Islam en Europa
La Vanguardia, , 17-10-2010EL islam es la religión monoteísta universal más joven del mundo y, en cuanto a número de fieles, con unos 1.678 millones de seguidores, según las estadísticas de las Naciones Unidas, disputa el primer puesto al cristianismo (2.100 millones). Los musulmanes están repartidos fundamentalmente por un arco de 55 estados que se extiende desde la costa oriental de Áfricahasta Indonesia, el país con la mayor comunidad musulmana, pasando por Arabia Saudí, donde se encuentran los lugares más sagrados del islam (La Meca y Medina).
Por continentes, los musulmanes suman unos mil millones en Asia y unos quinientos millones en África.Pero donde la presencia de musulmanes hace correr más ríos de tinta es en Europa, donde son poco más de quince millones. Hay países donde la presencia musulmana es histórica, como sucede en Albania y en Kosovo, la antigua provincia serbia ahora prácticamente independiente. Bulgaria, Bosnia, Macedonia y Georgia también cuentan con un pasado, y presente, de importantes comunidades musulmanas. Pero donde la presencia de musulmanes provoca más tensiones es en Europa occidental, donde los musulmanes son inmigrantes más o menos recientes. Por ejemplo, en España se calculaba en la década de 1970 que la población musulmana apenas superaba las diez mil personas; ahora, es de 1,5 millones. En Francia viven más de 5 millones de musulmanes, y en Gran Bretaña, casi dos millones.
Ninguno de estos estados ha escapado a la polémica y las tensiones por la presencia de una numerosa comunidad musulmana. Unas veces ha sido el uso del velo, otras la crisis económica y la rivalidad por un puesto de trabajo o una vivienda social. Pero en las últimas semanas el foco se ha centrado en Alemania, donde existe una comunidad musulmana de 3,3 millones, la mayoría de origen turco. La polémica se ha reactivado en Alemania después de que el presidente Christian Wulff, democristiano, afirmara el pasado 3 de octubre que “el islam forma parte de Alemania”. Las reacciones no se han hecho esperar.
Distintos políticos democristianos han dicho todo lo contrario. Y una encuesta hecha pública esta semana mantiene que la tercera parte de los alemanes opina que el país estaría mejor sin musulmanes. Y el 59% dice que los musulmanes no aceptan la Constitución alemana, aunque en la parte oriental del país, donde apenas hay musulmanes (2%), esta afirmación es compartida por el 70%. En definitiva, no faltan sociólogos que estiman que la derecha ha cambiado su antisemitismo y xenofobia por un antiislamismo.
La situación es preocupante. Una de las constantes de la reciente inmigración musulmana es que sus protagonistas redescubren en suelo europeo sus propias raíces y el valor del islam después de confirmar que la realidad europea no es como se la imaginaban: sienten la alienación, carencias y la soledad. Todo esto se orilla a menudo entre quienes consideran que los musulmanes deben ser la víctima propiciatoria.
En este contexto, los dirigentes políticos y los ciudadanos preocupados están emplazados en la Unión Europea a entablar un ambicioso debate con el que se puedan establecer las normas para una coexistencia real en una sociedad que, se quiera o no, ya es multicultural. Dar la espalda al problema sólo conducirá, más temprano que tarde, a un enfrentamiento que cerrará la sociedad europea, que se considera abierta.
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