasta que, en 1989,
antes de que cayese el Muro, huyó
con su familia a Alemania Occidental
a través de Hungría. En 1995 se
afilió al Partido Demócrata Cristiano
(CDU) y ha sido su portavoz en
el parlamento regional de Berlín
hasta que sus públicas y estrechas
relaciones con el holandés Geert
Wilders causaron, el pasado 30 de
agosto, su expulsión. Se marchó
con 27 de los 34 escaños de su distrito
y –junto con otro ex CDU,
Marc Doll, y con un ex miembro
del Partido Pirata, Aaron Koenig–
se presentará a las regionales de
2011 por Die Freiheit «con un programa
basado en la libertad y la democracia
directa».
El pasado 2 de octubre, mientras
la clase política alemana convencional
se congratulaba por el 20º
aniversario de la reunificación,
Stadtkewitz se trajo aWilders a un
céntrico hotel de Berlín. Allí, ante
unos 200 invitados, clamó por la
«necesidad en Alemania de un partido
más a la derecha».
«A nuestra derecha está sólo la
pared», respondía el día siguiente
un directivo de la CDU, remitiéndose
al estudio publicado en 2006 por
el sociólogo de Leipzig Elmar
Brähler, según el cual era muy escaso
el porcentaje de alemanes que
tienen una visión del mundo de extrema
derecha. Desde 2006 hasta
hoy, sin embargo, la frontera de la
corrección política parece haber
variado en Alemania.
Thilo Sarrazin, socialdemócrata,
con su libro Alemania se disuelve
ha agitado el odio hacia un enemigo
identificable, la inmigración musulmana.
La obra se basa en datos
«irrefutables» sobre la falta de integración
y de respeto a los valores
de la Constitución por parte de estos
grupos. Además, Erika Steinbach
(de la Unión Cristiano Demócrata)
ha afirmado públicamente
que tiene «dudas de que Alemania
fuese la culpable de la II Guerra
Mundial», algo impensable hace
sólo unos años.
Una reciente encuesta realizada
por la Universidad de Leipzig para
la Fundación Friederich Ebert señala
que entre un 10% y 20% de la población
reconoce, por ejemplo, «la
necesidad de un dictador». Los datos
se radicalizan si se relacionan
con la crisis. El 32% dice estar de
acuerdo con que «cuando hay escasez
de empleo, los extranjeros deberían
ser enviados a casa»; el 34%
asegura que «los extranjeros sólo
vienen a explotar el sistema de seguridad
social alemán»; y el 35% piensa
que «Alemania tiene un peligroso
nivel de influencia extranjera debido
a la cantidad de inmigrantes en el
país». En todas las preguntas, los
porcentajes fueron considerablementemás
altos en el Este que en el
Oeste de Alemania, y ahí reside una
de las claves de éxito de Stadtkewitz.
Unas 2.000 personas se manifestaban
ayer contra los recortes en
las ayudas a parados de larga duración
en el distrito de Pankow de
Berlín, en el que el líder de La Libertad
consiguió su acta de diputado.
«Justicia para nosotros. Nosotros
somos el pueblo», se leía en
una de las pancartas.
Este barrio –en el noreste de la
capital alemana, perteneciente a la
RDA hasta la reunificación y que
alberga al grueso de la generación
perdida de la reunificación– compite
en la recepción de ayudas sociales
con otros distritos occidentales
donde se han asentado las enormes
colonias de inmigrantes musulmanes,
especialmente turcos.
En las elecciones de 2009, el partido
ex comunista Die Linke fue el
más votado en Pankow, con un
27,7%, en las regionales, mientras
que para el Gobierno federal lo fueron
Los Verdes, con un 29,8%. «Pero
entonces no existía La Libertad»,
dice ahora Stadtkewitz, confiado
en catalizar el descontento.

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