Alemania festeja el éxito de su unión

El Correo, ENRIQUE MÜLLER CORRESPONSAL, 03-10-2010

Lothar de Mazière, el último jefe de Gobierno que tuvo la ex RDA y su primo Thomas de Mazière, actual ministro del Interior de Alemania, fueron protagonistas hace 20 años, cada uno a su manera, de la histórica unificación germana que comenzó a gestarse el 31 de agosto de 1990 en un viejo palacio ubicado en Berlín Este. Ese día, los representantes de las dos Alemanias que existían entonces pusieron fin a un arduo trabajo de dos meses y firmaron el llamado Tratado de la Unificación, un documento de casi mil páginas que hizo posible la unión el 3 de octubre de ese mismo año.

«Es un texto que tiene una dimensión histórica», constató Lothar de Mazière al referirse al tratado que había negociado y que su primo Thomas había ayudado a redactar. Pero, ironía del destino, la evolución posterior de la Alemania unificada acabó con la breve carrera política del último jefe de Gobierno de la ex RDA que precisamente había accedido al cargo para llevar a cabo la insólita misión de acabar con el país donde imperó el socialismo real durante 40 años.

En cambio, el extraordinario proceso político que se inició el 3 de octubre de 1990 forjó la exitosa carrera de Thomas de Mazière, un joven militante de la democracia cristiana que ocupó en los 15 años siguientes diferentes cargos de responsabilidad en varios gobiernos en el Este del país hasta ser nombrado ministro de la Cancillería en el Ejecutivo de gran coalición.

Veinte años después de la firma del Tratado de Unificación y en vísperas de la gran fiesta que recordará el aniversario, Lothar de Mazière y su primo Thomas volvieron a protagonizar sendos actos relacionados con la gesta que permitió el nacimiento del nuevo país que es hoy Alemania. El ex jefe de Gobierno de la RDA, de 70 años, presentó un libro de memorias, donde recuerda algunos pormenores de la integración y hace un delicado ajuste de cuentas con Helmut Kohl, a quien reprocha su poco interés por el destino y las inquietudes de la población de la ex RDA.

El mismo día en que Lothar presentaba su libro, su primo Thomas, de 56 años, era el protagonista de una concurrida rueda de prensa donde presentó un documento de más de 250 páginas que resume con rigor científico el balance de los 20 años de la unificación. El ministro celebró con «felicidad y orgullo» que dos décadas después el país podía presumir de haber escrito una historia de éxito. «Se ha avanzado muchísimo en un plazo relativamente corto, en buena parte debido a la contribución que han realizado todos los ciudadanos», valoró De Mazière, quien también detenta el cargo de Comisionado del Gobierno para la supervisión del desarrollo en los cinco estados federados de la extinta RDA. «La población en el Este y en el Oeste puede sentirse orgullosa de lo que alcanzó la revolución pacífica que llevo a la caída del Muro de Berlín», añadió.

Ciudadanos de segunda

Pero el ministro, un político que ha hecho de la objetividad un valor supremo, también admitió que el éxito estaba lastrado por vastas zonas oscuras, como el paro que aún afecta a un 11,1% de la población en el Este – 6,6% en el Oeste – o las diferencias que subsisten en los ingresos – los ‘ossis’ ganan un 20% menos que los ‘wessis’, sus compatriotas de Occidente – . Además, se mantiene vigente la acentuada sensación que tienen los ciudadanos de la ex RDA de que son alemanes de segunda clase, un fenómeno que convenció a más un millón de habitantes para abandonar las ciudades donde nacieron y emigrar al rico Occidente germano.

En vísperas del aniversario de la unificación que se celebra hoy, el interés por conocer el estado de salud de la nueva Alemania ha renacido y los medios recuerdan el titánico esfuerzo que hizo la nación para corregir las diferencias económicas. Después de recibir casi dos billones de euros gracias al pacto de solidaridad, los cinco nuevos estados federados del Este ofrecen ahora «paisajes florecientes», como prometió Helmut Kohl hace dos décadas, y gozan de una infraestructura tecnológica punta. Uno de los éxitos más visibles de la unificación se puede ver en las autopistas y en las vías férreas.

«Las expectativas iniciales sobre la velocidad del proceso de convergencia económica en el Este no pudieron ser cumplidas, pero hemos llegado muy cerca de los objetivos», señalaba ‘Super Illu’, una revista que vende 500.000 ejemplares cada semana en el Este al resumir un largo análisis realizado por el Instituto IFO. El estudio reveló que los trabajadores de la antigua Alemania comunista ganan de promedio un 83% del sueldo equivalente en el Oeste. La relación en 1991 era de un 57%. Otro índice económico reveló que el PIB per cápita en el Este se duplicó de 9.751 euros hace dos décadas a 19.500 euros en 2009. El incremento fue de un 12% en el Oeste en el mismo periodo.

No ha sido todo. En los últimos 20 años el dinero aportado por los contribuyentes alemanes, el llamado impuesto de la solidaridad, logró crear unas bases extraordinarias en los nuevos Länder, con complejos industriales, universidades y centros de investigación de alto rendimiento como ocurrió, por ejemplo en Jena y Dresde. No en vano, la mayoría de los ‘ossis’ aceptan ahora que mereció la pena vivir el largo y doloroso proceso de unificación. Una encuesta realizada por el Instituto de Investigación de Mercado de Leipzig, por encargo de ‘Super Illu’, señala que el 75% de los ciudadanos del Este se «sienten felices» de poder vivir en una economía social de mercado, a pesar de todos los problemas que marcaron la reconstrucción de la ex RDA. Otra señal inequívoca del acercamiento que se está produciendo entre el Este y el Oeste es el porcentaje cada vez menor de ‘ossis’ que añora el Muro. La encuesta señala que solo un 12% admite que habría sido mejor que el Estado siguiera dividido. Hace un año, los nostálgicos sumaban el 15%.

«Es cierto. El proceso de unificación ha sido un éxito», constata Klaus Schröder, un académico que dirige un departamento en la Universidad Libre de Berlín que se ocupa de la investigación histórica de la ex RDA y autor de un largo estudio donde analiza lo acontecido en estas dos décadas. «El proceso no logró forjar una identidad común. Aún subsisten los prejuicios y en el Este el sueño de igualdad y seguridad sigue dominando», advierte.

Este aspecto se refleja en el difícil terreno de la política. El viejo partido comunista de la RDA que ahora se llama Die Linke (La Izquierda) sigue cosechando un número importante de votos en el Este gracias al discurso demagógico de sus líderes, que exigen igualdad social, como lo hace en cada tribuna Gregor Gysi, el político más carismático del partido. Eso sí, Gysi admite que se siente a gusto en la nueva Alemania. «La RDA fracasó y yo no quiero, por ningún motivo, volver a vivir tras un muro y alambres de espino», proclama.

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