La reunificación pendiente con los musulmanes
El presidente Wulff aborda el reto de integrar a los inmigrantes en el vigésimo aniversario de la unión de las dos Alemanias
El Mundo, , 04-10-2010Especial para EL MUNDO
Alemania ha pasado página, da por integrada a la antigua RDA y aborda un reto que puede terminar siendo incluso más complicado: integrar a la población musulmana. El presidente Christian Wulff, cuyo discurso centraba ayer los actos oficiales en la ciudad estado de Bremen, despachó en un par de párrafos los agradecimientos a los valientes pueblos del Este, que derribaron en «revolución pacífica» el Muro de Berlín, y se empleó a fondo en convencer, tanto a los alemanes autóctonos como a los inmigrantes musulmanes, de que «todos somos Alemania».
Con la contundencia de la estatua en piedra de Rolando y su espada Durandarte, vigía de los derechos ciudadanos ante el Ayuntamiento hanseático, Wulff se definió a sí mismo tomando como referencia la polémica levantada por el economista Thilo Sarrazin, sobre los costes sociales, económicos y culturales que causan los guetos islámicos en Alemania. «También soy presidente de los musulmanes», dijo, y recordó que «no sólo el cristianismo y el judaísmo son parte del legado histórico cultural de Alemania, sino que también el islam es parte de nuestra cultura».
Lo hizo sólo horas después de que el holandés Geert Wilders dijera en Berlín: «Alemania necesita un partido capaz de defender su identidad nacional. La identidad política del país y su éxito económico están amenazados por el islam».
Consciente de la tensión, Wulff pidió a los musulmanes que «ni un solo niño sea enviado a la escuela sin los conocimientos previos necesarios [en referencia a la lengua alemana ] ni crezca sin que le sea inculcado el valor de la libertad».
Seguramente alguno de los 1.000 invitados se retorcía en su silla calculando los costes de esta nueva integración, partiendo de la base de los 187.000 millones de euros que los alemanes del Oeste han pagado en el denominado Impuesto de solidaridad, creado en 1991 para integrar a la RDA y vigente hasta 2019.
Quizá intuyéndolo, Wulff subrayó que «no cuesta dinero y basta con dedicarle tiempo y atención». «Necesitamos padres que se esfuercen por integrar a sus hijos, profesores que pongan el corazón en el empeño. Como hace 20 años, necesitamos ciudadanos que hagan más que aquello a lo que están obligados», explicó.
Después de un aplauso cerrado, la comitiva salió disparada, sin percatarse de los 2.000 manifestantes anti reunificación a los que 4.000 policías mantenían alejados del evento. Había prisa a causa del kilometraje. El presidente del Parlamento, Norbert Lammert, contraprogramó en Berlín, y a su convocatoria acudieron decenas de miles de alemanes a la explanada delante del Reichstag, donde Helmut Kohl, con su primera esposa Hannelore, vivió aquella noche de champán y salto en el vacío. Kohl no había sido invitado a Bremen, pero cuando recibió las flores ante el Reichstag, Berlín prorrumpió en aplausos y lágrimas.
En las expresiones de amistad a los desconocidos, más bien ajenas al carácter teutón, se adivinaba una satisfacción parecida a la que ayer, en una entrevista, confesaba la canciller, Angela Merkel: «En la RDA, siempre tuve el sentimiento que no podía llegar hasta donde era capaz».
A medida que uno se alejaba de la Puerta de Brandemburgo, otros berlineses apuraban en parques y terrazas el sol del quizá último domingo con luz de la temporada. Daban a entender, con su indiferencia ante los festejos, un balance personal menos entusiasta. La televisión pública, entre el bucle de programas conmemorativos emitidos sin cesar durante toda la semana, ha colado una encuesta según la cual el 84% de los alemanes está satisfecho con la reunificación, contra un 14% que la lamenta.
A primera hora, en la catedral de San Pedro de Bremen, el obispo de Osnabrück, Franz-Josef Bode, en la homilía del servicio ecuménico que sirvió de pistoletazo de salida a las celebraciones, tiró de Mateo 13 para expresar la pérdida de contenido espiritual de esta Alemania reunificada, respecto a aquellas oraciones de los lunes de Leipzig en las que comenzó a caer el Muro. «Parte de la semilla, como en el Evangelio, cayó en el camino. Y otra parte, por así decirlo, cayó en la cuneta», dijo el obispo.
La fiesta terminó con un conmovedor himno alemán, entonado a coro por decenas de miles, y fuegos artificiales durante del himno de Europa, que nadie cantó porque no tiene letra.
OORBYT.es
>Análisis de R. Sánchez sobre el aniversario de la reunificación.
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