Hispanos por la patria
Las Provincias, , 11-10-2010Al ecuatoriano John Orlando Torres Pez se le ensombrece el rostro e inclina la cabeza cuando recuerda aquel martes 26 de junio de 2007 en que presenció los funerales de Estado en el acuartelamiento de la Brigada Paracaidista de Paracuellos del Jarama (Madrid) por los seis militares muertos en el Líbano. Seis jóvenes, tres españoles y tres colombianos, cayeron en el atentado contra el blindado BMR en el que viajaban. Sólo unas horas antes del sepelio John ayudó a bajar los ataúdes del avión. Compartían cuartel en Paracuellos y no pudo reprimir las lágrimas al cargar con los cadáveres. Tres años antes, John había estado con la misma brigada en Kosovo, en misión de fuerza. Él volvió a salvo, pero aquel triste 24 de junio en que murieron sus compañeros maldijo la mala suerte de estos, aunque alabó la buena estrella que hasta ahora le ha acompañado a él
Las cifras de muertos en misiones internacionales van en aumento (162), y si a la estadística se le pone nombre y apellidos, se confirma que muchos son inmigrantes. Como la última víctima de origen extranjero, el colombiano John Felipe Romero Meneses, de 21 años, fallecido en Afganistán el 1 de febrero tras pisar una mina anticarro el vehículo que le transportaba. Fuera de misión, la colombiana Leidy Johanna Carmona Silvestre, de 27 años, perdió la vida el 21 de enero pasado en Valladolid al ser aplastada por un vehículo de exploración de 15 toneladas de peso. Hacía maniobras en el Regimiento de Caballería Farnesio, en la base de El Empecinado. Torres Pez convive en la Agrupación de Apoyo Logístico de Valladolid (AALOG – 61), una de las que más participan en las misiones españolas, con los colombianos Jorge Humberto Mesa Ramírez y Leidy Johanna Pulgarín León. Los tres desmienten que haya más muertos extranjeros que españoles en las misiones de paz. «Vamos todos con la misma preparación, y todos corremos ese riesgo», comenta Jorge Humberto. Tal vez sea porque ellos encabezan las listas de voluntarios. Experiencia, honor y mayor remuneración son algunas de las razones que les llevan a apuntarse. No todos los españoles se arriesgan tanto por lo mismo.
Los tres militares narran sus experiencias y aspiraciones en el cuartel de La Rubia donde se forman para suministrar y reparar material a las tropas españolas en las bases del Líbano, Kosovo o Afganistán. En sus declaraciones prima la prudencia, la sensatez y una escasa locuacidad. No en vano, presencian la entrevista tres oficiales. A ver quién es el guapo que se arriesga a decir más de la cuenta. Ni siquiera sobre los salarios, pregunta a la que hacen mutis por el foro. No es difícil averiguarlo por fuentes extracastrenses. Un soldado gana 1.300 euros brutos al mes, salario que se eleva hasta los 3.000 para quienes se enrolan en una misión internacional.
Oficio y sueldo estable
John Orlando Torres Pez, de 28 años, es uno de los 2.087 compatriotas ecuatorianos alistados a las Fuerzas Armadas españolas. Este numeroso grupo sólo es superado por los 2.683 soldados colombianos. Juntos suman la gran mayoría de los 5.802 militares de origen inmigrante que integran la tropa y marinería del Ejército español, compuesta de 86.112 efectivos en estos momentos.
Este ecuatoriano, lejos de arredrarse, volvió a participar en otra misión internacional el año pasado en el Líbano, en la Base Cervantes, en Marjayún, la misma en la que prestaban servicio aquellos seis militares fallecidos. Llegó a España por reagrupamiento familiar. Le reclamó su padre, que trabajaba de camionero hasta que la crisis económica y el paro le devolvieron hace un año a Ecuador. Ahora espera salir fuera de nuevo. «¡Claro que me iría de nuevo, lo estoy esperando!», exclama. Eso, a pesar de tener un niño de 3 años «y de la tristeza que se siente al dejar acá a los seres queridos». Pero la experiencia «merece la pena».
Una afirmación que comparte su compañero de ‘guerra’ en Líbano Jorge Humberto Mesa Ramírez, de 20 años, que llegó a España con 17, solo y en busca de un cambio de vida. «Entré por vocación y porque el Ejército permite formarte y hacer diferentes actividades en el mismo lugar. Jorge califica de «inenarrable» los meses transcurridos en el Líbano entre abril y agosto del pasado año. Sin dudarlo ni medio segundo, asegura que volvería a otra misión. Tiene incentivos: «Las gratificaciones económicas se agradecen en tiempo de crisis, pero también importa lo que se vive». Mientras, se esfuerza por sacarse todos los carnés aprovechando que trabaja en la Unidad de Transportes, que no se plantea abandonar. «Un sueldo siempre está bien», remata.
Ambos hispanos dan la espalda al miedo, como la colombiana Leidy Johanna Pulgarín León, de 20 años, que también aterrizó en España vía reagrupación familiar. Tenía claros los motivos para enrolarse. «El Ejército me llamaba la atención y podía disponer de un sueldo seguro».
Leidy Johanna pasó por Infantería de Marina, en Cádiz. Ahora, en la AALOG espera turno para su primera salida internacional. Su familia no conseguirá disuadirla. A pesar de su timidez, hace gala de una seguridad aplastante y sólo tiene elogios para sus compañeros. «Me tratan muy bien», aclara cuando se le pregunta por sus relaciones con los soldados varones.
Tanto Leidy como Jorge Humberto han solicitado la nacionalidad española. John Orlando ya la disfruta. No sólo con el carné de identidad, sino también con el contrato de larga duración que le permitirá trabajar en el Ejército hasta los 45 años. Explica que opositará para la academia militar y para intentar acceder al contrato permanente que le garantice el servicio hasta los 58 años. Luego, como todos, a la reserva.
John Orlando y Jorge Humberto guardan como oro en paño los distintivos recibidos por las misiones en el exterior. Leidy Johanna espera lucir algún día las suyas. En la AALOG tiene oportunidades. Mientras llegan, en la agrupación, que cuenta con unos 600 soldados (el 15% mujeres) ayuda a reparar los vehículos y el armamento que les suministran desde Galicia, Asturias, Castilla y León y el País Vasco.
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