Ciudadana a los 101 años de cruzar la frontera

La Vanguardia, FRANCESC PEIRÓN - Nueva York. Corresponsal , 14-10-2010

Esta mujer ha vivido siempre en Texas, donde un documento de hace 69 años le ha facilitado el pasaporte
Una cosa es lo que digan los papeles y otra los sentimientos. Jamás se sintió extranjera en su hogar aunque ha tenido que pasar más de un siglo para que confluyan lo uno y lo otro. ¡Qué lejos queda río Grande!

Eulalia García Maturey es un ejemplo de perseverancia. Nacida en la ciudad mexicana de Monterrey, cruzó la frontera en ferry, desde Matamoros, sin enterarse de nada, ni tener conciencia del viaje. Iba en el regazo de su madre, Hilaria Mendoza. Hacía sólo seis meses de su nacimiento. Jamás conoció a su padre. Madre e hija se instalaron en Brownsville (Texas), donde ambas iniciaron sus nuevas existencias.

Doña Eulalia ha sobrevivido a dos maridos, a dos hijos y a ser considerada una indocumentada. Justo el día que se cumplían los 101 años de su cruce de la frontera, un 12 de octubre de 1909, el Gobierno de Estados Unidos le reconoció su estatus legal. Esta mujer, menuda pero de gran resistencia, superó este martes el llamado proceso de naturalización, que se celebró en una sala del tribunal federal de la ciudad donde ha pasado toda su vida.

“Libre, me siento libre”, afirmó una vez que alcanzó su sueño. Cuentan que se expresó con voz potente, de una fuerza que parecía desbordar su frágil estructura física. Su cuerpo, delgado y cimbreante, y su mente, lúcida, funcionan todavía bien engrasados, a plena conciencia. Le falla algo la vista, desgastada de tanto mirar.

De esta manera, la señora García engrosa un club muy selecto. Sólo 15 personas componen la lista de inmigrantes de más de cien años que han conseguido el reconocimiento de ciudadanos, según un portavoz oficial. Y lo ha logrado en un momento en que los aliens o extranjeros, en especial los hispanos como ella, no gozan del mejor de los créditos en un país forjado por los llegados de fuera. Marilu Cabrera, portavoz del Departamento de Inmigración, afirmó que “el solo hecho de que esta mujer de 101 años haya querido ser ciudadana de Estados Unidos es un honor para el país”.

Yolanda Ovalle, sobrina de doña Eulalia, ejerció el papel de lazarillo en el proceso de cumplimentar la burocracia. “Este es un día muy importante para nosotros – destacó Yolanda-,porque ella se lo merecía”. Su tía respondió a todas las preguntas y superó cada uno de los obstáculos. “Nunca he visto a nadie de su edad con tantas ganas de vivir. Adora su vida y es de ese tipo de personas que jamás han tenido un conflicto con nadie”, añadió la sobrina.

A la hora de recordar, la señora García rememoró que, en aquellos tiempos, cruzar la frontera era una simple rutina. Eso le contaron. No había patrullas aduaneras, ni puntos de control. No resultaba complicado dar el salto, ni había nadie vigilando a la gente y enviándola para atrás.

Una vez en Brownsville, disfrutaron de una vida tranquila. Hilaria se ganaba la vida lavando ropa. Eulalia dejó la escuela de niña, tras cursar el tercer grado. “No quise ir más”, sostuvo. Así que empezó a ayudar a su madre entre las pilas de prendas por lavar. Ejercían de lavanderas a mano. Se casó temprano, nada más cumplir los 16. Su primer marido murió al cabo de sólo cinco años. Pocos después volvió a contraer matrimonio. De esta segunda relación nacieron sus dos hijos.

En 1940, el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley en la que se requería a las personas sin el reconocimiento de ciudadanía que se registraran. Eulalia García dio este paso, como tantos otros millones de indocumentados. Poco antes de la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, recibió un certificado de entrada para cumplimentar. Nunca imaginó que ese documento le permitiría alcanzar el reconocimiento legal de ciudadana de EE. UU. 69 años después.

Durante decenios desconoció cuál era su situación legal. Pese a que temía la deportación, cruzaba la frontera sin problemas. Si le preguntaban decía que era estadounidense, hasta que en el 2008 empezaron a pedirle el pasaporte. Debía buscar una solución.

Nunca es tarde. “Quiero pasar el resto de mi vida siendo legal. Crecí aquí y moriré aquí”.

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