Cataluña

La ONU de los «lateros»

ABC, ANA LUISA ISLAS | ANA LUISA ISLAS, 28-09-2010

Un hombre de ojos rasgados ofrece cervezas en la plaza Real de Barcelona, durante el concierto de Mishima, con motivo de las Fiestas de la Mercè 2010. Detrás de él, le sigue un señor bajito, con tez oscura y acento latinoamericano que grita «Cerveza, “beer”, cerveza, “beer”». En una esquina de la plaza aparece un joven italiano, también ofreciendo latas. Unos avispados chicos argentinos ofrecen mojitos a «domicilio», acercándose a los espectadores. La cantidad de vendedores ambulantes, y sus distintas nacionalidades, es tal que en lugar de un concierto, la escena parece la de una convención internacional del «gremio».
A pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento y de la Federación Catalana de Actividades Recreativas Musicales (Fecasarm), que llevaron a cabo una campaña de concientización y civismo para evitar la compra de productos ambulantes, la demanda es mucha y las largas filas y los precios en los locales establecidos (de 2 a 5 euros) invitan a no seguir la norma. Durante los conciertos en la Antigua Fábrica de Estrella Damm, la falta de bares y restaurantes aumenta la demanda, y por lo tanto, los vendedores ambulantes se pueden dar el lujo de cobrar hasta 2 euros por una lata que ellos consiguen a 35 céntimos. En esta zona, incluso un joven avispado de origen barcelonés, que se negó a dar su nombre, hace negocio, con dos hieleras portátiles, en las que ofrece variedad.
Los guardias urbanos, a pesar de haber aumentado efectivos para la fiesta, parecen no darse a basto. Cuando pasan acarreando a 10 vendedores, aparecen otros 10 detrás ofreciendo cervezas. Conforme pasan las horas, la demanda decae y los vendedores bajan sus precios. La oferta de «seis por cinco euros» que dos horas antes no valía, se hace presente. Están cansados, nunca habían tenido tanta competencia, la guardia urbana está presente y quieren irse a casa.
A pesar de que a simple vista pareciera que el negocio ambulante va en aumento, la Fecasarm asegura que su campaña ha impactado a 500.000 personas, y que ellos pudieron verificar que en efecto hubo menos vendedores ambulantes que otros años. Posiblemente no se habrán dado una vuelta por plaza Real, la Fábrica Estrella o la plaza del Macba, donde la falta de barras de las asociaciones de vecinos, como las que se colocan en las fiestas de Gràcia, hicieron que los «lateros» vendieran su mercancía como pan caliente.
Hay dos cosas que no faltaron en estas fiestas: las ganas de beber de los jóvenes que asistieron a los conciertos organizados por el Ayuntamiento y las ganas de sobrevivir de los inmigrantes, a pesar de la crisis.
Un hombre de ojos rasgados ofrece cervezas en la plaza Real de Barcelona, durante el concierto de Mishima, con motivo de las Fiestas de la Mercè 2010. Detrás de él, le sigue un señor bajito, con tez oscura y acento latinoamericano que grita «Cerveza, “beer”, cerveza, “beer”». En una esquina de la plaza aparece un joven italiano, también ofreciendo latas. Unos avispados chicos argentinos ofrecen mojitos a «domicilio», acercándose a los espectadores. La cantidad de vendedores ambulantes, y sus distintas nacionalidades, es tal que en lugar de un concierto, la escena parece la de una convención internacional del «gremio».
A pesar de los esfuerzos del Ayuntamiento y de la Federación Catalana de Actividades Recreativas Musicales (Fecasarm), que llevaron a cabo una campaña de concientización y civismo para evitar la compra de productos ambulantes, la demanda es mucha y las largas filas y los precios en los locales establecidos (de 2 a 5 euros) invitan a no seguir la norma. Durante los conciertos en la Antigua Fábrica de Estrella Damm, la falta de bares y restaurantes aumenta la demanda, y por lo tanto, los vendedores ambulantes se pueden dar el lujo de cobrar hasta 2 euros por una lata que ellos consiguen a 35 céntimos. En esta zona, incluso un joven avispado de origen barcelonés, que se negó a dar su nombre, hace negocio, con dos hieleras portátiles, en las que ofrece variedad.
Los guardias urbanos, a pesar de haber aumentado efectivos para la fiesta, parecen no darse a basto. Cuando pasan acarreando a 10 vendedores, aparecen otros 10 detrás ofreciendo cervezas. Conforme pasan las horas, la demanda decae y los vendedores bajan sus precios. La oferta de «seis por cinco euros» que dos horas antes no valía, se hace presente. Están cansados, nunca habían tenido tanta competencia, la guardia urbana está presente y quieren irse a casa.
A pesar de que a simple vista pareciera que el negocio ambulante va en aumento, la Fecasarm asegura que su campaña ha impactado a 500.000 personas, y que ellos pudieron verificar que en efecto hubo menos vendedores ambulantes que otros años. Posiblemente no se habrán dado una vuelta por plaza Real, la Fábrica Estrella o la plaza del Macba, donde la falta de barras de las asociaciones de vecinos, como las que se colocan en las fiestas de Gràcia, hicieron que los «lateros» vendieran su mercancía como pan caliente.
Hay dos cosas que no faltaron en estas fiestas: las ganas de beber de los jóvenes que asistieron a los conciertos organizados por el Ayuntamiento y las ganas de sobrevivir de los inmigrantes, a pesar de la crisis.

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